La obsesión debe ser acabar con la corrupción de la clase política mexicana. Y también con la impunidad.Que a fin de cuentas ambas duermen en la misma cama, porque no sería tanta la corrupción si no existiera impunidad, y hay impunidad porque los responsables de los órganos encargados de procurar e impartir justicia tienen ganancias importantes por la corrupción.Y la obsesión no es por pretender arrebatar algo que la clase política siente como una especie de “derecho” ganado por tantos años de sumisión y lealtad a sus grupos e intereses políticos.El problema es estructural. La corrupción, además de costarnos como país el equivalente al 10 por ciento del PIB, significa recursos por miles de millones de pesos, y el tiempo que sus “operadores” dedican a instrumentarla y ejercerla, no se está utilizando en combatir a la pobreza, la inseguridad, y los retrasos en educación o salud pública, por mencionar sólo algunos. La batalla por combatir la corrupción es durísima. Como sociedad vamos contra un ejército burocrático que ostenta el dinero y el poder, y que entiende que ocupar cargos públicos de alto nivel es sinónimo de enriquecerse.¿Ustedes creen que se van a dejar?Por supuesto que no.Hace ocho días veíamos con optimismo lo que ocurría con el fiscal electoral, Santiago Nieto, cuando aparentemente luchaba contra los partidos políticos para mantenerse en el cargo después de haber realizado investigaciones importantes.Los hechos apagaron un poco el optimismo. El sistema dejó caer sobre Nieto todo su peso, y mediante amenazas de ir a la cárcel (porque ya había seis averiguaciones en su contra), reculó. Y es perfectamente explicable. Nadie está dispuesto a jugarla de mártir. Y menos en su caso cuando el sistema político mexicano se iba a encargar de no sólo meterlo a la cárcel, sino hacer que ahí se refundiera durante toda su madurez profesional.El ex fiscal aplicó la de Juan Gabriel: ¿Qué necesidad?Y aunque esa batalla se perdió, a nivel de percepción se avanzó un buen tramo. Fue una gran oportunidad de exhibir cómo los partidos políticos sin distingo antes prefieren enlodar su propia imagen que aplicar el Estado de derecho.Seguramente ahora habrá una presión mucho más pareja contra el sistema para el nombramiento tanto del nuevo fiscal electoral, como del fiscal anticorrupción y del fiscal general, aunque los partidos se opongan a ello.Se demostró que la mayoría de los medios están en la línea de promover la transparencia y el Estado de derecho. Y más tratándose de la corrupción.Fue poco el avance, quizás, pero aquí vale aplicar la máxima de Lenin cuando hablaba de los avances de la Clase Media contra las oligarquías gobernantes: “Se dieron dos pasos hacia adelante, y uno para atrás”.Se avanzó.
