Hay momentos en que la historia parece suspenderse para preguntarnos si somos capaces de acompañar el tiempo que vivimos. La irrupción de la inteligencia artificial ese nuevo huésped de nuestras conciencias- constituye uno de esos momentos. “The Economist” ha señalado recientemente que la IA está “reconfigurando la infancia”, alterando la manera en que niñas y niños leen, aprenden, sienten, juegan y se relacionan con el mundo. No es una metáfora: es un acontecimiento que atraviesa lo más íntimo de la formación humana.Para México, un país donde las desigualdades son estructurales, la pregunta es más grave y también más urgente. ¿Cómo llega esta revolución tecnológica a un territorio educativo fragmentado y disperso como el nuestro? Sin duda, la IA está transformando el aprendizaje de la lectura, de la escritura y del razonamiento matemático a una velocidad que ningún sistema escolar -ni siquiera los mejor financiados- logra asimilar. México llega a esta encrucijada con escuelas donde ni siquiera hay electricidad estable, agua, o donde una computadora es un lujo y donde el acceso a internet es intermitente o inexistente.María Zambrano decía que la educación debía ser “despertar a la persona en su vocación de claridad”. Pero ¿cómo hablar de IA en un país donde la mitad de las escuelas rurales no tiene conectividad, y donde la pluralidad lingüística -tan valiosa, pero tan frágil- queda fuera de los circuitos tecnológicos dominantes? La IA aparece entonces como un faro distante: ilumina, sí, pero de manera desigual, ampliando la sombra allí donde ya había oscuridad.Los textos de The Economist advierten también que la IA está moldeando nuevas formas de interacción emocional y social; que los juguetes inteligentes, los tutores digitales y las aplicaciones conversacionales acompañarán o sustituirán momentos fundacionales de la vida afectiva infantil. Los métodos pedagógicos que siguen vigentes -anquilosados, repetitivos, sostenidos en prácticas memorísticas y en dinámicas verticales- tampoco están preparados para este giro civilizatorio. Mientras el mundo discute cómo integrar tutorías inteligentes, cómo evaluar aprendizajes mediados por algoritmos y cómo proteger la privacidad de la infancia, México debate aún si debe o no, y cómo, enseñar pensamiento crítico, si los libros de texto deben contener ideologías coyunturales o si las escuelas deben funcionar como trinchera ideológica. La distancia entre el debate global y el debate local es ya, en sí misma, una forma de desigualdad.Pero sería un error pensar la IA solo como amenaza. The Economist subraya que la personalización del aprendizaje podría reducir rezagos, fortalecer habilidades lectoras y matemáticas, y ampliar el acceso a la educación a grupos históricamente marginados. En un país pluricultural, una IA bien diseñada podría revitalizar lenguas indígenas, crear contenidos pedagógicos contextualizados y apoyar procesos de alfabetización en comunidades remotas. La tecnología, como toda herramienta humana, guarda en su interior tanto la promesa como el abismo.María Zambrano afirmaba que el porvenir no se recibe: se conquista. Y México está ante la disyuntiva de conquistar una modernidad inclusiva o resignarse a una fragmentada y excluyente. La IA no será, por sí misma, la redención ni la condena; pero sí puede convertirse en un nuevo rostro de la exclusión si no se actúa con lucidez.La educación mexicana necesita una reforma profunda que no comience por la tecnología, sino por la justicia; pues solo desde un horizonte de igualdad, puede la IA convertirse en aliada y no en frontera. El riesgo es que la tecnología avance más rápido que nuestra capacidad ética para acompañarla. México debe decidir si la inteligencia artificial será una herramienta para abrir caminos o un nuevo muro que separa. La infancia, siempre la infancia, es la que pagará nuestra decisión. Y quizá, como diría Zambrano, debamos volver a escuchar el temblor del porvenir en preguntas como: ¿qué clase de mundo queremos que la IA enseñe a nuestras niñas y niños?, ¿qué parte de nuestra humanidad estamos dispuestos a delegar? Porque en ese tembló se juega el destino educativo del país.