Miércoles, 22 de Mayo 2024

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“Vienen por mí”

Por: Jonathan Lomelí

“Vienen por mí”

“Vienen por mí”

Acabo de colgar una llamada con un médico psiquiatra, especializado en el tratamiento de adicciones, después de recibir un correo suyo por mi columna de ayer titulada: “‘Crystal’, droga del demonio”. Aquí un fragmento de su mensaje:    

“He sido testigo directo del ‘boom’ o auge en el consumo del ‘crystal’ en los últimos 10 a 12 años, y he presenciado un fenómeno poco descrito, pero más que evidente, en la descomposición de la calidad de vida de la sociedad tapatía, asociado a este consumo. Conozco decenas de centros de rehabilitación, llenos todos de consumidores de esta droga, y puedo afirmar que gran parte de los delitos cometidos en nuestra AMG se encuentran asociados directa o indirectamente con este consumo, que ya forma parte de la cultura tapatía”. 

Corroboré sus credenciales, pero me pidió omitir su nombre por seguridad. Me contó que en 2010 en Jalisco era excepcional atender a un paciente con psicosis inducida por alguna droga. Ahora puede atender hasta diez en un día: “Muchos de los pacientes que tengo presentan psicosis”. Esto responde al consumo del ‘crystal’ que se traduce en delirios e ideaciones del tipo: “Es que me pone los cuernos”, “Me está viendo feo”, “Vienen por mí”, “Me quiere matar”... y por lo general el adicto actúa ante esas fantasías.     

Como expliqué ayer, el consumo del ‘crystal’ se disparó en Jalisco. En 2010 el 4 por ciento de los internos en centros de rehabilitación se dijeron adictos a esta droga sintética. El año pasado la cifra se elevó a 68 por ciento, según datos de la Secretaría de Salud Jalisco.   

Su auge explica en parte la proliferación de anexos o centros clandestinos de tratamiento contra las drogas. También tendría alguna relación con el aumento de la indigencia. Y por supuesto, la comisión de delitos menores y de alto impacto. 

Por ejemplo, un kilo de cobre vendido en 150 pesos alcanza para una “grapa” o “micha” de ‘crystal’. Ese cobre lo obtienen muchas veces de los medidores de agua (el Siapa reporta que se roban más de 6 mil de estos aparatos al año). 

Su particularidad es que, a diferencia de otras drogas, sus efectos duran de dos a tres días. Esta droga es potente. Es barata. Es accesible. Es un gran negocio.  

Me sorprendieron las llamadas, correos y mensajes que recibí ayer de lectores y conocidos para corroborar y ampliar esta tesis sobre el protagonismo trágico de esta droga en nuestra sociedad. Justo ponía punto final a esta columna cuando sonó el teléfono. Era un político transexenal que ha ocupado puestos clave en seguridad: “El ‘crystal’ no es un problema, es el problema”, me aseguró. 

Muchas veces entendemos la violencia como quien lee el último capítulo de un libro en donde el desenlace son homicidios, feminicidios, violencia intrafamiliar y delincuencia en general. Pero hay que leer el libro completo en donde el ‘crystal’ conforma un capítulo entero de esta historia. 

P.D.

Gracias a Banorte que contactó a Martina para solucionar su problema luego del relato que compartí el viernes pasado. Muchas historias que publico aquí surgen de lectores y lectoras que me escriben como Martina. Si tienes una historia, no dudes en escribirme. 

jonathan.lomeli@informador.com.mx

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