Sábado, 20 de Abril 2024

Ser cristiano no es fácil

El amor anunciado por Jesús es mucho más exigente que la antigua ley entregada a los israelitas

Por: El Informador

"Yo les digo que quien mire con malos deseos a una mujer, ya cometió adulterio con ella en su corazón". ESPECIAL/El Sermón de la montaña/Carl Bloch/Wikipedia

LA PALABRA DE DIOS

PRIMERA LECTURA

Sir. 15, 16-21

«Si tú lo quieres, puedes guardar los mandamientos; permanecer fiel a ellos es cosa tuya.

El Señor ha puesto delante de ti fuego y agua; extiende la mano a lo que quieras.

Delante del hombre están la muerte y la vida; le será dado lo que él escoja.

Es infinita la sabiduría del Señor; es inmenso su poder y él lo ve todo.

Los ojos del Señor ven con agrado a quienes lo temen; el Señor conoce todas las obras del hombre.

A nadie le ha mandado ser impío y a nadie le ha dado permiso de pecar».

SEGUNDA LECTURA

1Cor. 2, 6-10

«Hermanos: Es cierto que a los adultos en la fe les predicamos la sabiduría, pero no la sabiduría de este mundo ni la de aquellos que dominan al mundo, los cuales van a quedar aniquilados. Por el contrario, predicamos una sabiduría divina, misteriosa, que ha permanecido oculta y que fue prevista por Dios desde antes de los siglos, para conducirnos a la gloria. Ninguno de los que dominan este mundo la conoció, porque, de haberla conocido, nunca hubieran crucificado al Señor de la gloria.

Pero lo que nosotros predicamos es, como dice la Escritura, que lo que Dios ha preparado para los que lo aman, ni el ojo lo ha visto, ni el oído lo ha escuchado, ni la mente del hombre pudo siquiera haberlo imaginado. A nosotros, en cambio, Dios nos lo ha revelado por el Espíritu que conoce perfectamente todo, hasta lo más profundo de Dios».

EVANGELIO

Mt. 5, 17-37

«En aquel tiempo, Jesús dijo a sus discípulos: “Les aseguro que si su justicia no es mayor que la de los escribas y fariseos, ciertamente no entrarán ustedes en el Reino de los cielos.

Han oído que se dijo a los antiguos: No matarás y el que mate será llevado ante el tribunal. Pero yo les digo: Todo el que se enoje con su hermano, será llevado también ante el tribunal.

También han oído que se dijo a los antiguos: No cometerás adulterio. Pero yo les digo que quien mire con malos deseos a una mujer, ya cometió adulterio con ella en su corazón.

Han oído que se dijo a los antiguos: No jurarás en falso y le cumplirás al Señor lo que le hayas prometido con juramento. Pero yo les digo: No juren de ninguna manera, ni por el cielo, que es el trono de Dios; ni por la tierra, porque es donde él pone los pies; ni por Jerusalén, que es la ciudad del gran Rey».

Dar en plenitud

El Evangelio de hoy continúa la narración del sermón de la montaña, que comienza con el discurso de las Bienaventuranzas. Se trata de la predicación que Jesús realiza en los primeros meses de su vida pública y en ella encontramos la pauta de lo que será la enseñanza principal en su mensaje. El centro de esta predicación del Señor es el Amor y la primacía de éste sobre la Ley.

Por eso deja claramente establecido que no ha venido a abolir la ley antigua, sino a perfeccionarla. De allí la insistencia en decir: “Han oído ustedes que se dijo a los antiguos... Pero yo les digo”:... Con este planteamiento, varias veces repetido, el Señor anuncia los perfeccionamientos más fundamentales que viene a introducir en la nueva ley. Estos perfeccionamientos están basados más en el amor que en el cumplimiento de la ley antigua. Y resultó que el amor terminó siendo mucho más exigente que la ley que los israelitas de entonces trataban de cumplir al pie de la letra.

Al antiguo precepto de “No matarás”, Jesús agrega el insulto, la ira, la agresión, el desprecio, el resentimiento contra alguien.  Y explica con más detalle: “Cuando vayas a poner tu ofrenda sobre el altar, te acuerdas de que tu hermano tiene alguna queja contra ti, deja tu ofrenda junto al altar y ve primero a reconciliarte con tu hermano, y vuelve luego a presentar tu ofrenda”. Y ¿hacemos esto? Cuando vamos a Misa y nos acercamos a comulgar ¿hemos perdonado realmente a los que nos han hecho daño? ¿Hemos pedido perdón a quien hemos ofendido? ¿Nos hemos liberado de los resentimientos absurdos que tenemos contra los demás?

El rito de la paz que se realiza justo antes de la comunión indica precisamente esto a lo cual se refiere el Señor. Pero… ¿nos damos “fraternalmente” la paz, como indica el celebrante?  En ese momento las personas que tenemos “próximas” representan al “prójimo”, al “hermano” de que nos habla el Señor en este pasaje. Y ese gesto no significa un saludo banal, ni está allí para dar el pésame o las condolencias a los familiares del difunto por el cual se está ofreciendo la Misa. Ese gesto significa algo muy concreto y exigente: que no tenemos nada contra nadie, que nuestro corazón está limpio de rencor, de resentimiento y que, por tanto, puedo comunicar la paz que Cristo nos da. Sólo así, reconciliados plenamente con el hermano, podemos entonces comulgar y “presentar nuestra ofrenda”, en las condiciones que el Señor nos indica.

El perdón es difícil. Es uno de esos preceptos exigentes que pone Jesucristo en su ley del amor. Si nos cuesta, pidamos esa gracia al Espíritu Santo. Esa gracia del perdón es de las cosas buenas que el Señor desea que le pidamos, para El dárnosla. Es bueno acostumbrarse a pedir virtudes, a pedir cosas buenas... y no tanta cosa poco útil a la vida espiritual.

Para que el bien sea verdadero no basta con evitar que haya mal en el mundo, también hay que desterrarlo del fondo de nuestro corazón.

Ser cristiano no es fácil

Ser cristiano no es fácil, ser auténtico cristiano es una aventura, Cristo invitó en su vida pública y sigue invitando cada día a seguirlo. Pero advirtió: “el que quiera venir en pos de mí niéguese a sí mismo, tome su cruz y sígame”.

Negarse a sí mismo es despojarse del amor propio, es despojarse de los criterios del demonio, del mundo y de la carne y luego seguir. Es amar y por la senda por donde va Cristo en su seguimiento.

Desde esa invitación y hasta el día de hoy han pasado casi dos mil años y desde entonces hasta ahora no han faltado los valientes, los audaces, capaces de negarse a sí mismos, de echar su cruz en su hombro y luego seguir las pisadas del maestro.

Ellos han sido los santos, es la santidad y la audacia de valientes.

En el evangelio de este domingo (Mateo 5, 17-37) Cristo, el maestro toma la palabra y aclara para los que quieran seguirlo “no he venido a abolir la ley o los profetas …sino a darles plenitud”.

La ley que recibió Moisés en el monte Sinaí y el pueblo escogido la recibió con 10 mandamientos. Era la ley del cumplimiento y de temor al altísimo.

Cristo sin abolir aquella ley proclama la ley del amor, que es como Él lo dijo: la plenitud de la ley y luego va explicando: “Han oido que se dijo a los antiguos: “no matarás y el que mate será llevado ante el tribunal”. Pero ahora el que se enoje con su hermano, que insulte a su hermano, que desprecie a su hermano será llevado al tribunal. Y si tienes algo contra tu hermano y vas a llevar tu ofrenda al altar, ve primero a reconciliarte con tu hermano y luego vuelve a presentar tu ofrenda.

Y al mandamiento: no cometerás adulterio, que es algo externo, el Señor nos enseña que con el pensamiento o con el solo deseo de adulterar basta también para ser llevado “al lugar de castigo”.

Cumplir las promesas es señal de firmeza en los principios de la fe de dar a Dios lo que es de Dios y al prójimo lo que es del prójimo.

José Rosario Ramírez M.

Del amor y la amistad

El 14 de febrero celebramos el día de san Valentín, día del amor y la amistad. Del texto de esta columna del domingo anterior (“El Dios de la gratuidad”), retomo que “no podemos comprar el amor, la amistad”. Y dejando de lado el origen de la fiesta en torno a ese día, es importante recuperar el sentido del amor y de la amistad; para ello hay que recurrir a su fuente primordial: Jesús. Él nos comunica que el amor verdadero surge de un corazón que se dirige hacia a Dios, origen del amor. De ahí las palabras de Jesús ante la trampa que le tienden los fariseos y escribas en uno de sus encuentros (Mc 12,28).

Otra reflexión para profundizar en el concepto y el ejercicio del amor es la que comparten san Pablo y san Juan. Para el primero el amor es “paciente, comprensivo, no cela, no busca su propio interés, no se deja llevar por la ira y olvida lo malo”; el amor no pasa de moda y busca la justicia, la solidaridad, la paz y la verdad. Para el segundo el amor es la luz que guía nuestro caminar en el seguimiento de Jesús. Por su parte, san Ignacio de Loyola propone en los Ejercicios Espirituales la “contemplación para alcanzar amor”, y advierte que el amor “se pone más en las obras que en las palabras”.

Una imagen representativa en esta festividad es el corazón, y vale la pena recuperar su sentido. Se dice que el corazón es el órgano de la sensibilidad. Leonardo Boff comenta que en el corazón residen el amor, la simpatía, la compasión, el respeto, la base de la dignidad humana y de los derechos inalienables. Otros estudiosos proponen desarrollar la razón cordial para reconstruir la hermandad y la comunión. El amor nos hace personas, y ser seguidores de Jesús nos compromete en la construcción de una realidad fraterna y justa, amorosa, incluyente. Jesús nos ofrece un profundo ejemplo de amistad, de amor y de perdón, es el amigo que siempre está a nuestro lado, nunca nos falla.

Luis Octavio Lozano, SJ - ITESO

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