Martes, 16 de Abril 2024
Suplementos | Trigésimo Domingo del Tiempo Ordinario

El amor, signo de identidad del cristiano

«Amarás al Señor, tu Dios, con todo tu corazón, con toda tu alma y con toda tu mente. Éste es el más grande y el primero de los mandamientos. Y el segundo es semejante a éste: Amarás a tu prójimo como a ti mismo»

Por: Dinámica pastoral UNIVA

El amor, cuando es cristiano, se expresa como donación y no como posesión del otro. Sólo esta perspectiva permite vivir en un diálogo de hermanos que genera comunidad. WIKIPEDIA/Antonio González Velázquez

El amor, cuando es cristiano, se expresa como donación y no como posesión del otro. Sólo esta perspectiva permite vivir en un diálogo de hermanos que genera comunidad. WIKIPEDIA/Antonio González Velázquez

LA PALABRA DE DIOS

PRIMERA LECTURA

Ex. 22, 21-27.

«Esto dice el Señor a su pueblo: “No hagas sufrir ni oprimas al extranjero, porque ustedes fueron extranjeros en Egipto. No explotes a las viudas ni a los huérfanos, porque si los explotas y ellos claman a mí, ciertamente oiré yo su clamor; mi ira se encenderá, te mataré a espada, tus mujeres quedarán viudas y tus hijos, huérfanos.

Cuando prestes dinero a uno de mi pueblo, al pobre que está contigo, no te portes con él como usurero, cargándole intereses.

Si tomas en prenda el manto de tu prójimo, devuélveselo antes de que se ponga el sol, porque no tiene otra cosa con qué cubrirse; su manto es su único cobertor y si no se lo devuelves, ¿cómo va a dormir? Cuando él clame a mí, yo lo escucharé, porque soy misericordioso"».

SEGUNDA LECTURA

1Tes. 1, 5c-10.

«Hermanos: Bien saben cómo hemos actuado entre ustedes para su bien. Ustedes, por su parte, se hicieron imitadores nuestros y del Señor, pues en medio de muchas tribulaciones y con la alegría que da el Espíritu Santo, han aceptado la palabra de Dios en tal forma, que han llegado a ser ejemplo para todos los creyentes de Macedonia y Acaya, porque de ustedes partió y se ha difundido la palabra del Señor: y su fe en Dios ha llegado a ser conocida, no sólo en Macedonia y Acaya, sino en todas partes; de tal manera, que nosotros ya no teníamos necesidad de decir nada.

Porque ellos mismos cuentan de qué manera tan favorable nos acogieron ustedes y cómo, abandonando los ídolos, se convirtieron al Dios vivo y verdadero para servirlo, esperando que venga desde el cielo su Hijo, Jesús, a quien él resucitó de entre los muertos, y es quien nos libra del castigo venidero».

EVANGELIO

Mt. 22, 34-40.

«En aquel tiempo, habiéndose enterado los fariseos de que Jesús había dejado callados a los saduceos, se acercaron a él. Uno de ellos, que era doctor de la ley, le preguntó para ponerlo a prueba: “Maestro, ¿cuál es el mandamiento más grande de la ley?”

Jesús le respondió: “Amarás al Señor, tu Dios, con todo tu corazón, con toda tu alma y con toda tu mente. Éste es el más grande y el primero de los mandamientos. Y el segundo es semejante a éste: Amarás a tu prójimo como a ti mismo. En estos dos mandamientos se fundan toda la ley y los profetas”».

El amor, signo de identidad del cristiano

El señor Jesús así lo afirmó: “El mayor mandamiento es: 'Amarás al Señor tu Dios con todo tu corazón, con toda tu alma, con toda tu mente'. Y el segundo mandamiento: 'Amarás a tu prójimo como a ti mismo'”.

En este domingo trigésimo ordinario del año, el Evangelio conduce al creyente hasta la más alta cumbre, al sentido profundo, a pensar, sentir y gustar qué es, que significa verdaderamente ser cristiano. Muchos ven en la religión cristiana sólo y principalmente un catálogo de formas represivas. Otros lamentan las estructuras humanas: la organización y los ministros que conducen esa sociedad visible que es la Iglesia; y ahí se quedan. No ha penetrado su pensamiento hasta comprender que lo importante no es lo que los ojos y los oídos perciben y la mente comprende, sino que la Iglesia es —ante todo y sobre todo— una familia que cree, que espera y que ama. No se puede entender al cristiano si se está despojado de las tres verdades teologales que lo unen a Dios. Religión viene de religare, y significa atarse voluntariamente el hombre con su libertad, su inteligencia y su voluntad, a Dios. Los que se han quedado con la sola certeza fría de la ley —ese catálogo de prohibiciones odiosas—, no han comprendido —porque quizá no han meditado en las enseñanzas del Evangelio—, el sentido profundo de Buena Nueva, la ley del amor que el Hijo de Dios vino a traer a los hombres. El amor es el primero y el mayor de los mandamientos. En la escena que narra San Marcos (capítulo 22), pone frente a frente a Jesús y a un doctor de la ley, hombre sabio en lo suyo y representante de un estilo de creer —es el dogma—, de cumplir —es la ley— y de dar culto a Dios —es el culto judío—. Están frente a frente un pasado caducante y un nuevo estilo, “en espíritu y en verdad”. Este Jesús de Nazareth ha llegado a turbar su falsa paz, la paz cimentada en el dominio del pueblo, del templo, del culto.

Muchos les están sometidos más por miedo que por convicción. En torno a los dos, a Jesús y al doctor de la ley, están los grupos de gente, atentos en espera. “Amarás al señor tu Dios, con todo tu corazón, con toda tu alma, con toda tu mente”.

José Rosario Ramírez M.

El amor mueve y define a la persona

En el evangelio de este domingo, de las palabras de Jesús se concluye que el cristianismo, es decir, tanto el mensaje como el seguimiento de Cristo, es fundamentalmente amar, encontrarse con Dios en el amor a través de la fraternidad con nuestros semejantes. Amar a Dios sin amar al hombre es una utopía religiosa —una mentira, dice San Juan—, pues Dios se encarna en el hermano. Es el amor lo que da valor y constancia a la observancia legal, y no viceversa, porque el amor es el espíritu que alienta en la letra de la ley del Señor.

En la vida práctica amar a Dios directamente —y a través de Jesús— resulta más fácil que hacerlo a través del prójimo. El amor al prójimo engloba sus limitaciones y desvaríos; requiere la fortaleza que nace de una percepción distinta, original (fe), capaz de filtrar lo bueno que existe en cada persona concreta, dejando aparentemente a un lado la bondad de Dios, que juntos deseamos alcanzar.

Me hago prójimo del otro acercándome, poniéndome a su servicio, como buen samaritano, para ser mediador de los bienes salvíficos que Dios quiere brindarle a través de mí, y a mí a través de Él.

Estamos ante el misterio de un Dios-Amor que se acerca a la humanidad, se revela por Jesucristo y asume la naturaleza humana; nos ofrece un nuevo modelo de amor desde su entrega viva y amorosa a los demás. Y Jesús nos dice que el amor al prójimo es semejante al amor a Dios. Jesús predica y practica el modo de ir a Él como Padre, y nos revela un Dios nuevo y por ello mismo a un hombre nuevo, renacido, santificado.

En la medida en que actuemos con estos criterios, nuestro hacer mirará al bien compartido con dicha persona. En la comunicación profunda abrimos nuestro yo, nos hacemos prójimos, aproximándonos tanto que somos capaces de recibir al otro tal como es, respetando su peculiar identidad. Es un modo de continuar la obra de Dios al participar de su naturaleza y relación filial.

Evangelizar, es revelar la buena noticia del hombre nuevo, en todos los órdenes y perspectivas: es humanizar. Amamos lo que consideramos bueno. Si en nosotros podemos descubrir desde la fe todo lo bueno que Dios ofrece natural y sobrenaturalmente, si somos capaces de hacerlo en otros, porque también en ellos existe, hallaremos motivos suficientes para tender hacia Dios mismo, como a nuestro propio fin, a través de los hermanos.

Para testimoniar ante el mundo el evangelio del amor y mostrar el cristianismo como religión del sí, positiva y abierta a la vida, a la fraternidad y a la solidaridad humana, hemos de saber decir no al egoísmo rompiendo su cerco de estéril idolatría, incompatible con la celebración del amor de Dios por Cristo en la eucaristía y demás sacramentos de la vida cristiana.

Amor en comunidad

Ayer 24 de octubre la ONU celebró 75 años. Esta institución surgió de un ejercicio de la humanidad que decidió apostar por la paz a partir del diálogo que abre vías hacia quienes están más allá de nosotros. 

El diálogo es también el camino que Dios halla para encontrarnos “como amigos” y revelársenos, como dice la constitución Dei Verbum, del Concilio Vaticano II. El Señor se ha hecho presente a lo largo de la historia de diversas maneras. Como en el Éxodo, atento a evitar la opresión de los vulnerables. O como sustento del mandamiento más importante: amar a tu prójimo como a ti mismo.

La Palabra de Dios es una luz. Por eso quiero compartir la importancia de vivir en el amor cristiano, que requiere diálogo, respeto y libertad ante el Otro. Lo llamamos ágape y es el modo de amar que nos asegura la “no utilización” de las personas.

El amor, cuando es cristiano, se expresa como donación y no como posesión del otro. Sólo esta perspectiva permite vivir en un diálogo de hermanos que genera comunidad, porque nadie puede amar solo. Si el cristiano únicamente se ama a sí mismo corre el riesgo de ahogarse, como Narciso, en su propia imagen. 

El amor, al modo de Jesús, nos hace salir de nosotros y, por este desprendimiento, nos lleva a la plenitud. Suele decirse: “Primero hay que amarse a sí mismo para amar a los otros, porque nadie da lo que no tiene”. El amor cristiano es al revés: viene de Dios, que nos amó primero y nos invita a hacer lo mismo. Su amor, dice san Ignacio de Loyola, nos convoca “a salir del propio amor, querer e interés”.

El amor propuesto en las lecturas se nos presenta como gratuidad. Cuando es libre, generoso y desapegado, alcanza realidad teologal: en él se revela el rostro del Señor.

Comencé hablado de la ONU y concluyo con ello porque el amor se hace carne en la historia. El amor no es para esconderse en lo privado del hogar, sino para iluminar al mundo y transformarlo. La pareja y el amigo, nos recuerda el papa Francisco en su reciente encíclica, nos capacitan para salir de nosotros mismos hasta acoger a todos. El amor se vive en la cotidianidad cuando construimos sociedades incluyentes de paz, que son fruto de la justicia.

Luis Arriaga Valenzuela, SJ - Rector del ITESO
 

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