Miércoles, 24 de Abril 2024

Jalisco: entre dos pandemias

Luego de tres meses de aislamiento, la economía está asfixiada y el COVID no cede

Por: Enrique Toussaint

La realidad nos sitúa frente a una dura encrucijada: ¿Qué hacer para sobrevivir al COVID sin morir de hambre en el intento? EL INFORMADOR/E. Victoria

La realidad nos sitúa frente a una dura encrucijada: ¿Qué hacer para sobrevivir al COVID sin morir de hambre en el intento? EL INFORMADOR/E. Victoria

Encontrar la vacuna contra el coronavirus se está convirtiendo en algo así como fue llegar a la Luna para la generación de nuestros padres. Un pequeño paso para la ciencia, pero un gigante paso para la humanidad. El concepto de la nueva normalidad es inservible para entender lo que estamos viviendo. No es nueva, porque la historia está llena de pandemias y tampoco es “normal”, debido a que no hay nada de norma en la realidad que estamos enfrentando. No es nada normal que no podamos abrazar a nuestros padres. No es nada normal que los niños no estén aprendiendo en las escuelas o jugando con sus abuelos. No es nada normal que debamos estar siempre a dos metros de distancia o estarnos sanitizando cada 15 minutos. Es anormal y así lo será hasta que exista un tratamiento y encontremos la anhelada vacuna. 

En ese sentido, la realidad nos sitúa frente a una dura encrucijada: ¿Qué hacer para sobrevivir al COVID sin morir de hambre en el intento? ¿Es posible hacer compatible la economía de mercado con el derecho que tenemos todos a la salud? ¿Qué costo estamos dispuestos a pagar para reactivar la economía? ¿Somos una sociedad madura, solidaria y que entiende los riesgos a los que nos estamos enfrentando?

El gobernador emitió un mensaje el jueves por la noche. Se resume en: se acabó el confinamiento obligatorio (que, por cierto, ya casi nadie respetaba) y ahora nos toca cuidarnos en un contexto de alto riesgo por la pandemia. La economía no aguanta más y, en Puerto Vallarta, el gobernador reiteró que la gradual reapertura del comercio, la industria y los servicios se debe a que si no hacemos algo “la gente no va a morir por la enfermedad, sino de hambre”. Un discurso similar ha tenido el Presidente de la República, Andrés Manuel López Obrador, desde el primero de junio e incluso pidió a la gente “perder el miedo y salir de poco en poco”. Lo dramático es que enfrentamos la reapertura económica, no en el descenso de los contagios, sino en el incremento exponencial. Es cierto que Jalisco llega a estos días con un nivel bajo de hospitalización por COVID y, también, un nivel de contagios –en el registro histórico– que está por debajo de la media nacional. 

No obstante, la realidad se torció en el último mes. Desde el 15 de mayo, Jalisco registra un incremento acelerado de los casos y en los últimos días los contagios activos se han ido al cielo: 200%. En el mismo sentido, la tasa de reproducción efectiva (la R, tan famosa), que mide a cuántas personas contagia un infectado, se encuentra en dos; es decir, una persona con el virus contagia a dos personas (el dato debería estar en uno para afirmar que la epidemia está controlada). ¿Qué supone esto? Simple: nos encontramos en una fase de ritmo de contagios acelerado y el epicentro es la Zona Metropolitana de Guadalajara. Jalisco cuenta con camas de hospital disponibles, pero no es fácil descifrar si el sistema de salud aguantará la tendencia que nos están mostrando los casos.

Sin embargo, a la crisis sanitaria, tenemos que añadirle la otra pandemia: la económica. Aunque algunos busquen minimizar el impacto económico del Coronavirus, la realidad es que estamos frente a una auténtica devastación de empleo, muerte de empresas y desvanecimiento del ahorro de las familias. Los datos son aterradores: se han perdido más de un millón de empleos a nivel nacional, y en Jalisco la cifra podría alcanzar los 150 mil formales. A esa cifra hay que añadirle el sector informal o aquellos que, por turismo o gastronomía, tienen empleos parciales congelados por la pandemia. Y sumarles a todas esas personas que aceptaron rebajas salariales con tal de no perder el empleo. Si la pandemia sanitaria está llevando a miles de personas a la tumba, la pandemia económica está llevando a millones a la miseria. La encrucijada no es sencilla para ningún Gobierno.

Seamos sinceros: la responsabilidad individual no es la mayor fortaleza de nuestra sociedad.

Recordemos: ¿por qué llegó la pandemia a Jalisco en marzo? Por unos viajeros, bastante bien acomodados económicamente, que decidieron convivir con esquiadores de países con epidemias.

Y, por irresponsables, regresaron y ni siquiera fueron capaces de solicitar que se les hiciera una prueba. ¿Cuál fue el punto de inflexión en Jalisco? Los primeros días de mayo, los puentes, la celebración de las madres. A pesar de los reiterados llamamientos a quedarse en casa, solamente el 30% de los tapatíos siguió las indicaciones de las autoridades. Y no estamos hablando de personas que viven al día, sino de privilegiados que decidieron que ellos podían no confinarse. ¿Por qué? Porque ellos siempre hacen lo que les da la gana. Para quien vive al día y tiene que llevar pan a la mesa de su casa, mis respetos, pero para quien tiene una situación privilegiada es una atrocidad no poner de nuestra parte para superar la pandemia. 

Lo que anuncia el gobernador este domingo es un plan amplio de reapertura económica. Todos los negocios que quieran abrir deberán presentar su protocolo sanitario a las autoridades municipales.

Por ejemplo, los centros comerciales podrán abrir al 25% de capacidad y para compras individuales.

Los corredores comerciales de Guadalajara abrirán con filtros sanitarios y sólo entresemana.

Gimnasios o centros deportivos, también, deben presentar protocolos y comprometerse a una profunda sanitización de los aparatos. Vuelven las misas, pero a un aforo de 25% de la iglesia y un máximo de 50 personas.

En materia turística, los hoteles subirán la cortina con playas y albercas abiertas. Sin embargo, es difícil pensar que el sector se recupere pronto. Puerto Vallarta deberá vivir, al menos por un periodo, del turismo local y nacional, y menos del extranjero que visita la Riviera. En resumen, quitando espectáculos como conciertos, estadios o centros de aglomeración de personas como salones de fiestas, bares o antros, el resto de las unidades empresariales podrán comenzar a abrir. Los protocolos discutidos por las autoridades y que se harán públicos son ambiciosos, pero hay una incógnita: la supervisión. 

¿Es sensato que tengamos a los municipios, con poco personal para combatir los delitos o la corrupción, revisando cada negocio de la ciudad? Incluso, aunque fuera deseable, es imposible. Se apela a la responsabilidad individual y no dudo que sea la clave para evitar que la pandemia nos supere. Sin embargo, esperemos que el gobernador no sólo nos diga que la pandemia nos acompañará durante mucho tiempo y hay que aprender a vivir con ella, sino que refuerce la presión sobre esos empresarios que quieren abrir a como dé lugar (y que lo han presionado en las mesas de reactivación), sobre esa clase media y media alta, que puede contribuir a que la desescalada no sea tan dramática, o sobre las y los jóvenes que deben ser responsables de no infectarse para no poner en riesgo a adultos mayores. Mi derecho termina en donde comienza el del otro, y la salud es uno de los derechos más sagrados de nuestro orden constitucional. 

Lamentablemente, la pandemia sí reconoce de clase sociales. Y si no veamos cuales son las colonias más afectadas por el coronavirus en Guadalajara: las más pobres. Al igual que la pandemia sanitaria que golpea severamente a los más desfavorecidos (y si los hospitales se llenan serán los más pobres quienes paguen las consecuencias), la pandemia económica tiene a 12 millones sin ingresos en tres meses y el riesgo de que 10 millones caigan en pobreza durante este periodo. Es la injusticia de nuestro mundo: el pobre debe salir y arriesgarse para no morir, pero es también quién pagará las consecuencias sanitarias. Como sea, quien tiene recursos, siempre podrá pagar por una cama de hospital. Ser solidario con quien menos tiene es entender nuestros privilegios y poner de nuestra parte para que la reactivación económica cueste las menos vidas posibles. Un sálvese quien pueda —pagarlo— sólo significaría la tumba para miles de personas. 

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