Viernes, 26 de Abril 2024

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¿Y qué pasó con el famoso 2020?: Devenires del urbanismo tapatío

Por: Juan Palomar

¿Y qué pasó con el famoso 2020?: Devenires del urbanismo tapatío

¿Y qué pasó con el famoso 2020?: Devenires del urbanismo tapatío

La ciudad de Guadalajara, toda ella, tenía una cita mayúscula con este año, el 2020. Casi ninguno de los propósitos planteados en las ya lejanas reuniones realizadas para el caso por las fuerzas vivas se ha cumplido. Sería necesario, de entrada, analizar las causas de tal falta de resultados. Porque la convocatoria estuvo bien hecha, y despertó un notable entusiasmo entre los actores concernidos. Guadalajara 2020 pasó, durante algunos meses, como el sinónimo de renovación urbana, de optimista cordura, de esperanza. Y todo fracasó, en el oleaje de las premuras, de la falta de seguimiento, de la improvisación.

Por mientras, la gestión de la ciudad ha oscilado entre lo catastrófico y lo inexistente. Siglas van y vienen, instituciones son conformadas, planes expuestos. Nada de eso ha trascendido a las calles, a la vida cotidiana de la urbe. O muy poco. Los tecnócratas se afanan, equipos “multidisciplinarios” se dedican a explicarnos lo que es la ciudad.

Curiosamente, la época dorada del urbanismo jalisciense y tapatío discurrió, más o menos, entre 1939 y 1975. 36 años en los que se pudo, con sencillez y sentido común, hacer una ciudad modesta y sensata, hasta bonita. ¿Quiénes trabajaron en esas labores? Puros ingenieros y arquitectos, algún geógrafo, algunos topógrafos. Alguna vez vino de México, en plan doctoral, un arquitecto José Luis Cuevas. Se retiró entre rechiflas del respetable.

Así que puros ingenieros sensatos, que dominaban la materia. Desde Pedro Castellanos, Juan Palomar y Arias, Ignacio Díaz Morales (quien por aquellos años solía ser ingeniero), Jorge Matute Remus, Elías Gonzáles Chávez, José Luis Arreguín y algunos otros. Los primeros arquitectos que, en la siguiente generación, se integraron a esta pléyade de urbanistas fueron Jorge Camberos Garibi, Alberto Leonel de Cervantes, Luis Sube Ibarra, Gabriel Casillas Moreno…

Enseñanza: para una cabal planeación urbana se ocupan ingenieros y arquitectos. Están de sobra los “urbanistas” de flamante título, los tecnócratas de estadísticas y planotes cibernéticos, los sociólogos emborucados, los “especialistas” con varias maestrías y doctorados, y por supuesto, los políticos. Basta con ver los resultados de los últimos 45 años. Y sacar conclusiones. La herramienta usada por los originales urbanistas se llamaba Plano Regulador, y punto.

Estas consideraciones están lejos de ser nostálgicas. Al revés, son absolutamente pragmáticas. Está demostrado que cuatro cerebros brillantes y organizados piensan más y mejor que cuarenta burócratas más o menos ineptos. ¿Qué esperamos? Regresemos la gestión de la ciudad a quien de veras sabe de ella, de primera mano, sin rollos ni pretensiones “teóricas” (más que las obvias e indispensables).

Entonces se podrá pensar en formular otro objetivo: Guadalajara 2030. Y por mientras nos organizamos.

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