Al PAN Jalisco le aplicaron la típica de la buena y la mala. La buena es que no hubo alianza a la gubernatura; la mala es que no tiene candidato propio. El Frente en Jalisco no se hizo para la candidatura a gobernador simple y llanamente porque Enrique Alfaro no quiso. Él llevó mano en todo el proceso, mandó claras señales de que no quería la alianza y al final se les cumplió. Dejó abierta la puerta para algunos distritos y municipios, pero claramente no para Guadalajara y no para el Gobierno del Estado. Eso que parece una mala noticia (no deja de haber algo de desprecio por la marca en el discurso de Alfaro y deben sentir feo) es la única oportunidad de Acción Nacional de revivir en Jalisco. Si hubieran ido en coalición en todo el Estado el PAN habría logrado algunas posiciones en esta elección, pero para la intermedia de 2021 habría quedado totalmente desdibujado, mucho más de lo que está hoy. En plena efervescencia de los partidos, el PAN Jalisco está en el silencio y el ostracismo. La dirigencia blanquiazul y algunos de sus liderazgos activos han planteado que buscarán entre los buenos secretarios de las tres administraciones panistas para proponer de entre ellos a los candidatos a las posiciones más importantes. Sin duda el PAN tienen ahí una buena reserva, porque en las tres administraciones hubo secretarios de buen nivel. El problema es que esos de buen nivel son justamente quienes no son militantes y que no tienen ningún interés ni necesidad de sacrificarse por el partido, de ir a una derrota prácticamente segura (es cierto que en política no hay muertos, pero unos huelen más a cadáver que otros) para que el PAN pueda meter unos cuantos regidores y quizá un diputado más. Pero, por más que tenga en sus antiguos secretarios buenos cuadros, ir a buscar en ese cajón no deja de ser una mirada hacia atrás, una propuesta de restauración de un pasado que, por las razones que sean, está ya claramente fuera de las preferencias de los ciudadanos. Literalmente sería PAN con lo mismo.Lo que más le convendría al PAN es lanzar un candidato, o de preferencia una candidata, joven (joven es menor de 35, no un chavo ruco) con un discurso nuevo, fresco, que apele a los electores y los problemas del futuro y no alguien que diga lo bien que lo hacían cuando lo hicieron. A lo mejor una apuesta así les costaría dos o tres puntos en esta elección, pero les aseguraría tener candidatos, y vida, para dentro de tres y seis años.
