Miércoles, 24 de Abril 2024

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Normalizar la violencia

Por: Gabriela Aguilar

Normalizar la violencia

Normalizar la violencia

Algo ha cambiado en los últimos meses que la violencia ha escalado y los decesos suman víctimas a la estadística. Vivimos con la violencia en la puerta de al lado.

Disparos, gritos, alarmas de autos activadas, decenas de policías corriendo frente a su puerta; así vivieron los vecinos de la Avenida Chapalita y el cruce con Capuchinas el mediodía del lunes, luego de que alrededor de las 11 de la mañana en un operativo elementos de la Policía de Guadalajara enfrentaran a un grupo de civiles armados en el que perecieron cuatro personas.
Varias cámaras de quienes viven o trabajan en la zona captaron los primeros momentos y, los más aventurados, el desarrollo de la movilización.

Los informes preliminares indicaron que los oficiales acudieron a un domicilio por un reporte de actividad sospechosa; en la casa asegurada se encontraron armas de varios calibres, equipo táctico y explosivos, además del cuerpo de una persona privada de la libertad. Otras dos fincas fueron aseguradas y entrada la tarde ya se consideraban 30 las personas presentadas ante el Ministerio Público. Otro día de horror.
Mensualmente las cifras cambian, buscando siempre el aspecto positivo, pero de poco sirve que en el último reporte en materia de seguridad, emitido la semana anterior, la incidencia delictiva baje 27.4% con respecto a 2018 si la violencia familiar aumenta un 33.1%, los homicidios incrementan un 23% y los feminicidios están a la orden del día, al igual que los hallazgos en fosas clandestinas. Los números en los informes jamás reflejarán el dolor de los deudos.

Entre enero y abril de este año, en el Área Metropolitana se han vivido tres episodios en donde los comandos irrumpen la tranquilidad de la ciudad a plena luz del día.

Febrero registró 12 decesos en dos ataques, y el fin de semana se registró el tercero privando de la vida a dos adultos y un bebé que aún no cumplía los dos años de edad.

Quien no haya vivido de cerca un hecho violento tal vez no podría empatizar con el temor que viven los vecinos de la Colonia La Jauja, en Tonalá, quienes tras el homicidio de 11 personas en febrero pasado no pueden transitar libremente por la falta de vigilancia y de alumbrado público.

Zapopan, por su parte, registró el primer atentado del año en un reconocido establecimiento en Real Acueducto, donde una persona fue privada de la vida; y también el más reciente de ellos, el fin de semana anterior, donde falleció una familia mientras transitaba por Periférico Norte. En el vehículo donde viajaban cinco personas, tres perdieron la vida y dos más resultaron heridas, de las cinco víctimas, dos eran niños de entre uno y cuatro años de edad.

Los hechos ganan los titulares y se vuelven virales, espeluznantes temas de conversación; pero unos días después, nuevos acontecimientos apagan el escalofrío que generaron los anteriores. ¿Estamos normalizando la violencia? ¿La impunidad se puede combatir en mesas de diálogo?

Por algo hay que empezar, y convendría esperar de la autoridad una energía similar a la que tuvieron en sus campañas para encontrar la estrategia que frene la violencia en su gestión. En una Entidad como Jalisco todo apremia: la salud, el desempleo, la movilidad, la educación o los apoyos sociales, pero ninguno de estos rubros estaría cubierto si no se tiene seguridad, desde sus manifestaciones más simples, como transitar por el vecindario, ya sea La Jauja o Chapalita, o una revisión exhaustiva en las corporaciones encargadas de garantizar la integridad ciudadana.

No se puede vivir con miedo, porque paraliza, pero no podemos ignorar que falta rigor en las acciones para hacer que las estadísticas nos muestren otros números.
 

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