Martes, 07 de Mayo 2024

México (y el mundo) gana con Biden

No es cierto que sea lo mismo que Trump, ese relativismo ha pavimentado la llegada al poder de gobernantes autoritarios

Por: Enrique Toussaint

Un presidente de EU respetuoso con la democracia, la verdad, las libertades, la igualdad entre hombres y mujeres, la igualdad racial y la justicia es una buena noticia para México. AFP/O. Douliery

Un presidente de EU respetuoso con la democracia, la verdad, las libertades, la igualdad entre hombres y mujeres, la igualdad racial y la justicia es una buena noticia para México. AFP/O. Douliery

Joe Biden es un hombre tranquilo. A veces, hasta gris. En un mundo de machos fuertes que se imponen a gritos, Biden transpira moderación. Sus discursos no buscan enfrentar a los ciudadanos por sus ideologías políticas. Por el contrario, hablan de unidad y reconciliación. En un momento en donde el fanatismo y la intolerancia parecen ser la moneda de cambio, el virtual presidente de los Estados Unidos, supo unir a un partido demócrata igualmente polarizado y supo vencer en territorios, obreros, que se habían decepcionado de los liberales americanos. La política no como el arte de someter e intimidad, sino como el arte de tejer acuerdos y acercar posiciones.

Biden no emociona, pero es el presidente más votado de la historia de los Estados Unidos. 74 millones de electores, nueve millones más que Hillary Clinton hace cuatro años. Cinco millones más, que el mejor Barack Obama. Es cierto, hoy nos alegra más la derrota de Donald Trump que la victoria de Joe Biden. El centrismo, en muchas ocasiones, se vuelve blanco de ataques de tirios y troyanos. En México, los simpatizantes del presidente López Obrador catalogan a Biden como la marioneta de los poderes fácticos y el establishment. Y, la derecha mexicana, casi lo ve como un liberal desenfrenado: abortista y muy progre.

Sin embargo, un presidente moderado en Estados Unidos es una buena noticia para México. No digo que sea una buena noticia necesariamente para el presidente Andrés Manuel López Obrador. López Obrador y Trump habían tejido una relación bastante fluida (como aquella de Vicente Fox y George W. Bush). El nuevo Gobierno de México (y también el de Peña Nieto) dobló las manos y le entregó la estrategia de contención migratoria a la Casa Blanca. Comparten una visión que minimiza el COVID y hasta el Presidente de México fue a Washington a decir que Trump era amigo de México. A López Obrador le convenía la continuidad en la Casa Blanca de su amigo Trump; a México, no. Me explico.

Primero, estabilidad. Nuestra relación con Estados Unidos en estos últimos 24 meses, se caracteriza por la incertidumbre. Trump nos amenazó con incrementar los aranceles si no nos sometíamos a ese muro que ya no sólo se quería desplegar en la frontera Norte, sino en todo el país. Intercambiar libre comercio por represión, es inhumano y atenta contra todos nuestros valores. Pero, debo de reconocer que López Obrador estaba entre la espada y la pared. Y el menos malo de los escenarios era el que al final eligió. Con Biden no veremos cheques en blanco. No seamos ilusos. Empero, Biden no buscará beneficiarse de imágenes en donde México viola los derechos humanos y somete a migrantes desarmados. No lo comprenden algunos -o no lo quieren comprender- Trump y Biden no son lo mismo.

Segundo, no dudo que el nexo entre Biden y los sindicatos cercanos al Partido Demócrata mantengan un cierto nivel de proteccionismo, pero el objetivo de la Casa Blanca no será dinamitar el grueso de las inversiones de las trasnacionales estadounidenses en otros países, particularmente en México. No habrá una política velada para destruir empleos en el resto del mundo con el supuesto objetivo de devolverlos a la Unión Americana. Hay quien cree que nos iría mejor si Trump se mantuviera en el Gobierno de Estados Unidos y pudiéramos ser beneficiarios de sus caprichos. Es una visión de sometimiento inaceptable. Con Biden, México conoce las reglas y sabe que no cambiarán de la noche a la mañana por un tuitazo. La certidumbre es la base para captar inversiones y generar empleos.

Una tercera, el retorno de Estados Unidos al multilateralismo es una buena noticia para México. Nuestro país negocia, en mejores condiciones, si enfrente existe un país comprometido con las instituciones multilaterales. Economía, seguridad, medio ambiente, economía, México está en una posición de fuerza si estos debates se canalizan y se deciden en el seno de organismos internacionales. Biden es un hombre formado en la diplomacia y la negociación, eso empodera a nuestra Cancillería y al papel que México debe jugar en el mundo. Decía Robert Kagan que “el multilateralismo es para los débiles”; en un mundo dominado por la disputa entre Estados Unidos y China, México debe celebrar que nuestro vecino vuelva a los compromisos con el mundo y su futuro.

Cuarta buena noticia: la victoria de Biden y el impacto político del COVID puede suponer una vuelta a la moderación y el centrismo. El COVID demostró que el populismo nacionalista inventa enemigos para enfrentar a ciudadanos, unos contra otros. Incluso, Trump quiso usar al bicho para su campaña: ¡Vino de China! La crisis por el COVID demuestra, día a día, que la ciencia está para resolver los problemas de la ciudadanía, y no es una supuesta invención de las elites y el capitalismo para controlar a la población. Trump, Johnson, Salvini, Bolsonaro son los rostros de un péndulo populista y ultranacionalista. Un péndulo cargado de machismo, racismo, xenofobia y discriminación. La moderación supone un mundo que vuelve a la política y la negociación, eso favorece a países como México que nunca han defendido ni ideas radicales ni enfrentamientos en el sistema internacional.

Y una última, la imagen de México en el mundo. Una parte importante del llamado “poder suave” de los países tiene que ver con su identidad y su poder para atraer. Cuando hablamos de moda pensamos en Italia; cuando hablamos de cine pensamos en Estados Unidos o India; cuando pensamos en alta repostería y comida pensamos en Francia; cuando pensamos en futbol, nuestra mente va a Brasil. El ataque inhumano de Trump a México no ha sido contrarrestado ni por el Gobierno de Peña Nieto ni por el de López Obrador. Ante el insulto del racista, las instituciones mexicanas han callado. Llamarnos violadores, holgazanes, narcotraficantes, ha dañado profundamente la imagen de México en el mundo. Tenemos una gran oportunidad para recuperar el prestigio de México en el mundo, ése que se construyó cuando México no rompió con Cuba tras la crisis de los misiles; cuando México recibió miles y miles de exiliados que venían huyendo de cruentas dictaduras, o cuando México sirvió como mediador en conflictos internacionales.

Hace cuatro años, nos decían que Trump y Clinton eran igual de malos para México. En esta elección, una parte de la comentocracia que simpatiza con el Gobierno, coqueteó abiertamente con la reelección de Trump. El trumpismo buscó destruir la democracia en Estados Unidos, pero no lo logró. Las instituciones resistieron. Su última afrenta fue inventar un fraude electoral. El trumpismo es, también, la construcción de una realidad alterna cimentada en mentiras. La política en Estados Unidos, por su importancia global, marca el ritmo de los cambios. Un presidente de Estados Unidos respetuoso con la democracia, la verdad, las libertades, la igualdad entre hombres y mujeres, la igualdad racial y la justicia es una buena noticia para México.

Tapatío

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