Martes, 16 de Abril 2024

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Vivir en el camión

Por: Rubén Martín

Vivir en el camión

Vivir en el camión

La moderna sociedad capitalista se define como una máquina productora de nocividades, sostiene el filósofo político anarquista catalán Miguel Amorós. Esta afirmación tan radical puede confirmarse tan sólo con observar como es nuestra vida cotidiana en las ciudades.

Salvo para algunos élites privilegiadas, vivir y moverse en las ciudades se ha vuelto muy complicado y nocivo. Tomemos solo un aspecto de las actividades que cotidianamente tenemos qué hacer quienes vivimos en las ciudades: transportarnos.

El pasado 2 de julio, aquí en EL INFORMADOR se reseñaron los datos del Índice de Satisfacción con el Acreditado (ISA) elaborado por el Instituto del Fondo Nacional de la Vivienda para los Trabajadores (Infonavit) a sus afiliados. Entre otros aspectos, se preguntó por el tiempo cotidiano de traslado de un jefe de familia. Los resultados son preocupantes.

Un habitante de Tlajomulco gasta 106 minutos diarios para un traslado, uno de Guadalajara 85.5 minutos, otro de Monterrey 72.8 minutos y quien vive en la Ciudad de México tarda hasta 68.5 minutos en sus traslados cotidianos.

Esto quiere decir que un habitante promedio de los fraccionamientos-dormitorios de Tlajomulco, en la zona metropolitana de Guadalajara, gastan casi cuatro horas diarias de sus vidas sólo en trasladarse en transporte público.

Los testimonios recogidos por este diario dan cuenta de este calvario cotidiano. Por ejemplo, la vida diaria de José de Jesús Padilla, habitante del fraccionamiento El Colibrí, en Tlajomulco, quien afirma que usualmente pasa hasta cuatro horas en el transporte público. Este habitante de Tlajomulco relató que se despierta a las 3:00 de la mañana para tomar su transporte a su trabajo en un fondo de pensiones por la zona de la Base Aérea, en Zapopan. Además de su jornada de trabajo, Jesús Padilla gasta cuatro horas de su vida diaria en los camiones de transporte público.

Las consecuencias de un ritmo de vida así, pueden imaginarse. “No convivo mucho con la familia. Casi no te conocen los hijos y la esposa. Cuando llego están dormidos y sólo los disfruto los fines de semana. Me he perdido de muchas cosas”, dijo Jesús Padilla.

En otro testimonio semejante, Margarita Rodríguez vecina del fraccionamiento Cima del Sol en Tlajomulco, gasta también hasta cuatro horas en el transporte público. Trabaja cerca de la zona de Chapultepec y dice que si quiere regresarse sentada en un camión debe tomarlo poco antes de las 5 de la tarde. Pero en las dos horas de regreso muchas veces se ha tenido qué aguantarse las ganas de ir al baño y eso le ha afectado la salud. “Tuve problemas en la vejiga por aguantarme de ir al baño, y a los cuatro meses tuve que ir al hospital”.

Son apenas dos testimonios de cientos de miles de habitantes de la zona metropolitana que gastan buena parte de su vida diaria viviendo en los camiones públicos, y que padecen diariamente un modelo de transporte y de ciudad nocivo y pernicioso.

Pero no un modelo de ciudad y de transporte que tenía qué ser así. Es un modelo de ciudad que ha construido el modelo neoliberal, es decir, una ciudad que los gobernantes propiciaron dejándola al gusto y necesidad de los empresarios inmobiliarios y del transporte. Es una ciudad inhumana que tenemos que liquidar. Nadie debería vivir en los camiones públicos. 

(rubenmartinmartin@gmail.com)

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