Jueves, 28 de Marzo 2024
Suplementos | IV Domingo de Cuaresma

Preparación a la Pascua

Con Jesús podemos pasar de las tinieblas a la luz y de la esclavitud a la libertad

Por: Dinámica pastoral UNIVA

«Escupió en el suelo, hizo lodo con la saliva, se lo puso en los ojos al ciego y le dijo:

«Escupió en el suelo, hizo lodo con la saliva, se lo puso en los ojos al ciego y le dijo: "Ve a lavarte en la piscina de Siloé". Él fue, se lavó y volvió con vista». WIKIPEDIA/«Cristo curando al ciego», de Nicolas Colombel

LA PALABRA DE DIOS

PRIMERA LECTURA

Samuel 16, 1b. 6-7. 10-13ª.

«En aquellos días, dijo el Señor a Samuel: "Ve a la casa de Jesé, en Belén, porque de entre sus hijos me he escogido un rey. Llena, pues, tu cuerno de aceite para ungirlo y vete". Cuando llegó Samuel a Belén y vio a Eliab, el hijo mayor de Jesé, pensó: "Este es, sin duda, el que voy a ungir como rey". Pero el Señor le dijo: "No te dejes impresionar por su aspecto ni por su gran estatura, pues yo lo he descartado, porque yo no juzgo como juzga el hombre. El hombre se fija en las apariencias, pero el Señor se fija en los corazones". Así fueron pasando ante Samuel siete de los hijos de Jesé; pero Samuel dijo: "Ninguno de éstos es el elegido del Señor". Luego le preguntó a Jesé: "¿Son éstos todos tus hijos?" El respondió: "Falta el más pequeño, que está cuidando el rebaño". Samuel le dijo: "Hazlo venir, porque no nos sentaremos a comer hasta que llegue". Y Jesé lo mandó llamar. El muchacho era rubio, de ojos vivos y buena presencia. Entonces el Señor dijo a Samuel: "Levántate y úngelo, porque éste es". Tomó Samuel el cuerno con el aceite y lo ungió delante de sus hermanos».

segunda LECTURA

Efesios 5, 8-14.

«Hermanos: En otro tiempo ustedes fueron tinieblas, pero ahora, unidos al Señor, son luz. Vivan, por lo tanto, como hijos de la luz. Los frutos de la luz son la bondad, la santidad y la verdad. Busquen lo que es agradable al Señor y no tomen parte en las obras estériles de los que son tinieblas. Al contrario, repruébenlas abiertamente; porque, si bien las cosas que ellos hacen en secreto da rubor aun mencionarlas, al ser reprobadas abiertamente, todo queda en claro, porque todo lo que es iluminado por la luz se convierte en luz. Por eso se dice: Despierta, tú que duermes; levántate de entre los muertos y Cristo será tu luz».

EVANGELIO

San Juan 9, 1. 6-9. 13-17.

«En aquel tiempo, Jesús vio al pasar a un ciego de nacimiento, y sus discípulos le preguntaron: "Maestro, ¿quién pecó para que éste naciera ciego, él o sus padres?" Jesús respondió: "Ni él pecó, ni tampoco sus padres. Nació así para que en él se manifestaran las obras de Dios. Es necesario que yo haga las obras del que me envió, mientras es de día, porque luego llega la noche y ya nadie puede trabajar. Mientras esté en el mundo, yo soy la luz del mundo". Dicho esto, escupió en el suelo, hizo lodo con la saliva, se lo puso en los ojos al ciego y le dijo: "Ve a lavarte en la piscina de Siloé" (que significa 'Enviado'). Él fue, se lavó y volvió con vista. Entonces los vecinos y los que lo habían visto antes pidiendo limosna, preguntaban: "¿No es éste el que se sentaba a pedir limosna?" Unos decían: "Es el mismo". Otros: "No es él, sino que se le parece". Pero él decía: "Yo soy". Y le preguntaban: "Entonces, ¿cómo se te abrieron los ojos?" Él les respondió: "El hombre que se llama Jesús hizo lodo, me lo puso en los ojos y me dijo: 'Ve a Siloé y lávate'. Entonces fui, me lavé y comencé a ver". Le preguntaron: "¿En dónde está él?" Les contestó: "No lo sé". Llevaron entonces ante los fariseos al que había sido ciego. Era sábado el día en que Jesús hizo lodo y le abrió los ojos. También los fariseos le preguntaron cómo había adquirido la vista. Él les contestó: "Me puso lodo en los ojos, me lavé y veo". Algunos de los fariseos comentaban: "Ese hombre no viene de Dios, porque no guarda el sábado". Otros replicaban: "¿Cómo puede un pecador hacer semejantes prodigios?" Y había división entre ellos. Entonces volvieron a preguntarle al ciego: "Y tú, ¿qué piensas del que te abrió los ojos?" Él les contestó: "Que es un profeta". Pero los judíos no creyeron que aquel hombre, que había sido ciego, hubiera recobrado la vista. Llamaron, pues, a sus padres y les preguntaron: "¿Es éste su hijo, del que ustedes dicen que nació ciego? ¿Cómo es que ahora ve?" Sus padres contestaron: "Sabemos que éste es nuestro hijo y que nació ciego. Cómo es que ahora ve o quién le haya dado la vista, no lo sabemos. Pregúntenselo a él; ya tiene edad suficiente y responderá por sí mismo". Los padres del que había sido ciego dijeron esto por miedo a los judíos, porque éstos ya habían convenido en expulsar de la sinagoga a quien reconociera a Jesús como el Mesías. Por eso sus padres dijeron: 'Ya tiene edad; pregúntenle a él'.

Llamaron de nuevo al que había sido ciego y le dijeron: "Da gloria a Dios. Nosotros sabemos que ese hombre es pecador". Contestó él: "Si es pecador, yo no lo sé; sólo sé que yo era ciego y ahora veo". Le preguntaron otra vez: "¿Qué te hizo? ¿Cómo te abrió los ojos?" Les contestó: "Ya se lo dije a ustedes y no me han dado crédito. ¿Para qué quieren oírlo otra vez? ¿Acaso también ustedes quieren hacerse discípulos suyos?" Entonces ellos lo llenaron de insultos y le dijeron: "Discípulo de ése lo serás tú. Nosotros somos discípulos de Moisés. Nosotros sabemos que a Moisés le habló Dios. Pero ése, no sabemos de dónde viene".

Replicó aquel hombre: "Es curioso que ustedes no sepan de dónde viene y, sin embargo, me ha abierto los ojos. Sabemos que Dios no escucha a los pecadores, pero al que lo teme y hace su voluntad, a ése sí lo escucha. Jamás se había oído decir que alguien abriera los ojos a un ciego de nacimiento. Si éste no viniera de Dios, no tendría ningún poder". Le replicaron: "Tú eres puro pecado desde que naciste, ¿cómo pretendes darnos lecciones?" Y lo echaron fuera.

Supo Jesús que lo habían echado fuera, y cuando lo encontró, le dijo: "¿Crees tú en el Hijo del hombre?" Él contestó: "¿Y quién es, Señor, para que yo crea en él?" Jesús le dijo: "Ya lo has visto; el que está hablando contigo, ése es". Él dijo: "Creo, Señor". Y postrándose, lo adoró.

Entonces le dijo Jesús: "Yo he venido a este mundo para que se definan los campos: para que los ciegos vean, y los que ven queden ciegos". Al oír esto, algunos fariseos que estaban con él le preguntaron: "¿Entonces, también nosotros estamos ciegos?" Jesús les contestó: "Si estuvieran ciegos, no tendrían pecado; pero como dicen que ven, siguen en su pecado"».

Preparación a la Pascua

Hemos llegado al cuarto domingo de Cuaresma, en esta preparación hacia la Pascua, hemos contemplado figuras en los Evangelios de estos domingos y hoy no es la excepción. Contemplamos al ciego de nacimiento que bien podemos ser tu o yo, no necesariamente porque estemos ciegos físicamente, pero en ocasiones lo podemos estar de forma espiritual. Quiero compartirles dos grandes enseñanzas: en primer lugar, con Jesús puedo pasar de las tinieblas a la luz. Este ciego de nacimiento nunca ha visto la luz. Nunca ha podido disfrutar del mundo de los colores. Ha vivido siempre en la noche de la tristeza, de la inseguridad, del no saber dónde está. Imagen perfecta para definir una persona, una sociedad sin Dios. Con Jesús descubre la maravilla del ver, del poder caminar solo, de poder disfrutar de las montañas, las flores, los animales, las personas. Y, sobre todo, de poder quedar fascinado ante la presencia de Jesús, el hombre perfecto, el hombre cabal. Con Jesús ya podrá mirar a las personas con la mirada de Dios, con la mirada del corazón. Podemos preguntarnos, ¿Qué cosas me impiden ver lo que Dios me quiere mostrar?

En segundo lugar, con Jesús puedo pasar de la esclavitud a la libertad. El ciego era un esclavo. Un ser totalmente dependiente de los demás. Su mundo era pequeño y muy reducido. El ciego era mendigo (pedía limosna, sentado). Estaba inmóvil, impotente, dependiendo de los demás. Este punto de partida es clave para resaltar el punto de llegada. Jesús le va a dar la movilidad y la independencia. Al no poder salir ni formarse, dependía de las costumbres, tradiciones y consejos de la familia. Sus padres tienen miedo a las autoridades religiosas y no quieren comprometerse. Las leyes religiosas prohibían curar en sábado y ponían la ley por encima de la persona. El horizonte que se abre para él es indescriptible. El mundo ha cambiado radicalmente. Su vida dependiente, está ahora llena de sentido. Pierde todo miedo y comienza a ser él mismo, no sólo en su interior sino ante los demás. Jesús nos da la auténtica libertad, en la medida que la queramos poseer, viene a darle plenitud a la ley, siempre en favor del hombre. Que en esta escalada cuaresmal sigamos caminando con dos firmes convicciones con Jesús podemos pasar de las tinieblas a la luz y de la esclavitud a la libertad. Para que, llegando a la semana mayor, reconozcamos el mayor acto de amor por la humanidad.

Curados por el envío

Estamos heridos de desconfianza. Bombardeados desde casi el inicio de nuestras vidas de noticias que quiebran las seguridades más básicas. Circulan palabras como violencia, desaparición, asesinatos, impunidad, y palidecen de impotencia experiencias de amistad, cuidado, protección, compromiso y verdad que parecen ser excepcionales, pues habrá que invertir en ellas enormes esfuerzos y grandes sacrificios para superar la sensación de inseguridad. Así la mirada se hace corta de principio porque teme la intemperie, la violencia y la inseguridad.

Es la enfermedad de hoy, como la del ciego del Evangelio. Llamado maldito, ante sí se extiende la tiniebla y todos señalan, sin encontrarlo, al responsable de su desgracia. Así también nacemos cargados de narraciones de miedo y desconfianza de las que se nos esconde el origen, pero no podemos ver más allá. Nuestros ojos se nublan entre las imágenes de amenaza y las palabras de alarma, y encerramos la mirada en los muros que prometen -sin cumplirla- protección. Se ha perdido la potencia de la mirada que puede embellecer la vida, como decía Nietzsche, pues se muestra incapaz de proponer transfiguración y salida a la realidad.

“Vete a lavar y vuelve”. Y la Palabra lo envió a Siloé, piscina del enviado. El ciego de nacimiento tuvo que salir de su espacio seguro, andar con sus pies y a tientas, porque alguien le había prometido vista y salvación, y, al caminar, el mundo, antes solo amenazante, le empieza a parecer suelo firme en su camino. El envío lo va curando con la confianza que ha tenido de que podrá llegar y curarse, y esa fe le contagia de fuerza y se le hace guía. Sus pasos van abriendo sendas nuevas para llegar donde le han dicho. Otros podrán seguir su camino. “El que me sanó me dijo…”, afirma el ciego, y ya no puede creer que el mundo haya de ser la condena que había vivido, por más que le amenacen para que se someta. “Creo, Señor…”, y ahora puede contarse de otra forma el mundo y hacerlo distinto: libertad y tarea para él y para quien quiera compartir su envío. Camina curado, ¿y nosotros?, ¿cómo nos va curando nuestro envío?

Pedro Reyes, SJ-ITESO

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