Martes, 23 de Abril 2024

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Odio en las redes

Por: Cesáreo Escobedo

Odio en las redes

Odio en las redes

No es noticia que las redes sociales manejan un monopolio sobre nuestras vidas. Pasamos horas al día viviendo a través de una pantalla buscando las últimas noticias, cualquier tipo de morbo y aprobación. Éstas tienen el alcance de glorificar o destruir nuestras vidas con un solo “tweet” o “post”. No es ilógico que esto pase, considerando que a lo largo de nuestras vidas la sociedad moldea lo que es aceptable y lo que no es. La homogeneidad termina martillando el libre desarrollo de la personalidad que podemos llegar a tener. Somos parte de un sistema deseoso de una constante aprobación social.

Un gran problema al que nos enfrentamos en las redes es el discurso de odio que tan fácilmente puede ser fomentado. El discurso de odio lo debemos entender como manifestaciones discriminatorias generadas contra un grupo vulnerable de la sociedad. Un estudio reciente de la compañía informática “McAfee” concluyó que el 47% de mexicanos entre los 12 y 16 años han sido víctimas de alguna agresión por medio de redes sociales, siendo Facebook la fuente principal.

Entre los ataques o agresiones más comunes en internet se pueden encontrar comentarios antisemitas, fobia contra las religiones, clasismo, homofobia y sexismo. Dentro de un estudio de 2012 hecho en Twitter, el Consejo Nacional Para Prevenir la Discriminación (Conapred) llegó a la conclusión que entre el 19 de abril y el 19 de junio predominaron tweets homofóbicos, racistas, clasistas y misóginos en más de 60 mil 057 tweets revisados. Imaginen cómo estamos ahora si esto fue hace ocho años.

No podemos ignorar el peligro de las prácticas dañinas a sectores vulnerables generadas a través de la comodidad del anonimato o detrás de un smartphone. Ya existen campañas tales como el “Movimiento contra el discurso de odio. Campaña de los jóvenes a favor de los derechos humanos en línea” que tienen por objeto crear conciencia sobre lo que es el discurso de odio y sus riesgos. El cambio verdadero, sin embargo, se dará a través de las modificaciones de nuestras normas sociales.

Una norma social, contrario a una norma jurídica, no es expedida por una persona específica sino que son regularidades en el comportamiento de los individuos dentro de una sociedad. Ésta norma social debe generarse necesariamente a través de una convención o un imperativo cultural y depende de una serie de valores internalizados. Contrario a una norma jurídica, esta se genera a través del tiempo y se va manifestando poco a poco en la cotidianidad. Empecemos a rechazar socialmente cualquier tipo de agresión encaminada no solo hacia grupos vulnerables sino a cualquier persona.

Nos encanta exigir que las autoridades hagan valer nuestros derechos humanos, cuando en realidad debemos ser nosotros en un primer momento los que les brindemos vida.

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