Jueves, 28 de Marzo 2024

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Si el candidato le promete seguridad: Ojo, mucho ojo...

Por: Isaack de Loza

Si el candidato le promete seguridad: Ojo, mucho ojo...

Si el candidato le promete seguridad: Ojo, mucho ojo...

Nunca tuvo mayor sentido la campaña “cuídate a ti mismo” que Televisa impulsó a finales del siglo pasado, como con las campañas electorales que están en desarrollo.

Porque si el simpático y bonachón candidato que toca a tu puerta te garantiza que ahora sí te va a cambiar la vida: mucho ojo. Si te dice que los de ahora son como los de antes, pero él es el futuro: mucho ojo.

Pero sobre todo: si te promete que, dándole una tacha en la boleta, ahora sí, él en persona va a reducir la inseguridad, aléjate de inmediato y cuéntaselo a quien más confianza le tengas. Porque, citando al gran y eterno Chabelo, tú vales mucho y mereces respeto.

Siempre resulta prudente y, sobre todo, confiable, citar a estudios científicos para sustentar las aseveraciones que se hacen. En este caso, la memoria es más que suficiente.

Basta recordar la guerra contra el narco que desató el ex presidente Felipe Calderón (PAN) y cómo, a raíz de ésta, el país se convirtió en un baño de sangre que nada ha podido revertir.

Traigamos a la mente, también, los exámenes de control de confianza que en la teoría debían blindar a todas las corporaciones de perfiles infiltrados por el crimen organizado, y que en realidad se trataron de mera verborrea y burocracia. Porque, en Jalisco, 20 policías municipales han sido desarmadas de 2014 a la fecha, y entre ellas se cuenta a Tlaquepaque y Tlajomulco: dos del Área Metropolitana de Guadalajara.

De hecho, en fechas recientes se abrieron procesos contra policías y ex policías de Acatic, Mezquitic, Tecalitlán y Ocotlán. Todos por desaparición forzada.

Hablemos de la Fuerza Única del sexenio pasado, y que esta administración convirtió en una Policía Metropolitana que ni uniformes propios tiene. De la súper Fiscalía que tampoco funcionó porque su jefe tenía control de los arrestos, de las investigaciones y hasta de los peritajes forenses.

¿Qué tal que recordemos esa grandísima idea de llenar de cámaras la ciudad y ponerles botones de pánico? Casi mil millones de pesos se fueron a ese sistema y las ejecuciones a plena luz del día continúan. Ayer, un niño de no más de dos años fue asesinado por un grupo armado cuando el auto en el que viajaba con sus padres —también fallecidos— y hermana —de cuatro años, herida— fue baleado. El ataque se registró sobre el Periférico y, por supuesto, no hubo detenidos.

Pero esperen, que cuando “la ola naranja” (Movimiento Ciudadano) rompió en la ciudad de Guadalajara, se creó una Agencia Metropolitana de Seguridad que, ahora sí, iba a estudiar los orígenes de la inseguridad y atacarlos con inteligencia y a homologar el sueldo de todas las corporaciones policíacas en la metrópoli. ¿Qué pasó? Bueno, las personas siguen sin sentirse seguras al caminar por sus colonias, los delincuentes pueden asesinar a 11 trabajadores de la construcción y escapar sin problemas, y los policías siguen sin tener los ingresos y prestaciones que les prometieron allá por el lejano 2017.

Sólo en Jalisco, las estrategias para abatir la violencia han costado miles de millones de pesos, y los discursos prejuiciosos, como el aquel desafortunado “se matan entre ellos” del gobernador Enrique Alfaro, no han sino abonado a motivar la opinión preconcebida de que una víctima de homicidio está justificada, pues “seguro andaba en malos pasos”.

Hoy, como en cada periodo electoral, los candidatos exhiben un descomunal cinismo al prometer que esta vez es la buena; que ahora sí van a erradicar la inseguridad de la metrópoli. Que, otra vez, sólo bastan más policías, mejores prestaciones para ellos y, por qué no, unas torres de vigilancia que detecten al delincuente incluso antes de cometer su crimen.

Lo que hay detrás de la inseguridad, ese cáncer que está incrustado en todos los sectores de la vida pública, es mucho más amplio y difícil de abordar para quienes buscan convertirse en gobernantes, que su mejor salida es ceñirse a lo básico: gastar más en balas y toletes.

Porque siempre es mejor simplificar el mensaje y prometer en campaña lo que, una vez en el poder, será responsabilidad de alguien más. Primero llenemos las calles de policías y luego vemos cómo abordamos la educación desde su origen, a fin de crear las condiciones para que no existan delitos. Pero eso luego. Después. Es más: igual y si me reeligen.

Por esa realidad, y porque en las campañas en curso únicamente ha habido mucha lengua y cero estrategias serias y con resultados probados para revertir esta triste realidad en la que Jalisco hoy se encuentra sumido, es que ante cualquier promesa en materia de seguridad hay que blindarnos con la máxima de aquella conocida campaña de prevención: Ojo: mucho ojo.

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