Miércoles, 17 de Septiembre 2025

LO ÚLTIMO DE Ideas

Ideas |

Zoé, la maestra sin alma

Por: Ricardo Villanueva

Zoé, la maestra sin alma

Zoé, la maestra sin alma

¿Puede una máquina sustituir lo que significa ser maestro?

Hace unos días ocurrió algo que parecería anecdótico, pero que marca un parteaguas en la historia de la educación. Para ser precisos, el pasado 11 de agosto, en el Colegio San José de Villa Cañás, Argentina, una maestra llamada Zoé impartió su primera clase. Zoé no es una profesora común: es una docente metahumana, creada con inteligencia artificial (IA), capaz de atender a sus alumnos en cualquier momento, responder preguntas por WhatsApp, videollamada o mail y acompañar el aprendizaje sin descanso.

A primera vista, podría parecer un experimento más en estos tiempos de avances vertiginosos. Pero para quienes nos dedicamos a la educación, lo sucedido con Zoé no es una simple curiosidad futurista: es una alerta. Nos obliga a pensar en el riesgo de reducir el concepto amplio de educar a la simple transmisión de información, justo el ámbito en el que una máquina puede ocupar nuestro lugar.

La IA ya estaba en las aulas: chatbots que resuelven dudas, aplicaciones que adaptan contenidos al ritmo de cada alumno. Pero Zoé va más lejos: tiene rostro, voz y disponibilidad absoluta, diseñada para interactuar como si fuera humana.

Zoé ofrece ventajas evidentes: una maestra que no se enferma, que no cobra salario ni prestaciones, que nunca se cansa y que puede repetir la misma lección miles de veces. Pero detrás de esa eficiencia hay un riesgo: una educación sin la chispa irrepetible de lo humano.

La pregunta de fondo es inevitable: ¿qué significa ser maestro en una era en la que la información está al alcance de un clic?

Un buen maestro nunca ha sido solo un transmisor de datos. La memoria puede guardarse en libros, en bibliotecas digitales o ahora en algoritmos sofisticados.

Enseñar es algo más: es percibir cuando un estudiante necesita una palabra de aliento, es entusiasmar con una historia, un experimento, un gesto, es incluso equivocarse frente al grupo y enseñar humildad al reconocerlo y, sobre todo, es capacitarse permanentemente para estar a la altura de nuestros estudiantes.

Zoé podrá explicar fórmulas, pero no contagiar entusiasmo. Podrá recitar un poema, pero no emocionarse al leerlo. Podrá corregir un examen, pero no inspirar una vida. Si confundimos educación con transmisión de información, entonces sí estaremos perdidos.

La aparición de Zoé no debería provocar miedo, sino reflexión. La tecnología no es enemiga. Bien usada, puede ser un recurso extraordinario para democratizar el conocimiento. Claro que también implica un reto para el maestro: capacitarse en el uso de estas nuevas herramientas para ponerlas al servicio del estudiante. El reto de entender y dominar estas tecnologías para que se conviertan en una aliada poderosa.

Pero el verdadero reto será no olvidar que la IA nunca podrá reemplazar la inteligencia del corazón.

Zoé ya dio su primera clase. El futuro ya es pasado y presente. Pero queda una pregunta abierta: ¿vamos a resignarnos a ser comparados con un algoritmo… o vamos a reivindicar el valor civilizador de “La Universidad” con lo único que una máquina nunca podrá dar: la experiencia profundamente humana de aprender entre nosotros?

twitter.@rvillanueval
 

Temas

Lee También

Recibe las últimas noticias en tu e-mail

Todo lo que necesitas saber para comenzar tu día

Registrarse implica aceptar los Términos y Condiciones