Miércoles, 24 de Abril 2024

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Tras la alquimia de “Remedios”

Por: Iván González Vega

Tras la alquimia de “Remedios”

Tras la alquimia de “Remedios”

Si hay un espectáculo de teatro en la ciudad por estos días que puede presumir un tema interesante, expuesto con recursos atractivos, investigado desde más allá de las convenciones, sería “Remedios”, aunque no sea irreprochable. Como se comentó en este espacio la semana pasada, la actriz y gestora Ana Karen Sahagún creó “Remedios” en colaboración con el director Luis Manuel “Mosco” Aguilar, el dramaturgo Jorge Fábregas y otros artistas tapatíos. La estrenaron en 2016, la llevaron a un conocido festival de monólogos en Nueva York y durante abril tienen temporada: sábados 20:00 horas y domingos 18:00 horas en el Foro Periplo de Prisciliano Sánchez y Camarena, a la vuelta del Templo Expiatorio.

Lo mejor de “Remedios” es su planteamiento: armar un tributo-semblanza de Remedios Varo, una artista que fue extraordinaria por sí misma, e intentar la transmutación de varios elementos de análisis en un solo producto acerca de la pintora. En el espectáculo caben no solo su interés por la alquimia o las referencias a sus cuadros, sino también su fijación con la androginia, que tiene eco en su rol de mujer ingobernable en un mundo de hombres; o bien su imaginería esotérica cargada de pájaros y figuras geométricas; y todo orientado a una pretendida conexión con la denuncia de la violencia contra las mujeres.

El de la alquimia es, por supuesto, el primer campo semántico a la mano. La “Remedios” de Sahagún y “El Mosco” es un trabajo breve (menos de 50 minutos) planteado como crisol, y que termina en un esfuerzo por iluminar las distintas facetas de una personalidad. Mientras uno ve “Remedios” aprecia esa apuesta… si uno ya conoce a Remedios Varo. ¿Le queda claro a un espectador sin aviso previo? ¿Es lo suficientemente sugestivo, atractivo, interesante, como para invitar al mundo de esta artista y vincularlo con la equidad de género?

Ante la tentación de contestar que no, que “Remedios” es confusa aunque sea tan sugestiva y ambiciosa —y aunque cuente con el carisma y la precisión de Sahagún—, vale oponer otra clase de ideas. Una es que el espectador está invitado no a una monografía, sino precisamente a una plataforma de perspectivas múltiples que se vinculan entre sí (en algún momento, por ejemplo, la actriz hace un cadáver exquisito frente al público). La segunda es que el espectador podría pensar si el texto —los diálogos de la actriz— lo ayuda a apreciar el conjunto, si “conecta” lo suficiente con todo lo que ocurre en escena.

En su forma y en su contenido, “Remedios” es atractiva y singular; vale la pena discutir si logra algo a nivel de discurso. Y, de una vez, quizá debamos poner en perspectiva las reivindicaciones contra la violencia de género tan caras hoy al teatro tapatío: qué bueno que los artistas se pronuncian, que creen tener algo que decir. ¿Eso sirve o necesitamos, más bien, argumentación, eso que en el teatro lleva no al discurso, sino a la construcción de sentido en colectivo?

agoragdl.com.mx

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