“Veo un México agraviado y con sed de justicia”Me atrevo a parafrasear fragmentos de uno de los discursos político-sociales más trascendentes de la historia.Aquel 6 de marzo de 1994 en el monumento a la Revolución, Luis Donaldo Colosio, entonces candidato del PRI a la Presidencia de la República, reconocía las carencias y omisiones que el país acumulaba en su bagaje. Sobre todo, la falta de atención a la pobreza, salud, corrupción e impunidad, resaltando vehementemente la deuda social con los hermanos en condiciones vulnerables, y peor aún, con aquellos que fueron olvidados.La pasión y la elocuencia de su argumentación impactó desde el primer momento. Diecisiete días después, lo mataron. Lo acribilló el sistema. Su muerte conmocionó al país, amén de truncar una visión divergente y una propuesta de cambio modernizador.Veinticuatro años transcurrieron hasta hoy para encontrar el México inmerso en la falta de credibilidad en sus gobiernos y sus políticos. Las autoridades en turno no han sabido, no han podido o no han querido encontrar soluciones a problemas que se tornaron crónicos.Así las cosas; con una realidad que debería avergonzarnos, el país avanza bien en unas áreas, pero en otras, no es parejo. Se siente como si fuéramos caminando en “pelotones” desiguales donde la distancia de los de adelante con los que se van quedando atrás es cada vez mayor y peligrosa. Para agravar la situación, la industria del crimen organizado y desorganizado, la corrupción y su impunidad, lastiman a la sociedad como si hubiéramos contraído un virus mutante en el camino sin derecho a una vacuna que lo ataque y lo extermine.López Obrador en dieciocho años de campaña fue recogiendo esas banderas de una sociedad agraviada y doliente para traducirlas en su arenga contra el sistema. Simplemente fue acopiando “balas” para su batalla. Mea culpa, si debemos hacer un Mea culpa.Efectivamente, nosotros mismos, con indiferencia y falta de acción, fuimos construyendo y empoderando un discurso que reclamaba un cambio de rumbo con mayor atención a la pobreza y a la desigualdad.Ante la ausencia de propuesta, López se “apoltronó” en la parte más visible del escenario y arrebató recientemente la conducción de la agenda nacional.Pero el gravísimo problema de líderes con tintes de mesías es que no explican con razones contundentes, las formas y los cómos, de la solución a los problemas. No van al fondo y se quedan en la superficialidad de los diagnósticos.Más que nunca, hoy debemos exigir nuevas propuestas de los que aspiran a gobernarnos. No hay lugar para recetas mágicas y autoritarias. México requiere prudencia e innovación, que es rara mezcla, pero sí es posible combinarla. Merece fórmulas de entendimiento social que permitan transitar en el progreso a la juventud demandante de mejor el nivel de vida.Por eso, ahora que el futuro se hace presente, fundamental será la participación de los jóvenes en la fuerza de la sociedad civil que proponga caminos viables de mejores convivencias. Sin duda, el fortalecimiento de las instituciones y la exigencia de respeto a las mismas, deberán ser banderas de la democracia inteligente los años por venir. Y, por supuesto que el futuro será brillante. Tenemos todo para ser ejemplo de crecimiento sostenido con equidad.El primero de julio, en nuestras manos estará el destino de una nación. En la mente, debemos tener al pueblo pujante y joven que exige la justa aplicación de la ley. Que demanda espacio en las escuelas adaptadas a la realidad del siglo que vivimos y que requiere empleos mejor pagados. Pero, sobre todo, pensar en la comunidad que anhela paz y seguridad. En suma; votar conscientes que queremos una vida tranquila, divertida y con buena esperanza.¡México! ¡Por favor, no te equivoques!¡Elige bien!De no ser así, la generación que viene te lo demandará.Publicado en la revista Players of Life