El teatro servía para mirarnos a nosotros mismos; hoy toca mirarnos y sentir vergüenza. El espantoso crimen que al parecer sufrieron Salomón, Marco y Daniel, los tres estudiantes del CAAV, es apenas un episodio más de la larga relación de horror silencioso que tenemos con nuestro país y con la justicia. Y no hay teatro que soporte esta ficción inverosímil.¿Qué va a hacer el teatro, sino cerrar la boca con respeto y marchar en silencio en el cortejo fúnebre de estos muchachos? Cualquier arte es incapaz, en este momento, de más que declarar: enunciar lo mal que está México, lo mal que está Guadalajara, y lo hipócrita que es buscar una explicación más allá de nuestra convivencia íntima con el Mal. La impunidad marca nuestra convivencia cotidiana: ofende lo mismo a la mujer cuyos acosadores callejeros se irán tranquilos por donde vinieron que a quienes verán en la boleta electoral a candidatos sospechosos de falsificar firmas. En el crimen contra los tres muchachos que estaban haciendo su tarea en Tonalá resuenan todos esos ecos.Salomón, Marco y Daniel son tan solo los tres nombres más recientes, un recordatorio en una lista de víctimas que pesa rumbo a las elecciones del 1 de julio. Toca a los ciudadanos hablar ahora en nombre de la decencia, la justicia, la solidaridad, la paz y la ley. Cada barrio que se organice, cada colonia que haga un pacto basado en la ética y no en el miedo ni en las ganas de venganza, conquistará algunas cuadras de Guadalajara en contra de quienes se llevaron a los tres estudiantes del CAAV y a tantísimos más, les irá quitando espacio en la ciudad y los irá cercando, a ellos y a quienes permitieron que nuestra justicia sea una burla contra los deudos de las víctimas.Nuestros futuros gobernantes tienen mucho que hacer y poner sobre la mesa para merecer el respeto de los electores en coyunturas como éstas. Y, en su momento, seguramente el teatro hallará las catarsis más útiles para sanar, para guardar una memoria digna y para reflexionar sobre lo que le ha ocurrido a este país en las últimas dos décadas; y el arte de este país ayudará a entender y a no olvidar, y hará retratos honestos de lo que hoy ni siquiera entendemos con claridad.Ahora mismo, lo importante es que los tapatíos recobremos Guadalajara para dejar siquiera una ofrenda de civilidad a estos tres muchachos: nuestro compromiso de que nunca más la clase política pondrá ella sola las reglas que permiten que los criminales campeen en nuestras ciudades. Porque ésta es nuestra ciudad. Tendremos leyes y justicia, y paz y derechos, y en memoria de cada víctima las cosas tendrán que cambiar.Cartelera de teatro local: agoragdl.com.mx.
