Viernes, 26 de Abril 2024

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Milagros musicales

Por: Jaime García Elías

Milagros musicales

Milagros musicales

En el mundo de la música hay verdaderos milagros; joyas que, en circunstancias normales, nunca se hubieran conocido… o, incluso, quizá jamás se hubieran escrito.

Ejemplo de esto último, la Novena Sinfonía (“Coral”) de Beethoven. Su autor comenzó a trabajar en ella en 1818; la estrenó en 1824, diez años después de la Octava. Su sordera era tan aguda que, según sus biógrafos, Beethoven, en el estreno, seguía en una copia de la partitura, imaginando los sonidos que todos los demás escuchaban. Al final de la ejecución, cuando él aún estaba enfrascado en su partitura, uno de los solistas le tocó el brazo y le hizo girar para que pudiera ver las manos que aplaudían y los pañuelos que se agitaban en el aire.

Otro caso: la Novena Sinfonía (“La Grande”) de Schubert. Su autor la compuso entre 1825 y 1826. Tras un fallido ensayo y las quejas de los músicos por la dificultad y longitud de obra, Schubert arrumbó la partitura. Schumann la descubrió en medio de una inmensa pila de manuscritos y papeles desordenados en 1839, y la envió al Gewandhaus de Leipzig, donde  Felix Mendelssohn la estrenó el 21 de marzo de ese mismo año…, once años después de la muerte del compositor.

Del mismo autor, otro caso notable es su Séptima Sinfonía, en Mi mayor. Compuesta en 1821, Schubert solo orquestó la introducción y los primeros 110 compases del primer movimiento. El resto de los 1350 compases continúa con la línea melódica y algunos contrapuntos y bajos ocasionales. Schubert la abandonó. Su hermano Ferdinand dio el manuscrito a Felix Mendelssohn, y tres músicos hicieron sendos intentos (ninguno convincente, por cierto…, y hay grabaciones para probarlo) de concluir la sinfonía: John Francis Barnett en 1881, Felix Weingartner en 1934, y Brian Newbould en 1980.

Finalmente, la Sinfonía en Do Mayor, de Bizet. Su autor comenzó a escribirla el 29 de octubre de 1855, cuatro días después de cumplir 17 años, como una tarea estudiantil, mientras estudiaba en el Conservatorio de París bajo la tutela de Charles Gounod, y la finalizó un mes después. Bizet no mostró interés en publicarla, y jamás fue ejecutada en toda su vida. Jean Chantavoine encontró la partitura en 1933, y Felix von Weingartner dirigió su estreno, el 26 de febrero de 1935…, 60 años después de la muerte de su autor.

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