Domingo, 07 de Diciembre 2025

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Ideologizar y polarizar

Por: Armando González Escoto

Ideologizar y polarizar

Ideologizar y polarizar

Es curioso observar que hoy día todo mundo denuncia ideologizaciones y polarizaciones en nuestra sociedad, sin darse cuenta de que los mismos que las denuncian, en buena medida, están tan ideologizados y polarizados como los demás.

Para ordenar nuestras ideas, recordemos que no hay polarización sin una previa ideologización. La ideologización es un proceso duro que, a base de introyectar información parcial, extrema y preocupante, inflama el cerebro; no toda esa información es falsa, la magia del ideólogo radica en saber manejar datos fidedignos con interpretaciones que rebasan sus premisas, sacando conclusiones casi siempre de futuro y casi siempre fantasiosas, sean de felicidad extrema o de desgracias sin cuento. El “paraíso de los trabajadores” que prometió el marxismo por décadas, hasta que los trabajadores se cansaron de esperar, no es ajeno al escenario catastrofista de los que hoy solo ven crisis, fracasos y un futuro de dictaduras totalitarias en México, que, si nos ponemos en el campo de lo “posible”, todo lo es. La ideología escapa siempre al campo de lo probable, porque eso es ya un asunto mucho más serio e intelectualmente exigente.

Por supuesto que en México ya hemos tenido dictaduras: Santa Anna, Juárez, Porfirio Díaz y la dictadura de un partido que se mantuvo en el poder setenta años; con todas ellas los mexicanos supieron convivir y hasta quienes las combatieron acabaron siendo amigables beneficiarios.

El caso es que un cerebro inflamado hace que las vísceras usurpen la palabra y usen como ariete un discurso que debería tender puentes para el encuentro y el diálogo. En su lugar surge la denostación, el reclamo, la condena, la falsaria crítica de los partidos de oposición que en su momento hacían lo mismo que ahora denuncian. Un ente ideologizado y polarizado, se trate de una persona o de un sector social, empresarial o incluso religioso, solamente verá defectos y errores, junto con sospechas de un futuro amañado, incierto y funesto.

Esta ideologización arrastra y desfigura la historia, la altera y la manipula como para modificar la fecha en que se fundó Tenochtitlán, o afirmar que todo cuanto haya sucedido en y a la Ciudad de México benefició o perjudicó no solo a todo el país, sino incluso a toda América, o predicar que la historia de México se reduce a cuatro transformaciones, o que la Cristiada haya sido una épica perfecta e impoluta de principio a fin que involucró a todos los mexicanos.

Solo cuando el cerebro se desinflama, es decir, supera la ideologización, dejamos de ver gigantes amenazantes donde solo hay molinos de viento descompuestos. Entonces las aguas se aclaran y podemos de nuevo mirar nuestro pasado sin lentes de aumento; de lo contrario, nos volvemos predicadores fundamentalistas que por todas partes repetimos obsesivamente el mismo relato apocalíptico sin mirar ya las consecuencias; paradójicamente, el predicador integrista es un agente totalitario y se da lo mismo en la izquierda que en la derecha, un incendiario tanto más peligroso cuanto más ciego está.

La polarización es hoy día un fenómeno social en que todo mundo está cayendo sin advertirlo, porque la ideologización no solo provoca la pérdida de la objetividad, también anula la capacidad de autocrítica; ya no nos damos cuenta de los disparates que decimos ni mucho menos de las consecuencias que pueden acarrear a un público acrítico e influenciable.

Hoy día son agentes ideologizadores los partidos políticos, algunos sectores empresariales, no pocos líderes sociales de todas las clases, así como los medios de comunicación con sus infinitas redes, actuando a tenor de los intereses del amo que les paga.

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