Viernes, 19 de Abril 2024

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“Un recuerdo con Arreola”

Por: Carlos Enrigue

“Un recuerdo con Arreola”

“Un recuerdo con Arreola”

Muchos dicen que en la vejez se tiende a recordar más que a vivir la realidad, yo como gente que no entiende la a mi juicio más confusa situación actual en la que nadie y yo menos parece tener una verdad, hay tantas verdades como gentes que las mencionan; por mi parte yo creo que debe haber una sola verdad, si se quiere visible desde diversos puntos de vista, pero una verdad de la que estaremos más o menos cercanos, los que somos movibles somos los opinantes, pero no la verdad que ahí estará.

El hecho es que por diversas causas he recordado una comida que hicimos, pocos meses antes de su muerte, con Juan José Arreola en su casa de la colonia Providencia, comida que organizó y hasta creo que financió don Pedro Franco y López de Heredia, quien al leer esto y como buen alteño que es, es posible que niegue haber hecho ese gasto, ya que sabemos que por dicho rumbo, en principio todo gasto es considerado como superfluo y que cuentan que en el escudo de armas de esa zona la divisa que aparece es “no importa que ganes poco, con tal de que no lo gastes”, pero él se puso de acuerdo con el maestro y llevó la comida, que por cierto Juan José apenas probó.

El de Zapotlán, además de ser un extraordinario narrador era, sin duda, un gran charlista que hacía gozar a sus contertulios casi sin limitación de temas, de cualquier materia y así fue en esa ocasión. Al terminar la ingesta de alimentos, Juan José se quejaba de que ya se le olvidaba todo, lo que nadie, excepto él notaba, pues su charla no dejaba de ser de lo más interesante que yo he escuchado.

Con esa queja nos acomodamos, como debe ser, cerca de unos libros en un librero que tenía bajo la escalera, de los cuales el propietario conocía lo que tenía, como nos lo demostró con su “falta de memoria”, pero ya entrados en la charla nos contó que en su vida había acontecido la expulsión de las prostitutas en varios sitios, entre ellos en Zapotlán -en realidad no pretendían expulsarlas, no era para tanto, nada más se trataba de moverlas un par de cuadras para calmar a las “buenas conciencias”. De la misma manera nos narró la expulsión de las suripantas en la Ciudad de México, hecha por las mismas causas que las de su pueblo: tan sólo para hacerlas menos visibles. Y la misma situación le había ocurrido cuando se fue a vivir a la “Ciudad Luz”, donde, creo, trabajó en teatro bajo la dirección de Louis Jouvet; a la bellísima capital de Francia también le llegó la necesidad de moralizar, en apariencia, a aquellas de las que un evangelista dijera que “nos precederán en el reino de los cielos”.

Y habrá oportunidad otro día de seguir esta charla.

@enrigue_zuloaga

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