A menos que ocurra algo extraordinario, como una declinación a favor del segundo lugar en las encuestas, que en los debates se denuncien asuntos cruciales, o que el Estado se atreva nuevamente a realizar un gran fraude electoral, las tendencias actuales indican que Andrés Manuel López Obrador, el abanderado del Movimiento de Regeneración Nacional (Morena), ganará los comicios presidenciales.De confirmarse esta tendencia, las tres principales organizaciones de la partidocracia tradicional, recibirán una derrota monumental.El Partido Revolucionario Institucional (PRI) se encamina a su peor derrota de su historia, peor que la del año 2000. Ahora las encuestas le dan entre 18 por ciento y 14 por ciento al candidato postulado por el PRI, José Antonio Meade. Si tras el segundo debate, Ricardo Anaya, candidato de los partidos Acción Nacional (PAN), de la Revolución Democrática (PRD) y Movimiento Ciudadano (MC), se consolida como el segundo contendiente tras López Obrador, Meade se desfondará y con él, el PRI. En el 2000, el PRI perdió la presidencia consiguiendo 36 por ciento de la votación. Ahora podría ser apenas un tercio de lo conseguido hace 18 años. Además el PRI tendrá una bancada de entre 74 y 52 diputados y apenas unos 10 senadores, según estimaciones del portal Político.com, la más pobre de su historia.En el caso de la coalición Con México al Frente, si su candidato no gana la elección presidencial, implicará una derrota para las dirigencias actuales del PAN y PRD y un debilitamiento de ambos partidos. MC se salvará por la bancada legislativa que se espera consiga y por la victoria prevista en Jalisco, llevando a Enrique Alfaro a la gubernatura.La eventual derrota de Anaya podría implicar el regreso a la dirigencia panista de los adversarios que dejó en su camino a la candidatura presidencial. En el PRD, la derrota implicará el debilitamiento de la corriente de Los Chuchos. Ese partido perderá la Ciudad de México y otras gubernatura que ahora tiene, como Morelos. En suma, quedará más debilitado de lo que está ahora.La eventual derrota de estos tres partidos que conforman el núcleo duro de la partidocracia mexicana se explica por el papel que han jugado estos partidos en el diseño y control del sistema político liberal imperante en México. Han sido sus grupos dirigentes quienes han copado los principales cargos en los poderes públicos, tomado las decisiones centrales de políticas como la consolidación de la economía de mercado neoliberal, y un sistema político monopolizado por los grupos dirigentes de esos tres partidos.Son los partidos que han protagonizado los principales casos de corrupción en los años recientes, y son quienes han traicionado las expectativas de cambio por la vía electoral que le ofrecieron a la sociedad mexicana. El rechazo y repudio que suman estos tres partidos se lo han ganado a pulso. Y aún y cuando puedan reconvertirse y eventualmente ganar espacios públicos importantes en la siguiente elección, el repudio presente ya en sí mismo implica una revolcada a la partidocracia PRI-PAN-PRD y ese rechazo significa un deseo de cambio del sistema político vigente.
