Si alguna vez, para mis adentros, allá en mi juventud hubiera pensado en hacer carrera en el sector público y ocupar algún día una cartera de primer nivel en el Gobierno seguramente hubiera aspirado a ser secretario de Educación Pública.Sí, lo sé: muy pretensioso.Y es que en esa silla han estado, según yo, algunas de las mentes más ilustradas y talentosas de nuestro país, y muchos auténticos ideólogos e intelectuales seguramente aspiraron a lo mismo a lo largo de las últimas décadas. Claro, sin dejar de reconocer que no pocos burócratas de medio pelo también han ocupado el cargo.Por eso me llamó la atención la facilidad con que Aurelio Nuño, una vez descartado como pre candidato a la presidencia, abandonó el cargo para ir a sumarse al equipo de campaña de José Antonio Meade. Y más me llamó la atención ver el momento en que lo anunciaba (e informaba que coordinaría la campaña del candidato priista), cómo las personas que se encontraban ahí, seguramente sus colaboradores y allegados, estallaron en júbilo con el anuncio. Era como si se tratara de un triunfo o logro mayor al privilegio de ocupar hasta el último día de la administración el cargo de secretario de Educación.Muy poco aprecio a esa silla.Pero hace sentido para quienes viven en y de la clase política.El objetivo es permanecer en esa clase, al más alto nivel, usando los distintos puestos únicamente como medio y no como fin.Y por ello, aunque faltan aún más de seis meses para el día de la elección, ya hemos asistido al primer paso, quizás el momento cumbre del proceso, que ha sido el destape o coronación de los tres principales candidatos a la presidencia: José Antonio Meade, Ricardo Anaya y Andrés Manuel López Obrador.Hoy son los tres reyecillos de la clase política, centro de apuestas y de encuestas, en una contienda en que a pesar de lo que señalen los sondeos en este momento, será bastante pareja y mientras llega el día de la elección serán centro de atención de los medios de comunicación, y sobre todo de los integrantes de la clase política que buscarán acomodos o reacomodos apostándole a uno de los gallos.Pero, por lo mismo, nadie la tiene segura. Será quizás una experiencia nueva para nosotros, porque si la elección se decidía entre dos, ahora será entre tres.Valdrá la pena, ya que de eso nos van a saturar en los próximos meses, estar atentos como espectadores a lo que van a decir, lo que van a callar y a la enorme retahíla de ataques y descalificaciones entre ellos que llenarán de deshechos orgánicos redes sociales y los medios de comunicación que le entren al juego.Tome nota de lo que veremos, porque difícilmente las cosas van a cambiar llegue quien llegue, pero con un poco de cinismo y estómago lo que viene puede resultar hasta divertido.
