Jueves, 18 de Abril 2024

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Trelles

Por: Jaime García Elías

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Es ahora, a raíz de su fallecimiento, que algunas voces se alzan para ponderar algo que pocos sabían: que Nacho Trelles nació en Guadalajara… aunque no fuera tapatío.

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Vale explicar la paradoja: Trelles, en efecto, nació en Guadalajara; en el barrio de El Santuario; a media cuadra del Jardín Botánico, por la calle Juan Álvarez, para más señas... Cuando se aludía a sus orígenes, sin embargo, Nacho recordaba que su familia se trasladó a la Ciudad de México cuando él tenía diez años, y vivió desde entonces a inmediaciones del Bosque de Chapultepec. Se consideraba, por tanto, más capitalino que tapatío… De sus amigos de la infancia recordaba con especial afecto a Daniel Pérez Alcaraz (quien luego sería locutor de radio y televisión), pero a nadie de Guadalajara. Cuando fue técnico de los “Leones”, a finales de la década de los ochentas, vivió en un hotel, y nunca -que se supiera- hizo por volver a su barrio natal.

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Más allá de los rasgos personales, de los títulos ganados con los Marte, Zacatepec, Toluca y Cruz Azul y de su paso por los América, Atlante, U. de G. y Puebla y de sus épocas como entrenador nacional -algo que está en todos los archivos virtuales que actualmente pululan-, Nacho se hizo célebre por sus “shows”.

“Mis mal llamados ‘shows’”, como decía él, consistían en lanzar un balón a la cancha o invadirla con su paso parsimonioso, bajo una lluvia de silbidos e improperios. Se valía de ellos como artimañas lo mismo para interrumpir partidos y romper el ritmo a los adversarios -tampoco era, pues, un santo- que para inconformarse por arbitrariedades o injusticias (a su parecer, desde luego), de los silbantes.

Incapaz de proferir palabras malsonantes, lo irritaba especialmente que lo castigaran “por insultos al árbitro”.

-Ponga  en la cédula que le estoy diciendo “inepto” -llegó a decirle a alguno-; repito: ¡“inepto”…! Y eso no es un insulto. Eso es un calificativo.

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De las mil anécdotas de que fue protagonista, quizá la que mejor lo retrate sea la del regaño que Ernesto Pauler, entrenador del Necaxa, le dedicó un día por llegar tarde al entrenamiento… Nacho lo aguantó estoico, pero Pauler cometió un error:

-¿Por qué llegó tarde? -quiso saber.

-Vengo de enterrar a mi padre -fue la respuesta.

Pauler se dio la media vuelta… para tragarse sus lágrimas, sin testigos.

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  • Ignacio Trelles

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