5 historias apasionantes de grandes emprendedores que salieron de la nada

La historia de Amancio Ortega empieza cuando, con la edad de 14 años, empieza a trabajar en la industria textil como empleado en dos tiendas famosas en España. A los 22 años funda GOA, que fue su primera empresa de confecciones, en la que se creaban y vendían batas para mujer.

Buena parte de su estrategia se debe a haber sido vendedor, fabricante y distribuidor al mismo tiempo. En el año 1975 abrió su primera tienda de Zara, que logró expandirse por toda Europa, Asia, América, Oriente Medio y el norte de África.

Junto con su gran presencia en el mundo textil, cabe destacar también que Amancio participa también en el sector financiero, industrial inmobiliario y gestión de fondos, entre otros sectores.

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Su padre es dentista y su madre psiquiatra, de manera que su vida actual nada tiene que ver con la vida normal y corriente de la que procede. Al igual que ha ocurrido con otros muchos empresarios que han conseguido hacerse millonarios, comenzó a desarrollar su pasión muy joven.

Así, a la edad de 12 años creó “ZucNet”, consistente en un sistema de mensajería entre ordenadores que informaba a su padre en la consulta cuando un paciente estaba en la sala de espera. Con 18 años ya era todo un experto en programación, habiendo creado diversos lenguajes de códigos informáticos, más de una docena.

Tras terminar la escuela fue a Harvard para estudiar psicología e informática, y fue entonces cuando creó Facebook, la red social a la que debe su espectacular fortuna.

Se encuentra entre los primeros puestos de la lista de personas más ricas del mundo. Con 13 años, en 1968, tenía ya conocimientos suficientes como para acceder a distintos códigos informáticos, razón por la cual sería expulsado de la escuela más adelante.

Pero eso no consiguió parar su pasión por la informática, sino todo lo contrario, porque una institución escolar lo llamó para diseñar un software que cronogramase clases para los estudiantes.

Bill Gates abandonó la universidad para comenzar su propio negocio. Tuvo varios fracasos pero también muchísimos triunfos, y trabajaba durante 16 horas al día para cumplir sus sueños. A los 31 años se convertía en el billonario joven más rico de todo el planeta.

No cabe duda alguna de que Warren nació ya con espíritu emprendedor. Empezó su andadura laboral en la bolsa de valores con 11 años, que fue cuando se hizo con su primera acción. Mientras tanto trabajaba en el negocio familiar, que era una tienda de alimentación.

Empezó a interesarse por las inversiones porque su padre tenía una pequeña corredora de bolsa, en la que Warren aprendía sobre las decisiones que tomaban los inversores. También buscaba más fuentes de ingresos, fuera en un autolavado o entregando periódicos para comprar máquinas de pinball.

En un principio no quiso asistir a la universidad, pero finalmente su padre logró convencerlo de que cambiara de idea. Después de tres años estudiando negocios conseguía graduarse en universidad de Nebraska.

Al igual que cualquier otro empresario, sus inversiones no tuvieron siempre éxito. Pero Warren estaba especialmente atento siempre a nuevas oportunidades, y a tener siempre una estrategia para llevarlas adelante. Warren fundó el Conglomerado Berkshire Hathaway, y en septiembre de 2018 se le estimaba una fortuna de 84 billones de dólares.

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Hasta siete empresas han visto la luz gracias a Elon Musk y su empeño por cambiar el mundo. Cuando llegó a Estados Unidos, migrando desde Sur África a Canadá y a Estados Unidos ya después, tenía incluso deudas a causa de sus estudios.

Su primera empresa fue Zip2, y para ponerla en marcha alquiló una pequeña oficina en la que también vivía, ya que no podía permitirse tener una vivienda al margen. Este proyecto fue comprado cuatro años después por Compaq, y Elon recibió 22 millones de dólares por ello.

En la actualidad Elon es uno de los principales emprendedores de todo el planeta. Space X y Tesla son claro ejemplo de lo que muchos pensaban que era imposible: vehículos eléctricos que pueden funcionar incluso mejor que los de combustión interna, y cohetes reutilizables.