Miércoles, 24 de Abril 2024

Un encuentro personal

La conversión es una gracia, porque Dios primero llama y luego derrama abundancia de gracias

Por: El Informador

A Jesús no le preocupa que aquella mujer sea samaritana. Es una hermana más. Es hija de Dios. ESPECIAL

A Jesús no le preocupa que aquella mujer sea samaritana. Es una hermana más. Es hija de Dios. ESPECIAL

Tercer domingo de cuaresma

LA PALABRA DE DIOS

PRIMERA LECTURA

Ex. 17, 3-7.

«En aquellos días, el pueblo, torturado por la sed, fue a protestar contra Moisés, diciéndole: “¿Nos has hecho salir de Egipto para hacernos morir de sed a nosotros, a nuestros hijos y a nuestro ganado?” Moisés clamó al Señor y le dijo: “¿Qué puedo hacer con este pueblo? Sólo falta que me apedreen”. Respondió el Señor a Moisés: “Preséntate al pueblo, llevando contigo a algunos de los ancianos de Israel, toma en tu mano el cayado con que golpeaste el Nilo y vete. Yo estaré ante ti, sobre la peña, en Horeb. Golpea la peña y saldrá de ella agua para que beba el pueblo”.

Así lo hizo Moisés a la vista de los ancianos de Israel y puso por nombre a aquel lugar Masá y Meribá, por la rebelión de los hijos de Israel y porque habían tentado al Señor, diciendo: “¿Está o no está el Señor en medio de nosotros?»

SEGUNDA LECTURA

Rom. 5, 1-2. 5-8.

«Hermanos: Ya que hemos sido justificados por la fe, mantengámonos en paz con Dios, por mediación de nuestro Señor Jesucristo. Por él hemos obtenido, con la fe, la entrada al mundo de la gracia, en el cual nos encontramos; por él, podemos gloriarnos de tener la esperanza de participar en la gloria de Dios.

La esperanza no defrauda, porque Dios ha infundido su amor en nuestros corazones por medio del Espíritu Santo, que él mismo nos ha dado. En efecto, cuando todavía no teníamos fuerzas para salir del pecado, Cristo murió por los pecadores en el tiempo señalado.

Difícilmente habrá alguien que quiera morir por un justo, aunque puede haber alguno que esté dispuesto a morir por una persona sumamente buena. Y la prueba de que Dios nos ama está en que Cristo murió por nosotros, cuando aún éramos pecadores.»

EVANGELIO: Jn. 4, 5-42.

«En aquel tiempo, llegó Jesús a un pueblo de Samaria, llamado Sicar, cerca del campo que dio Jacob a su hijo José. Ahí estaba el pozo de Jacob. Jesús, que venía cansado del camino, se sentó sin más en el brocal del pozo. Era cerca del mediodía.

Entonces llegó una mujer de Samaria a sacar agua y Jesús le dijo: “Dame de beber”. (Sus discípulos habían ido al pueblo a comprar comida). La samaritana le contestó: “¿Cómo es que tú, siendo judío, me pides de beber a mí, que soy samaritana?” (Porque los judíos no tratan a los samaritanos). Jesús le dijo: “Si conocieras el don de Dios y quién es el que te pide de beber, tú le pedirías a él, y él te daría agua viva”.

La mujer le respondió: “Señor, ni siquiera tienes con qué sacar agua y el pozo es profundo, ¿cómo vas a darme agua viva? ¿Acaso eres tú más que nuestro padre Jacob, que nos dio este pozo, del que bebieron él, sus hijos y sus ganados?” Jesús le contestó: “El que bebe de esta agua vuelve a tener sed. Pero el que beba del agua que yo le daré, nunca más tendrá sed; el agua que yo le daré se convertirá dentro de él en un manantial capaz de dar la vida eterna”.

La mujer le dijo: “Señor, dame de esa agua para que no vuelva a tener sed ni tenga que venir hasta aquí a sacarla. Ya veo que eres profeta. Nuestros padres dieron culto en este monte y ustedes dicen que el sitio donde se debe dar culto está en Jerusalén”.

Jesús le dijo: “Créeme, mujer, que se acerca la hora en que ni en este monte ni en Jerusalén adorarán al Padre. Ustedes adoran lo que no conocen; nosotros adoramos lo que conocemos. Porque la salvación viene de los judíos. Pero se acerca la hora, y ya está aquí, en que los que quieran dar culto verdadero adorarán al Padre en espíritu y en verdad, porque así es como el Padre quiere que se le dé culto. Dios es espíritu, y los que lo adoran deben hacerlo en espíritu y en verdad”.

La mujer le dijo: “Ya sé que va a venir el Mesías (es decir, Cristo). Cuando venga, él nos dará razón de todo”. Jesús le dijo: “Soy yo, el que habla contigo”.

Muchos samaritanos de aquel poblado creyeron en Jesús por el testimonio de la mujer: ‘Me dijo todo lo que he hecho’. Cuando los samaritanos llegaron a donde él estaba, le rogaban que se quedara con ellos, y se quedó allí dos días. Muchos más creyeron en él al oír su palabra. Y decían a la mujer: “Ya no creemos por lo que tú nos has contado, pues nosotros mismos lo hemos oído y sabemos que él es, de veras, el Salvador del mundo”.

Un encuentro personal

En este tercer domingo de Cuaresma el evangelista San Juan presenta una escena de la vida de Cristo: Cerca de Él se encuentra un alma manchada por el pecado, a quien desea iluminarle la mente y conducirla a la vida. Es el más extenso diálogo de toda la obra del evangelista. El Señor y una mujer samaritana empiezan hablando de temas sencillos, para elevarse luego a las cumbres del pensamiento en los intereses del hombre: la propia salvación. Allí manifiesta que Dios no quiere la muerte del pecador, sino que se convierta y viva; que siempre está por delante la iniciativa de parte de Dios en llamar al pecador a la conversión, y luego, con la mano tendida, esperar la libre respuesta del hombre, que es libre y ha sido creado libre.

La conversión es una gracia, porque Dios primero llama y luego derrama abundancia de gracias. Así con todos y en particular con cada uno, siempre todo depende de la respuesta libre. San Agustín escribió: “El que te creó a ti sin ti , no te salvará a ti sin ti”.

Se sentó en el brocal del pozo. El escenario es el pozo de Jacob. Silencio, soledad en un cálido día de verano. Los apóstoles han ido al poblado a comprar para comer.

Aprieta el calor, apura la sed. Una mujer llega con un cántaro al hombro, Jesús está esperándola. Para esperar, se sentó en el brocal del pozo. Muchos tienen marcada la hora del retorno, de la vuelta a la casa del Padre, como el hijo pródigo de la parábola, que malgastó su fortuna en tierras lejanas y arrepentido vuelve a los brazos de su padre, que espera siempre este encuentro. El Señor habla primero: - “Dame de beber”. Ella , sorprendida, contesta: - ¿Cómo es que tú, que eres judío, me pides de beber a mí, que soy samaritana?

Jesús continuó el diálogo y así le dijo: “Si conocieras el don de Dios”... Ya no son agua y sed, sed y agua. Es el don de Dios, que significa regalo. Allí, ante sus ojos, está ese gran obsequio. El Padre que está en los cielos envió, regaló a su Hijo.»

José Rosario Ramírez M.

La necesidad del encuentro

Este año, la Cuaresma se está convirtiendo en un camino dominado por el miedo que generan las noticias y medidas que se toman contra el contagio del COVID-19, mejor conocido como Coronavirus. Los creyentes compartimos las mismas preocupaciones y tratamos de mantener nuestra fe y esperanza en el Señor de la vida. Tomamos las precauciones recomendadas por nuestras autoridades e intentamos hacer presente el amor cristiano para con todos los necesitados de nuestra ayuda. De esta manera somos fieles a los compromisos de nuestro bautismo, compromisos que renovaremos en la Vigilia Pascual.

La Cuaresma ha tenido siempre esta dimensión catequética centrada en el bautismo, como sacramento que nos sumerge en el misterio de la muerte y resurrección de Cristo. El bautismo sellaba un encuentro con Cristo, un encuentro que cambia la vida. La persona afortunada de este domingo no tiene nombre, es simplemente una mujer samaritana. A través de la revelación progresiva de la persona de Jesús, llega a la fe, que hará de ella una misionera en su tierra.

Quiero resaltar el encuentro, tal como lo hace notar el evangelista. Se trata de un judío frente a una samaritana. Es sabido por todos, el desencuentro que se vivía entre los habitantes de estas dos regiones. Entre samaritanos y judíos había una serie de debates, unos decían que el culto a Yahvé sólo se podía celebrar en el monte Garizím y los otros que en Jerusalén. Unos que había que cumplir unas normas y otros que otras. De repente, aparece Jesús, un judío, y pide agua a la mujer, una samaritana. Tiene sed y pide agua. Es un ser humano que expone su necesidad, sin más. A Jesús no le preocupa que aquella mujer sea samaritana. Es una hermana más. Es hija de Dios.

Me parece prudente tomar como ejemplo este encuentro de Jesús con la samaritana y ponerlo como punto de referencia hoy. En estos días, hemos sido testigos del desencuentro comunitario en el que nuestra sociedad mexicana vive. Con tristeza y mucho dolor podemos ver la desintegración social que se acrecienta día con día, precisamente por la poca o nula capacidad de acogida, diálogo, escucha, apertura, amor a la verdad y deseo de trascender. A Jesús no le importaban las diferencias culturales, históricas, políticas y sociales que existían entre él y la mujer. Su principal preocupación era dar vida. No polemizó con ella, no buscó aclarar situaciones del pasado, sólo quiso llenar de amor la existencia de ella.

La propuesta de Jesús para judíos y samaritanos es la misma: el culto no pasa de ser un folklore si no se fundamenta en un real amor a Dios que se manifieste primeramente en el amor a nuestros prójimos, sobre todo a los que sufren. Es de esperar que esta Cuaresma nos convirtamos a adorar a Dios en espíritu y en verdad, en nuestros hermanos sedientos de felicidad y liberación total.

DINÁMICA PASTORAL UNIVA

La primera tentación

“Serán como dioses”, y Adán y Eva se imaginaron entonces cómo era ese Dios. Ellos conocían a otro Dios, el que paseaba por el jardín que habitaban y lo habían visto contento entre sus criaturas, y sonreían cuando les proponía, con dulces palabras, disfrutar todo lo creado. Todo, menos los frutos de ese árbol, que ahora parecía apetitoso: si pasasen el límite que Dios ha impuesto, este Dios que ahora su imaginación les muestra envidioso, ellos se convertirían en dioses, a la medida de su ambición.

Para Israel, el pueblo que imaginó este relato, éste es el paradigma del camino que nos extravía. Confiamos más en nuestra imaginación, alimentada por ambiciones y cortas miras, que en el encuentro con el otro, descubierto solo en la convivencia y el descubrimiento de lo que él nos revela. Así damos inicio a una idolatría: vivir rindiendo homenaje a nuestras imágenes y prejuicios, en vez de aventurarnos al diálogo, a la escucha, a la sorpresa y la novedad de quien pasea, con su libertad e individualidad, con nosotros.

En esta visión solamente suya, Adán y Eva tiemblan de miedo ante todo lo nuevo. Cada una de las cosas y no solo Dios se les presentan, peor que como desconocidas, como amenazantes; porque el que solo desconoce puede abrirse a la novedad con curiosidad, pero para ellos lo nuevo es ya peligro, y este miedo no tiene límites. Cuando no hay concreción en el miedo, crece sin medida, y a quien lo vive sólo le queda esconderse, sintiéndose en todo extraño hasta en su propio cuerpo que ya no es encuentro y gozo, sino vergüenza por la debilidad y desnudez.

La sabiduría del relato no está en contarnos un hecho pasado, sino en mostrarnos nuestro presente y lo que condena el futuro. Nos invita a rehacer el camino para no quedarnos atrapados en el prejuicio y abrir oídos y mirada a la novedad, pues no somos jueces sino aprendices, y todavía tienen, esta creación, este jardín, y su Creador, mucho que enseñarnos si nos decidimos a escuchar.

Pedro Antonio Reyes Linares, SJ - ITESO

Temas

Lee También

Recibe las últimas noticias en tu e-mail

Todo lo que necesitas saber para comenzar tu día

Registrarse implica aceptar los Términos y Condiciones