Jueves, 25 de Abril 2024

La maternidad divina de María

Al dar el primer paso en el año 2020, celebra la Iglesia la maternidad divina de María, su colaboración maternal al misterio del Verbo de Dios

Por: El Informador

Por obra del Espíritu Santo se encarnó de María, la Virgen, y se hizo hombre. ESPECIAL/

Por obra del Espíritu Santo se encarnó de María, la Virgen, y se hizo hombre. ESPECIAL/"Anunciación de Cestello"-S. Botticelli/Wikimedia commons

LA PALABRA DE DIOS

Primera lectura

Sir. 24, 1-2. 8-12. “Pon tu tienda en Jacob, y fija tu heredad en Israel”.

Segunda lectura

Ef. 1, 3-6. 15-18. “Él nos ha destinado… a ser sus hijos”.

Evangelio

Jn. 1, 1-18. “Él estaba en el principio junto a Dios”.

La maternidad divina de María

A María, la llena de gracia, vuelven los ojos de todos los creyentes. Al dar el primer paso en el año 2020, celebra la Iglesia la maternidad divina de María, su colaboración maternal al misterio del Verbo de Dios que toma carne mortal en su seno, y es así una maternidad integral y consciente, vinculada por su respuesta voluntaria: “Hágase en mí según tu palabra”, como contestación al ángel, a la misión personal del Redentor.

María, la criatura privilegiada por el don de la prerrogativa de maternidad divina con la que está unida al Hijo redentor, y por sus singulares gracias y dones, está unida también a la Iglesia.

“Santa María, Madre de Dios, ruega por nosotros pecadores”. Esta humilde plegaria, tal vez tan antigua como el Concilio de Éfeso -año 431-, en que esta verdad fue declarada dogma de fe, manifiesta el sentir del pueblo cristiano. La salvación eterna no se puede alcanzar sin Dios y sin la libre voluntad del que la desea y la busca; mas siempre la Iglesia ha enseñado que los peregrinos busquen intermediarios, abogados que ayuden al pecador a alcanzar la gracia de las gracias: la salvación. Esto pone de relieve el lugar privilegiado que ocupa María en la salvación de los hombres. No sólo trajo a la Tierra al Salvador, sino que ella también conduce a los hombres al encuentro con su Hijo. Todo es poco, cuando es a la Madre a quien se le felicita. Generosos, liberales, notablemente creativos, han sido los cristianos cuando se trata de la Madre de Dios y de los hombres.

“Unos magos de Oriente llegarán entonces ...” A este solemne acontecimiento la Iglesia le ha llamado “Epifanía’’, palabra griega que significa manifestación. De muy lejos, unos magos, hombres de ciencia, fueron los privilegiados, los escogidos para tener las primicias en reconocer y adorar a Cristo, el Verbo de Dios hecho Hombre, y presentarle sus regalos. Esta fiesta tiene un hondo sentido misionero; es el reto de llevar la buena nueva a todos los hombres.

José Rosario Ramírez M.

La vida era la luz de los hombres

Estamos iniciando la Navidad y el evangelio en este tiempo es alegre noticia para confirmar que: “en el principio ya existía la Palabra, y la Palabra estaba junto a Dios, y la Palabra era Dios”.

Al hacerse Dios presente en nuestras vidas, tenemos la oportunidad de renovar nuestra fe en un Padre amoroso que se hace presente brillando de una manera muy especial, compartiendo su amor, su perdón y permaneciendo muy cerca de nuestras vidas.

Jesús ha venido a nuestro mundo con una finalidad muy concreta: hablar de Dios, ya que siendo Hijo del Padre, se solidariza con el hombre, haciéndose carne, para levantar al hombre caído y hacernos hijos de Dios y hermanos de los demás.

“La luz brilla en la tiniebla y la tiniebla no lo recibió… pero a cuantos la recibieron, les da poder para ser hijos de Dios”.

Teniendo en cuenta que la luz y la vida la obtenemos por Él, dejemos resplandecer su luz a través de nuestras obras, siendo capaces también de perdonar como lo hizo Él, de amar como lo realizó, comenzando con nuestra familia. ¿Cuántas veces, además de las diferencias existen los rencores que nos acompañan durante mucho tiempo de nuestra vida?

Es bueno pensar que no podemos, no debemos ser tiniebla para nuestro mundo, ya que es Dios quien mueve nuestro corazón, a que su palabra se haga carne a través de nuestras obras y el amor lo traduzcamos en gestos concretos de caridad. Debemos descubrir a un Dios palabra y acción para adherirlo a nuestra vida y que nuestras palabras se vuelvan acción.

Tenemos que ser conscientes de una reflexión sería, entre un creyente que conociendo bien el evangelio no pone en práctica muchas de sus partes y uno que, tal vez no lo conoce bien, pero se esfuerza en vivir según su conciencia, haciendo el bien al prójimo, siendo así que es mejor ser cristianos sin decirlo, que decirlo sin serlo.

Estamos en un mundo donde fluyen las palabras, pero cuidemos que realmente sean edificantes, que sepamos descubrir en el hermano sus bondades y no solo comentar sus defectos, sus errores, ya que de éstos hagamos un ayuno de palabras, tal vez tengamos que hablar menos, pero hacer más.

Concretamente te propongo hacer una obra buena de caridad, algún servicio en casa ofrecido con generosidad, que sin hacerlo notar a nadie se lo ofrezcas a Dios, en silencio, para compensar todas las veces que hemos hecho observaciones de lo que se debería de hacer, pero no lo hiciste nunca, así podrás compaginar tu relación con Dios, “a Dios nadie lo ha visto jamás: el Hijo único, que está en el seno del Padre, él lo ha contado”.

Cuidar la casa común, un llamado apremiante

La degradación ambiental alcanza niveles alarmantes. Los expertos advierten que nos acercamos vertiginosamente a límites que ponen en riesgo la existencia misma de los seres humanos. Este deterioro es consecuencia de un modelo de desarrollo que entroniza al mercado y pone en el centro de la actividad humana la ganancia económica de muy pocos por encima de todo: de las personas y de la naturaleza.

En su encíclica Laudato Si', sobre el cuidado de la casa común, el papa Francisco afirma: “Los recursos de la tierra también están siendo depredados a causa de formas inmediatistas de entender la economía y la actividad comercial y productiva”. Además señala: “El ambiente humano y el ambiente natural se degradan juntos, y no podremos afrontar adecuadamente la degradación ambiental si no prestamos atención a causas que tienen que ver con la degradación humana y social. De hecho, el deterioro del ambiente y el de la sociedad afectan de un modo especial a los más débiles del planeta”.

El panorama actual es desolador y genera visiones catastrofistas que, aunque ciertas, resultan desesperanzadoras. Frente a ello hay que considerar que las únicas salidas posibles pasan por la construcción de la esperanza y por la convicción de que es posible resolver esta situación; por la certeza de que esta crisis es producto de la actividad humana y que, por tanto, es reversible. Cada vez más surgen cuestionamientos a este modelo de desarrollo y brota un movimiento heterogéneo y pluricultural que impulsa una nueva conciencia desde la cual el ser humano se siente religado nuevamente a la naturaleza.

Es necesario promover nuevos modelos que se centren no en el lucro sino en las personas y que transformen la relación del ser humano con la naturaleza. Este cambio implica una ardua tarea de familias, Iglesias, comunidades, empresas, gobierno, sociedad civil e instituciones educativas. Requerimos la construcción de una nueva visión ética que nos recuerde, dice Francisco, “que nosotros mismos somos tierra”, que “nuestro propio cuerpo está constituido por los elementos del planeta, su aire es el que nos da el aliento y su agua nos vivifica y nos restaura”.

Luis Arriaga, SJ, rector del ITESO

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