La abrupta cancelación de su visita a Canadá —donde asistía a la reunión del G-7— y su aparentemente injustificado regreso a Washington para atender la “emergencia” del conflicto entre Israel e Irán, provocó que surgieran muchas dudas sobre la reacción de Donald Trump, ya que desde donde se encontraba pudo haber manejado la reunión con su gabinete de seguridad en el “Situation Room” y lanzar sus amenazas —como lo hizo en sus redes sociales— en contra del ayatolá Alí Jameneí, a quien le pidió una “rendición incondicional”.Su precipitada decisión obedeció —según se reflejaba en su semblante desde que llegó a la reunión— a que no estaba en el lugar que él quería, ni con el humor para soportar el ambiente del que estaba rodeado. En los videos y fotografías donde se ve a Trump sentado a la mesa con los otros líderes del G-7, se le notaba serio, distraído y no posesionado en su carácter de arrogancia, como suele comportarse.El pretexto de estar considerando unirse a Israel en el conflicto frente a Irán fue eso, una “salida” o justificación, pero no una necesidad de estar en Washington de manera inmediata, ya que para que Estados Unidos pueda comprometerse a ser parte del enfrentamiento, se necesita la aprobación del Congreso estadounidense, tal y como señala la Constitución en su Artículo 1, Sección 8, donde se establece que es el Poder Legislativo el único que puede “declarar una guerra y reclutar al ejército”. Los ejemplos más recientes de una situación de esta naturaleza sucedieron en 2001, en el conflicto en Afganistán, y contra Irak en 2003, donde el Congreso otorgó al comandante de las Fuerzas Armadas —el presidente en funciones— amplios poderes para enviar tropas de combate y lanzar operaciones militares sin restricciones.El Pentágono, con la anuencia del presidente Trump, ya se ha adelantado a un posible escenario de ser parte del conflicto, enviando barcos y aviones a zonas cercanas al Oriente Medio, lo que nos habla más de una provocación por parte de Washington y no tanto de una acción de mediación para tratar de arreglar el problema, como muchos líderes en el mundo consideran que debería ser el papel de Estados Unidos para evitar un conflicto de mayor envergadura y consecuencias. Kaja Kallas, del Consejo de la Unión Europea (UE), ya lo advirtió desde Bruselas, Bélgica, en una conferencia ante los ministros de Relaciones Exteriores de la comunidad: “Si los estadounidenses participan en la escalada militar de Israel en contra de Irán, arrastraría definitivamente a todo el Oriente Medio a un conflicto más amplio y peligroso. Y esto no beneficia a nadie”.Trump, en su afán de protagonismo, debe ser consciente y cauteloso para tomar una decisión, porque el sentido común nos dice que en estos momentos se requiere de una mediación y no de una intervención.Usted, ¿qué opina?