Lunes, 13 de Octubre 2025

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No más odio, ya tenemos suficiente

Por: Gabriela Aguilar

No más odio, ya tenemos suficiente

No más odio, ya tenemos suficiente

Saber que la columna se publicaría un 8 de marzo, ni antes ni después, me generó una gran inquietud. ¿Qué compartir al respecto? Quizá la creciente participación de la mujer en la política en el último año; el recuento de los asuntos pendientes o el avance de los colectivos; tal vez el poder de las redes sociales para encontrar a las desaparecidas, los programas de protección a las víctimas o una vez más cómo recibe el Gobierno con muros metálicos a las mujeres que manifiestan la ineficacia de las autoridades contra los feminicidios. Pero horas antes de enfrentarme a la página en blanco sucedió lo impensable: un partido de futbol en Querétaro se convirtió en un acto de violencia reprobable por la brutalidad de los hechos.

Las imágenes que se generaron esa tarde y que vimos primero en la pantalla de los televisores y más tarde a través de dispositivos móviles me recordaron a esas publicaciones a todo color que veía en los puestos de periódicos cuando era niña y al que acudía cuando los adultos en casa compraban el Teleguía o las novelas que luego intercambiaban en puestos de segunda mano. Recuerdo que esas revistas exhibían en sus portadas personas ensangrentadas, desnudas o mutiladas; un camino hacia la literatura negra sensacionalista con títulos en rojo y amarillo -en un tiempo cuando la mayoría de los periódicos se imprimían a blanco y negro o sepia- y que atrapaban la vista en lo alto de las puertas -que eran más bien ventanas- del diminuto local suspendidas en un alambre con una pinza de madera para ropa.

Hoy en día la seguridad en México también pende de una pinza y la violencia se exhibe en los hilos de las redes sociales sin censura para que todos vean el alcance al que el inconsciente colectivo puede llegar. Pero esa realidad “sin censura” también implica una revictimización. En primera instancia de los autores materiales, pero también de los medios que han incluido ese material gráfico sin mesura. ¿Cómo enmendar el daño en esas víctimas miles de reproducciones después? ¿Dónde queda la ética y la responsabilidad social?

Desde el sábado pasado circulan imágenes perturbadoras de aficionados del Atlas inconscientes, algunos desnudos, inmóviles en charcos de sangre mientras otros hombres, identificados como aficionados del Querétaro se regodean golpeándolos. En ese vil acto pude observar la brutalidad con la que los cárteles en México tratan a sus víctimas, que luego de torturarlas las exhibían con las llamadas “narcomantas”.

Ese crimen de odio, porque no puedo llamarlo de otra manera, no tiene precedente. Sin embargo, no es más que el resultado de normalizar la violencia sin consecuencias en nuestra sociedad. Sí, sin consecuencias, pues al momento no se han identificado responsables y no hay detenidos pese a que también a través de las redes sociales se han mostrado los rostros de aquellos captados en flagrancia y pese a que la difusión de los videos surge de los perfiles de los propios delincuentes.

Y con la naturalidad con la que se exhiben las imágenes surgidas en el partido del sábado en La Corregidora, también observamos cómo se normalizan las peleas de niños a las afueras de las escuelas, odio en acción en pequeños que no alcanzan los 12 años de edad y que sin control agreden a sus compañeros. Ese odio desmedido bien podría ser resultado de la violencia digital gratuita al que están expuestos, a la falta de sanciones o al estado de indolencia en el que vivimos y en el que a diario hay homicidios sin homicidas capturados.

No más odio, ya tenemos suficiente. Este 8 de marzo, Día Internacional de la Mujer, no hablo de la violencia contra las mujeres, sino de la violencia que todos vivimos, hombres y mujeres. Porque la indignación es mucha y sé que esas víctimas del escarnio de una afición iracunda el sábado pasado en Querétaro, los hospitalizados, los heridos, los que se debaten entre la vida y la muerte, son hijos, hermanos y esposos de mujeres que hoy también viven en primera persona la violencia que día a día estamos normalizando.

puntociego@mail.com

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