Jueves, 28 de Marzo 2024

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Nuevo elogio del mercado de la Capilla de Jesús (y menosprecio de las cajotas comerciales)

Por: Juan Palomar

Nuevo elogio del mercado de la Capilla de Jesús (y menosprecio de las cajotas comerciales)

Nuevo elogio del mercado de la Capilla de Jesús (y menosprecio de las cajotas comerciales)

Basta mirar la imagen. Es un gozo absoluto: es la ciudad en su mejor hora. Es el interior del Mercado de la Capilla de Jesús. Construido hacia 1942 como parte de las sensatas celebraciones del cuarto centenario de la fundación de Guadalajara. No existe conocimiento de su autoría: ¿Aurelio Aceves? ¿Rafael Urzúa? Lo cierto es que es una obra maestra. Cuatro crujías de puestos bordeando las calles y en su interior un patio con, a su mero centro, una torre magnífica. De la torre parece colgar un pabellón muy blanco con una serie de arcos muy a la Escuela Tapatía.

Pero lo más importante sucede abajo: la vida real. Marchantes y vendedores en alegre cotarro y convivencia. Frutas espléndidas, multitud de productos, color, júbilo, cosas deliciosas que se comen, frescas, allí mismo: inmejorable remedio para los contristados. Esa es la milenaria manera como nuestras gentes saben vivir. Nada que ver con las horrendas cajotas refrigeradas, tipo guolmart, en donde muchas personas gustan colaborar con la competencia desleal, comprar extranjero, amontonarse en cajas lamentables para pagar “más barato”, y seguir contribuyendo para que la injusticia comercial se convierta automáticamente en injusticia social. Probablemente ningún contristado mejore ante la visión de los gélidos pasillos de los llamados “supermercados”, que son más bien inframercados.

Los marchantes de los mercados llegan a ellos –en su mayoría– caminando. En el trayecto saludan a los vecinos, comentan las noticias del día, chismean, hacen muy buen ejercicio y hacen barrio: fortalecen sencillamente el sentido de comunidad.

Algunos llevan prácticos cochecitos plegables que les permiten rodar sin mayor esfuerzo con el mandado. No contaminan con camionetotas ni se hacen bolas en horrendos estacionamientos asoleados de chapopote como en los inframercados anónimos, cuyas moles afean y hacen desolado y hostil todo el contorno.

No es gratis que en Francia, por ejemplo, haya un fuerte movimiento contra lo que allá llaman “les grandes surfaces” (las grandes superficies) o sea las cajotas comerciales de aire acondicionado y fealdad externa e interna, económica y socialmente perjudiciales, que arruinan el pequeño comercio tradicional, vigente y benéfico. En muchas ciudades están ya prohibidas esas tiendas. Como es muy larga costumbre, mientras los países civilizados ya fueron y vinieron, nosotros apenas vamos, construyendo ingenuamente esos errores tan graves. Uno de los más recientes es el de El Batán, noble barrio al que le cayó encima un monstruo fuera de toda proporción que contribuye a la degradación del contexto y a la riqueza del señor más rico del mundo, que ni sabe ni le interesa dónde está El Batán (ni Guadalajara).

Así que celebremos y gocemos y favorezcamos con nuestra presencia y nuestras compras a los nobles y antiguos mercados de barrio, como el de la Capilla de Jesús, como el Rizo, como el Juárez, como el Hidalgo… y recuperemos, por ejemplo, el mercado de San Diego, el que de manera inexplicable y gandalla fue abolido por el Ayuntamiento para meter burocracia y quién sabe qué más. Precisamente, si de veras se quieren revitalizar los barrios centrales de Guadalajara es vital preservar y fortificar sus mercados.

Afortunadamente tantos mercados siguen con su vida. A los que es preciso volver a enseñar sus enormes ventajas es a la multitud de clasemedieros a los que les parece muy elegante y muy práctico asistir a las cajotas perjudiciales. Viva el mercado de la Capilla de Jesús, vivan todos los demás mercados de a de veras. 

jpalomar@informador.com.mx

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