Viernes, 19 de Abril 2024

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Son clases perdidas

Por: Pablo Latapí

Son clases perdidas

Son clases perdidas

Son ciclos perdidos.

Es utópico pensar que hay avance académico en estos tiempos del coronavirus con las clases a distancia.

Nuestros estudiantes independientemente del grado que cursen han tenido bajones pavorosos en lo que es aprendizaje y conocimientos nuevos.

Ni los mejor intencionados profesores, papás y alumnos han conseguido gran cosa.

La única ventaja de esta situación es que el freno educativo es parejo, no hay alumnos que estén realmente avanzando y que dejen atrás a otros, que en una situación normal sería un golpe tremendo para la autoestima de los rezagados por aquello de “reprobó el año”, mientras el resto de sus compañeros lo aprobaron.

Hay una desventaja mucho mayor por supuesto en los segmentos de la población menos favorecidos porque ahí hay déficits enormes (y casi trágicos) de papás con falta de tiempo para supervisar que sus hijos dediquen un par de horas efectivas al estudio, que sumado a las carencias tecnológicas para conectarse con las escuelas significará un rezago aún mayor desde todos los puntos de vista.

Esos niños están realmente fregados. 

Pasarán varios años, y quizás toda una generación, para poder evaluar lo que ha sido el golpe y retroceso educativo producto de la pandemia.

Y además de la falta de avances académicos, también hay afectaciones en otras actividades que cumple la escuela.

El tema de la socialización es fundamental en el desarrollo de niñas y niños; estar en contacto con iguales, aunque de clanes diferentes, proporciona los primeros roces de universalidad y contacto con un mundo disímbolo y cambiante.

Esto además de la importancia de poder hablar y ser escuchado por entes sociales de la misma edad.

También son fundamentales, para los papás, las horas que pueden estar “tranquilos” mientras los niños están seguros, guardados un par de horas en una escuela y bajo la atención de profesores y directivos para dedicarlas ellos muchas veces a actividades productivas.

Y es sensible también la pérdida de contacto personal con maestros que en su calidad de mentores invitan a realizar actividades diferentes como el desarrollo del pensamiento abstracto; vamos, ni la mejor transmisión de una clase de matemáticas es comparable con lo que un buen profesor desarrolla en contacto directo con los alumnos, donde hay una importante retroalimentación inmediata para ambas partes.

Ya es reto de cada papá el buscar que algunas de estas actividades se desarrollen a través de la escucha paciente del sentir de sus hijos, de intentar fomentarles la lectura de libros sencillos y accesibles y eventualmente, con todas las medidas de sanidad, promover reuniones con otros alumnos y quizás maestros ya no para buscar aprender, sino para por lo menos platicar de conceptos académicos.

Tiempos muy complicados para papás y alumnos con la única ventaja, insistimos, que es parejo, que afecta a todos y que por lo menos no pega en la autoestima de nadie.
 

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