Sólo hace una semana se comentaban las dudas que un amplio grupo de la población tiene sobre Anaya y López Obrador, por sus similitudes, aunque en terrenos opuestos. Uno recogiéndolo todo para llegar, el otro con su reveladora respuesta ante el grupo financiero Citibanamex, donde a la pregunta: ¿estaría dispuesto a hablar con el Presidente Peña Nieto, para negociar una hipotética alianza?, Anaya, a botepronto, respondió: “Estoy absolutamente abierto a construir con quienes haya que construir para ganar esta elección y darle viabilidad al futuro del país”.Sorprendido, el moderador insistió al candidato: “¿Existe esa posibilidad?”, y Anaya, en susurró revelador, señaló: “Digamos que sí”. Claro acto fallido del candidato del Frente que deja caer los disfraces usados, permitiendo a los electores conocer rostros y alcances.Aunque luego de la tormenta creada por su respuesta, Anaya tratando de cubrir su desliz, negó que hubiera dicho lo que dijo… rectificación absurda para disimular, cubrir, tapar que escuchamos lo que sí oímos. Y aunque haya dado paso a una fe de erratas para controlar su desbocado subconsciente: el rostro está revelado.Así su respuesta deja ver que el cambio prometido, no sería distinto a los obtenidos con Fox o con Calderón, pocos y malos. Luego ese cambio profundo con que busca el voto de los electores resultaría parte de las frases de celofán usadas en campaña sólo para motivar a sus seguidores, no para ser cumplidas.Y este largo periodo de campañas es agotador, para los ciudadanos con el bombardeo de spots, pero sobre todo para los candidatos, que más pronto que tarde los hace bajar la guardia y cometer errores, faux pas reveladores, posibilidad inmejorable para que los ciudadanos puedan ver más allá de las máscaras.Inconscientes descubiertos también de los equipos de los candidatos, como las declaraciones de un cercano colaborador y amigo de López Obrador, admirable en su capacidad literaria, que sacó de su chistera la posibilidad de que ya en la Presidencia AMLO se apoye en decretos de expropiación para lograr los cambios profundos que el país, de acuerdo con su modelo, requiere. Palabras que provocaron una fuerte alarma entre los empresarios mexicanos ya de suyo preocupados. Sonido discordante en un tiempo en el que aún AMLO, con “amor y paz”, trata de sumar evitando temas ríspidos, pero que su colaborador descubre.Así, ante estos actos fallidos desenmascaradores, a pesar de que las encuestas que ponen a Meade en tercer lugar, hay quienes estiman que es el mejor perfil para la Presidencia del país. Con una amplia y enterada visión de México, es un profesional capaz y honesto, y posee una genuina calma que, aunque quizá estorba en la estridencia necesaria de las campañas, sin embargo ofrece garantías en materia de gobernabilidad económica, política y, sin duda, social. Sabe de los excesos del partido que lo postula, conoce el interior del poder porque ha estado dentro de la bestia sin perder ni estribos, ni principios. Y aunque su campaña ha sido mal manejada, hoy con el cambio de dirigente del PRI trata de recuperar cercanía con los ciudadanos. Pero si se queda sólo en eso y no cambia estructuras y mensajes de campaña, este podría ser su paso fallido.Así, más pronto que tarde, las campañas se revelan dando al ciudadano la enorme posibilidad de analizar con más claridad los terrenos electorales que hoy se visten de una complejidad, como pocas veces antes en la historia del México moderno.
