Jueves, 28 de Marzo 2024

Viaje y aventura en Mexticacán

Uno de los rincones alteños con mayor historia y sabores se presenta también como una opción perfecta para salir de viaje y llenarse de nuevas experiencias

Por: Francisco González

Cuna de tradiciones, de amor por la tierra, artesanos con un talento legendario e historias que le han dado forma al folclor mexicano. EL INFORMADOR/ J. Monroy

Cuna de tradiciones, de amor por la tierra, artesanos con un talento legendario e historias que le han dado forma al folclor mexicano. EL INFORMADOR/ J. Monroy

La Zona de los Altos de Jalisco es uno de los puntos con mayor diversidad de nuestro Estado. Cuna de tradiciones, de amor por la tierra, artesanos con un talento legendario e historias que le han dado forma al folclor mexicano. Cada una de las urbes que la integran posee ese “algo” que la hace única, y de entre todas, Mexticacán tiene un lugar especial y “heladito” en el mapa.

Pegadito a Zacatecas, cerquita de Jalostotitlán y a pocas distancia de Yahualica; de belleza floreciente en primavera y con un verdor intenso en verano. Mexticacán se presenta a los viajeros como uno de esos rincones apacibles donde todavía es posible sentarse por las tardes para disfrutar de un helado mientras se disfruta del ir y venir parsimonioso de la gente, con la Parroquia de San Nicolás (en la acuarela) como esplendoroso marco y el bullicio de las charlas en su primer cuadro.

Claro, también es famoso por sus paletas de helado. De hecho, “Mexti” celebra su Feria del helado y la paleta cada año, tiene incluso una estatua dedicada a esta delicia que le ha dado fama en la región y toda la Entidad. Desde 1940 comenzó a levantarse una incipiente industria paletera y heladera en Mexticacán gracias a Genaro Jáuregui, emprendedor de la ciudad que también impulsó la generación de energía eléctrica y la radio. La “buena mano” para preparar estos manjares congelados y la emigración de sus habitantes por todo México y el Sur de los Estados Unidos hizo que su eco paletero traspasara fronteras y generaciones.

Pero aquí no hay únicamente paletas. Sí, ¡vale la pena probarlas!, aunque la gastronomía de esta metrópoli alteña es generosa, con la birria, el pozole y las carnitas (deliciosas) como destacados protagonistas en fondas y restaurantes.

Si llegas tempranito a la ciudad, la recomendación es probar la pepena, almuerzo obligado de todos los domingos. ¿Cómo va? Las tripitas de res después de sancocharse se fríen y se acompañan con frijoles de olla y salsa de tomatillo en molcajete. Se acompaña con atole de masa. ¿De postre? Unos dulces de leche, cajeta y garapiñados de la dulcería Don Pedro (calle Ramón Corona S/N).

Los domingos en Mexticacán son familiares. En su kiosko se escuchan las notas de la banda municipal por las noches. Antes, muy temprano, las familias de la ciudad suelen congregarse en los templos para asistir a misa, dos actividades que han marcado por décadas la vida social de este terruño jalisciense.

Ya sea por el antojo de una paleta, conocer un poco más de los Altos o movidos por la aventura, Mexticacán es una ciudad que vale la pena descubrir. Porque una vez que transites por sus senderos, hables con su gente y pruebes sus platillos, verás el mundo con colores más brillantes y claro, sabrosos.

 

DR

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