Domingo, 07 de Diciembre 2025

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México en el centro de la seguridad estadounidense: más integración, mayor presión

Por: Luis Ernesto Salomón

México en el centro de la seguridad estadounidense: más integración, mayor presión

México en el centro de la seguridad estadounidense: más integración, mayor presión

La Casa Blanca publicó el viernes su nueva Estrategia de Seguridad Nacional, un documento que redefine el papel de Estados Unidos en el mundo y, con ello, el lugar de México en el hemisferio. Su lenguaje es contundente; sus implicaciones, profundas. Para bien o para mal, el texto coloca a México en el centro de una arquitectura de poder que se está reordenando con velocidad inusual.

Estados Unidos identifica cuatro vectores cruciales para su seguridad: frenar la migración masiva, enfrentar a los cárteles mediante instrumentos incluso militares, reorganizar las cadenas de suministro para reducir su dependencia de China y limitar la presencia tecnológica y económica de potencias extrahemisféricas. Ningún país está tan alineado -y tan expuesto- a estos ejes como México.

El giro estratégico recuerda un episodio decisivo del Imperio romano. Cuando Adriano asumió el mando en el año 117, heredó un imperio vasto pero vulnerable. Comprendió que la estabilidad no dependía de seguir avanzando, sino de ordenar el perímetro. Prefirió “conservar lo adquirido antes que procurar más”. Reforzó fronteras, levantó sistemas de vigilancia como el célebre Muro de Britania y reorganizó la diplomacia con los pueblos vecinos. No expandió el imperio: lo estabilizó.

En su esencia, la estrategia estadounidense opera bajo la misma lógica. No busca extender su presencia territorial; busca fortalecer el control de su entorno inmediato. Y México es el equivalente contemporáneo de aquellos pueblos del Rin o el Danubio: el espacio donde convergen la seguridad del centro hegemónico y la autonomía de la periferia.

El primer eje del documento declara el “fin de la era de la migración masiva” y sitúa la seguridad fronteriza en el corazón de la seguridad nacional. Al vincular migración con delincuencia, terrorismo y erosión social, eleva la expectativa de que México funcione como un filtro de doble sentido: conteniendo sus propios flujos hacia el norte y, simultáneamente, los de terceros países. Ese mandato no será retórico. Aranceles, sanciones, acuerdos condicionados y beneficios del nearshoring se convertirán en palancas de presión.

En paralelo, el combate a los cárteles se redefine como amenaza estratégica. La Estrategia contempla “despliegues específicos” con uso de fuerza letal y coloca el tráfico de drogas -incluidos precursores de fentanilo- en la misma categoría de riesgo que la penetración tecnológica china o la vulnerabilidad de cadenas críticas. El escenario admite acciones unilaterales por parte de Washington y anticipa una cooperación más asimétrica que nunca.

El ámbito económico tampoco queda al margen. El documento afirma que la seguridad económica es seguridad nacional, lo que impulsa a Estados Unidos a reindustrializarse, relocalizar sectores clave y vigilar estrictamente las inversiones extranjeras. México aparece mencionado como plataforma potencial de triangulación china, una señal de que el comercio regional enfrentará reglas más estrictas, paneles más frecuentes en el T-MEC y una supervisión intensa en puertos, telecomunicaciones, energía y minería.

Sin embargo, junto a estos riesgos surge una oportunidad histórica. En un hemisferio donde Estados Unidos quiere cadenas productivas más cortas y seguras, México puede consolidarse como pieza central del nearshoring norteamericano. Su geografía, su base industrial y la posibilidad de una mayor transferencia tecnológica podrían situarlo en una posición sin precedentes. El desafío será administrar esa ventaja sin sacrificar autonomía ni cerrar espacios de diversificación estratégica.

La Estrategia estadounidense también es soberanista. Reivindica la primacía del Estado y justifica decisiones unilaterales “cuando la seguridad nacional lo exija”. Esa coincidencia discursiva con ciertos sectores mexicanos no debe confundirse con simetría. Al contrario: la noción de perímetro seguro reduce el margen para recurrir a mecanismos multilaterales y desplaza la relación hacia una bilateralidad rigurosa, donde cada decisión es interpretada en clave estratégica.

Como en tiempos de Adriano, México enfrenta a un imperio que ha decidido redibujar su perímetro político, económico y tecnológico. No es un repliegue, sino una reorganización del poder. Y cuando el centro reconfigura sus fronteras, las naciones del borde deben repensar sus estrategias. México tendrá que definir una doctrina propia, fortalecer sus instituciones, clarificar qué sectores considera estratégicos y replantear su política de inversiones con perspectiva de Estado.

La oportunidad está ahí, pero exige claridad y firmeza. El reto no consiste solo en responder a las nuevas demandas de Washington, sino en evitar que la seguridad de otro país sustituya la nuestra. Los vecinos que prosperan en momentos de reorganización hegemónica no son los que resisten ciegamente ni los que se alinean sin condiciones, sino los que negocian desde su fortaleza interna.

México está ante esa disyuntiva. Y la forma en que responda marcará su lugar en el mundo.

luisernestosalomon@gmail.com
 

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