Jueves, 25 de Abril 2024

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Versos que no dejaré caer

Por: Martín Casillas de Alba

Versos que no dejaré caer

Versos que no dejaré caer

“El azar o el destino dieron a Shakespeare las triviales cosas terribles que todo hombre conoce; él supo transmitirlas en fábulas, en personajes mucho más vívidos que el hombre que los soñó, en versos que no dejarán caer las generaciones, en música verbal…”, escribió Borges y, sí, no hay que dejar caer esos versos.

Tal vez por eso y por el deseo de entender mejor la trama y las metáforas, entre 2006 y 2008 trabajé y publiqué en El Globo Rojo cinco volúmenes con la primera versión de los 154 Sonetos de Shakespeare en donde expliqué, con una prosa desbocada, lo que estaba detrás o al frente de cada uno de los sonetos.

Viajé a Londres y a Wilton House, cerca de Salisbury, para conocer los escenarios antes de ponerme a trabajar con dos versiones en español –para un palimpsesto– además de revisar el original, línea por línea, y tomar en cuenta las notas de Katherine Duncan-Jones y las explicaciones de Helen Vendler.

A finales del año pasado, Bonilla Artigas Editores aceptó publicar una segunda versión de estos Sonetos corregidos durante toda una década, para que sean parte de su colección ‘Asterisco 1’ en un sólo volumen, agrupados en 20 temas, cada uno con una breve introducción que están a la venta en Gandhi y FCE.

Los sonetos no se pueden leer de corrido. En todo caso, por tema, según el humor que tengamos y, dentro de cada uno de ellos, propongo lean uno o dos sonetos hasta darle el golpe para disfrutarlos como los buenos manjares, esos que necesitan digerirse dándole de vueltas a la historia y a la retórica hasta que, de pronto, como relámpago, nos ilumine por un instante para ver mejor los sentimientos que no sabríamos cómo explicarlos de otra manera.

El primer grupo está formado por 17 sonetos en donde el poeta trata de convencer a un joven para que tenga un heredero. En los siguientes 108 narra su historia de amor con un joven noble, aunque, en algunos sonetos, se aplica para los dos géneros y luego, en los últimos 27 nos habla de sus amores con una morena aceitunada de pelo negro enchinado (dark lady) que arma un triángulo amoroso con el poeta y su amigo como los dos catetos y, ella, la bella hipotenusa, antes de que se tengan que ir a curarse ‘la enfermedad francesa’, donde ‘el fuego del amor calienta el agua pero, ésta, no enfría el amor’ por culpa de la morena. Mientras, leemos por ahí, un juego de palabras intraducible, donde nos dice en clave que Anne Hathaway, la esposa de Shakespeare, le salvó la vida: «I hate» from «hate» away she threw, / and saved my life, saying «not you». (145).

Las situaciones ‘que todo hombre conoce’, como decía Borges, se describen en estas breves obras de teatro de 3 actos con 4 versos cada uno y un cierre de 2 que responden a diferentes estados de ánimo que van desde la declaración de amor, pasando por los celos, la ausencia, el engaño, la ira, el chantaje, los cuernos, la desesperación y la reconciliación, como sucede en nuestra vida.

Imaginé a Mary Sidney, la condesa de Pembroke en Wilton House recibiendo y leyendo los primeros 17 sonetos que solicitó cuando estuve por allá el 21 de abril del 2003 con el primer Soneto que empieza así:

“Deseamos que las bellas criaturas se multipliquen y que la belleza de la rosa nunca muera, sino que madure y, con el tiempo, decline para que sea el heredero quien conserve su memoria.”

Shakespeare buscó un mecenas. Mientras lo encontraba, los entretenía con estos sonetos manuscritos hasta que lo encontró y tuvo una buena respuesta para poder mantener a su mujer, a sus tres hijos, a sus padres y hermanos.

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