Pues sí: queda sobradamente demostrado que los colectores de Guadalajara son tan eficientes como el que más… cuando no llueve.-II-Llueve, y los organismos responsables de la protección civil se abocan, presurosos, a recordar, primero, que las zonas susceptibles de encharcamientos considerables ya están incluidas en el “atlas” correspondiente, y a levantar, a continuación, el inventario pormenorizado de los daños. Los medios, a su vez, se abocan a difundirlos: túneles inundados, árboles caídos, canales desbordados, casas anegadas… El balance se da por satisfactorio cuando no hay víctimas ni daños de mayor consideración: algo que, por desgracia, no siempre ocurre.Las notas, ocasionalmente, generan reacciones de las autoridades. Las primeras lluvias torrenciales del presente temporal, por ejemplo, impulsaron a los responsables del SIAPA a realizar obras complementarias para captar las aguas de las subsiguientes lluvias. Incurrieron, empero, en la ligereza de dar por descontado tales esas obras resolverían el problema de una vez y para siempre, con la consecuencia previsible: que el siguiente aguacero dejó en evidencia que las “medidas remediales” -como dicen los expertos- se quedaron cortas, lo que obliga a los declaradores a suscribirse al lugar común: “No hay colector que permita desahogar los caudales de un aguacero atípico”… (como los que aquí son típicos).-III-Conformes: las lluvias ocasionan problemas, contratiempos, daños… y hasta desgracias. Sin embargo, las lluvias, por una parte, son -en su momento- inevitables; y, por la otra, pueden dejar grandes beneficios… si se les maneja con inteligencia. De sobra se sabe que uno de los pecados capitales de Guadalajara y sus cada vez más desparramados arrabales -como los de la inseguridad, la basura y el transporte público- es el suministro de agua para sus moradores: un tema complejo y costoso, en el que no se ve la luz al final del túnel.Alguien, algún día, discurrirá que en vez (o además) de hacer costosas obras civiles para captar las aguas de lluvia, meterlas a los colectores, revolverlas con las del drenaje, convertirlas en aguas negras y verterlas a los ríos que las llevan al mar, podrían -¿cuántas veces se ha dicho…?- captarlas, practicando decenas o centenares de pozos de absorción en parques, jardines, camellones y hasta baldíos, e inyectarlas a los mantos freáticos.Colofón: Una urbe de las características de Guadalajara y municipios que la circundan, mejor gobernada, ya hubiera tomado medidas -“desde endenantes”, diría el paisano- para transformar la que hasta ahora ha sido una maldición, en una bendición.