Miércoles, 24 de Abril 2024
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Tocando las estrellas

-¿Cómo? ¿Tocar las estrellas? ¿Estás bromeando?

-Solo síganme, nos dijo.

Por: Pedro Fernández Somellera

JOYA. El pequeño y valioso Museo del Meteorito cerca de San Pedro de Atacama. EL INFORMADOR / P. SOMELLERA

JOYA. El pequeño y valioso Museo del Meteorito cerca de San Pedro de Atacama. EL INFORMADOR / P. SOMELLERA

En la ocasión anterior, ya platicábamos del larguísimo viaje que tuvimos que hacer para llegar a Atacama -el lugar más árido del planeta- que nos impresionó enormemente. El momento en que nos encontramos por allá entre las rocas, y entre las arenas de las desérticas soledades al célebre Rodrigo Martínez de los Ríos, ultra reconocido coleccionista y fanático de los meteoritos, fue otro momento memorable.

Rodrigo, con verdadera pasión nos explicaba que  las maravillosas “piedritas” que en ocasiones podemos ver  surcando el cielo y brillando luminosas cual cometas fueran, son joyas que la naturaleza nos manda desde el cielo. Y agregando, nos decía emocionado que, a las que solo pasan brillando tocando brevemente nuestra atmósfera protectora se les llama Meteoros. A las que logramos ver en su impresionante descenso hasta la Tierra, y que además tenemos la suerte de localizar -y que por lo tanto son increíblemente escasas- se les llama Meteoritos. “Caídas”, cuando se les pudo ver, y “Hallazgos” cuando solo las encontramos en el lugar donde se desplomaron, pudiendo haber dejado cráteres o marcas de mayor o menor importancia en su encontronazo con la superficie de la Tierra.

JOYA. El pequeño y valioso Museo del Meteorito cerca de San Pedro de Atacama. EL INFORMADOR / P. SOMELLERA
JOYA. El pequeño y valioso Museo del Meteorito cerca de San Pedro de Atacama. EL INFORMADOR / P. SOMELLERA

Nos explicaba Rodrigo que en la apasionante y novedosa ciencia de la cosmoquímica, a los meteoritos que son pedregosos se les llama “Aero/litos”, y que son el 90% de los que caen. A los que son ferrosos, se les nombra “Side/ritas”, que son tan solo el 5% de ellos. Y a los que tienen parte de roca y parte de metal (Si, Fe y Ni) lógicamente se les denomina “Lito/sideritas”. Algunos de ellos, que suelen ser extraordinarios por su belleza y composición, se les llama “Palasitas”, y son de gran valor para los coleccionistas. Últimamente en la casa de subastas Lucién de París el precio de uno de ellos osciló en ¡130 mil euros!, -nos platicaba emocionado- al agregarle un precio comprensible en unidades monetarias, para que los legos en la materia pudiéramos apreciar lo valioso que pudieran llegar a ser.

-Tan solo traten de realizar que esos pequeños objetos que nos llegan del cielo, posiblemente sean pedacitos de la Luna, o quizás de Marte; o de algún lugar desconocido de nuestro Sistema Solar; o de un espacio escondido de la galaxia que habitamos; o por qué no, proveniente de espacios siderales incomprensibles y muy lejanos fuera de nuestra Vía Láctea. ¿No es sorprendente encontrar en la superficie desértica de nuestro planeta, un trozo de algo que llegó desde la oscuridad del cosmos, y que tuvo la fuerza suficiente para cruzar nuestra atmósfera protectora, brillando cual cometa y haciendo un ruido atronador al romper en su caída la barrera del sonido, como lo hacen los aviones de hoy en día?  A mí todo esto me impresionaba desde que era niño -nos platicaba emocionado-. Es más, tan me ha impresionado, que he logrado recolectar más de 3,200 piezas, de las cuales considero que unas setenta y tantas son realmente memorables, agregaba muy ufano.

-Tan es así que, si ya se han deleitado viendo las estrellas en este maravilloso y afortunado lugar desértico en donde se pueden apreciar con asombrosa claridad estos meteoros, ahora los invito a ¡Que vengan a tocarlas!-. Nos señalaba con picardía y esbozando una maliciosa sonrisa de oreja a oreja.

-¡¿Qué, qué?!- Fue nuestra ingenua y espontanea expresión más que comprensible. ¿Cómo? ¿Tocar las estrellas? ¿Estás bromeando?

-Solo síganme, nos dijo.    

En una pequeña cápsula, con una débil estructura  geodésica cubierta con una lona en las afueras de San Pedro Atacama, Rodrigo ha tenido la visión de coleccionar y exhibir las joyas siderales que él y su familia ha tenido la fortuna de encontrar en las inmensidades del árido desierto en el norte de Chile. Y aunque algunas de ellas han tenido que ser adquiridas para aumentar la colección (que actualmente pudiera valer millones de dólares en los mercados internacionales) las que ha considerado más valiosas, están debidamente certificadas, tanto por la misma NASA, como por la Universidad de California UCLA, y por la afamada CEREGE de geo/ciencias en Francia.

Más que impresionante fue haber podido “tocar las estrellas” que Rodrig o nos mostró en su pequeño y súper bien puesto museo, bajo una carpa de lona en medio de la nada. Dicha grande para nosotros.

La inspiradora frase de Carl Sagan que vino a mi mente: “Estoy hecho de polvo de estrellas y sin embargo, cuántas veces quisiera tocarlas sin acordarme que yo mismo soy ellas” pudiera ser un estupendo corolario.

En Google pueden inspeccionar el museo, sus actividades y algunas de sus maravillosas “estrellas”.

pedrofernandezsomellera@prodigy.net.mx

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