Jueves, 28 de Marzo 2024

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Muralismo y revolución en Guadalajara

Por: Erik Castillo Camacho

Muralismo y revolución en Guadalajara

Muralismo y revolución en Guadalajara

Un antiguo edificio del siglo XVIII, un grupo de artistas revolucionarios y un mural poco conocido que permaneció oculto por décadas son las pistas para descifrar el nacimiento del arte público nacionalista en Guadalajara; y es que sin este mural, de un artista también poco conocido y de un talento asombroso, no habrían existido algunos monumentos y murales icónicos de la ciudad, tales como los frescos de la Biblioteca Iberoamericana, La escultura Minerva o incluso los famosos murales del Instituto Cultural Cabañas.

Para empezar a armar este rompecabezas tenemos que centrar la mirada en el Museo Regional de Guadalajara, edificio situado en la Calle Liceo, justo en frente de la Rotonda de los jaliscienses ilustres, en un inmueble que primero funcionó como Seminario Conciliar y más tarde como Liceo de varones, de allí el nombre de la calle. Se trata de una edificación del siglo XVIII, que como todos los edificios coloniales incautados tras la Reforma, tuvo que adaptarse a nuevos usos, convirtiéndose primero en edificio de enseñanza laica y posteriormente, como producto de la revolución, en Museo de Bellas Artes. La nueva vocación de este edificio, además de albergar una importante colección de arte salvaguardada por su fundador Ixca Farias, también sirvió como punto de encuentro de un grupo de artistas afines a los ideales revolucionarios que se hicieron nombrar El Centro Bohemio, entre los artistas inscritos figuran personajes de la talla de Alfaro Siqueiros, José Rolón, Xavier Guerrero, Guadalupe Zuno y Carlos Orozco, estos dos últimos claves en este relato.

En el Museo de Bellas Artes también se decidio situar la Biblioteca del estado, y es justamente en su vestibulo de ingreso donde se realizó la primera manifestación plástica de la ideología nacionalista promovida por José Vasconcelos en el país. Se trata del primer mural posrevolucionario de la ciudad, realizado por Carlos Orozco Romero, pintor vanguardista y revolucionario quien fue invitado en 1923 por el Gobernador Guadalupe Zuno a pintar en el novel museo como parte de la política cultural de su gobierno. Con este mural, Zuno y Orozco fundan una tradición pictórica nacionalista en el estado de Jalisco, la cual se materializará gradualmente con la participación de los artistas ligados al movimiento revolucionario en los ejercicios de Integración plástica a edificios públicos en el ámbito local y nacional. 

“Alfareros Tonaltecas”. De Carlos Orozco Romero.

El mural de Carlos Orozco tuvo como tema a los alfareros de Tonalá y reflejó un espíritu nacionalista al enaltecer al arte popular y a los artesanos indígenas. Lo que resulta interesante de esta expresión plástica es que si bien su tema versa sobre la tradición regional, el tratamiento formal es propio de la vanguardia europea, muy a tono con el mural de Diego Rivera realizado un año antes en el anfiteatro Simón Bolívar de la Escuela Nacional Preparatoria. El ejercicio plástico del pintor tapatío es un intento por conciliar las formas y técnicas vanguardistas aprendidas en Europa con la tradición popular figurativa y el contenido simbólico del mural. En la composición ocho figuras humanas de rasgos eminentemente indígenas se disponen en primer plano con diferentes posturas, algunas de ellas sostienen piezas de alfarería, el dibujo resalta los rasgos nativos de los personajes. El fondo lo domina el Cerro de la Reina, lugar sagrado de los tonaltecas, por lo que el carácter mitológico del mural es significativo.

Con el paso de los años el mural de Carlos Orozco fue cubierto por repetidas capas de pintura, haciéndolo desaparecer del edificio y por ende del imaginario colectivo; las razones de este acto, al menos para quien escribe, aún se mantienen en los terrenos del misterio. Afortunadamente el mural fue rescatado por la Escuela de Conservación y Restauración de Occidente, por lo que hoy es posible admirarlo en el muro sur que limita al patio principal del Museo Regional de Guadalajara. 

Es de gran importancia simbólica para la memoria de la ciudad este primer mural producto de la revolución, ya que dota de una nueva función al arte público como instrumento de rescate de lo popular y difusor de la ideología regional y nacional; además de dar cabida, a nivel de representación en la escena pública, a los grupos indígenas que históricamente habían sido invisibilizados desde la época colonial y en su pasado inmediato por la ideología extranjerizante del porfiriato. En el mural “Alfareros tonaltecas” de Carlos Orozco Romero podemos encontrar algunas pistas sobre quiénes somos, o al menos sobre qué nos han dicho que somos, en este largo y sinuoso camino que representa la búsqueda de nuestra identidad nacional.

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