Jueves, 28 de Marzo 2024

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Un plan de reconstrucción después del COVID-19

Por: Mario Luis Fuentes

Un plan de reconstrucción después del COVID-19

Un plan de reconstrucción después del COVID-19

La pandemia no terminará pronto; y sus efectos económicos, sociales y culturales serán de largo plazo. Llegará la vacuna y los medicamentos, algún día; pero también llegará, una vez más, en algún momento, un nuevo virus con igual o incluso mayor capacidad destructiva que éste. Como sociedad global, estamos obligados a construir lo necesario para, llegado el momento, estar listos. Por eso es necesario un plan de reconstrucción después del COVID-19.

Re-construir. De esa magnitud es el reto que tenemos enfrente. Establecer nuevos cimientos y, con una nueva arquitectura institucional, redimensionar al Estado -tanto como sea necesario- y regular al mercado -tanto como sea igualmente necesario-.No podemos, y eso debe constituirse en un imperativo ético, regresar al modelo económico vigente antes de la pandemia. No puede el mundo dar nuevamente rienda suelta a una lógica de producción frenética que destruye los ecosistemas y ha matado y sigue matando de hambre y enfermedades curables a millones de seres humanos.

El clamor del capitalismo neoliberal consiste en abrir las puertas de las empresas y recuperar los meses de producción perdidos. Pero, ¿para qué? Parafraseando a Heidegger: no podemos “reabrir la economía” para que millones de quienes hayan sobrevivido a la pandemia, continúen con sus vidas sólo para comer, y en ocasiones, ni siquiera para eso.

De acuerdo con el estudio presentado recientemente por el PUED-UNAM, en México el número de personas en pobreza extrema por ingresos sería, hasta el mes de mayo, de hasta 38 millones de personas. La cifra es dramática; pero más lo será si el retorno a una pretendida normalidad -la que sea-, reproduce las condiciones de vulnerabilidad y fragilidad económica que permitieron y determinaron este desastre.

Para diseñar ese plan, hay cuatro pilares mínimos que deben considerarse:

1.    Construir renovados mecanismos de interlocución y diálogo político nacionales. Los que hoy existen están fracturados y en la trampa de las suspicacias. Sólo así podrá enriquecerse el pluralismo político, re-cimentarse la cultura democrática y dar cause a una nueva etapa de construcción civilizada de acuerdos duraderos por la justicia social y los derechos humanos.

2.    Replantearnos como proyecto nacional la construcción de un Estado de Bienestar. Esto implica redefinir las prioridades de inversión del Estado mexicano. ¿Dónde y para qué se van a invertir los recursos de todos, y que hoy más que nunca son escasos? Esta pregunta debe tomarse con toda seriedad y articular el debate en torno al Presupuesto de Egresos de la Federación 2021 y 2022; integrar un paquete económico multianual que permita superar la discusión, siempre lamentable, determinada por criterios electorales y clientelares en años electorales.

3.    Someter a revisión el federalismo mexicano; sólo así puede tener sentido la reforma fiscal y hacendaria que urge para resolver la permanente insuficiencia de recursos fiscales del Estado. Desde esta perspectiva, será necesario revisar críticamente las funciones y estructuras orgánicas de entidades y municipios; y con base en ello, redefinir, pero también, recuperar principios rectores del pacto federal: solidaridad, subsidiariedad, complementariedad y coordinación, son conceptos clave en el debate abierto que debe generarse en esta materia.

4.    Diseñar una nueva estrategia de corto y mediano plazo para la seguridad y la paz, que redistribuya tareas y responsabilidades compartidas en la erradicación de la violencia y la inseguridad. Este elemento es clave para garantizar una nueva lógica de inversión, crecimiento y desarrollo en el país.

Construir una nueva alianza nacional por el desarrollo con sustentabilidad implica reconocer que no podemos seguir bajo los supuestos de una economía depredadora del medio ambiente, promotora del individualismo a ultranza y concentradora de la riqueza en unas cuantas manos. 

Es urgente, desde esta perspectiva, que todos los liderazgos del país hagan a un lado las diferencias; que den muestra clara de vocación de país; y de una conciencia ética que se pone del lado de los menos favorecidos.

Estamos ante una crisis de alcances civilizatorios. Más nos vale asumirlo de esa manera: porque la partícula microscópica que hoy nos tiene contra la pared y aislados, nos recuerda, una vez más, cuán frágil es la existencia humana y cuán frágiles son los equilibrios que hemos construido, entre nosotros, pero también entre nuestra especie y las otras con que cohabitamos en este planeta.

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