Sábado, 10 de Mayo 2025

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Los narcokaraokes parailegales

Por: Erika Loyo Beristáin

Los narcokaraokes parailegales

Los narcokaraokes parailegales

En últimas fechas, ha habido un debate con respecto a la idea del Gobierno de Jalisco de prohibir los llamados “narcocorridos” y trasladar dicha prohibición a las leyes, lo anterior bajo el marco de la llamada apología del delito a la que refieren sus letras. El secretario general de Gobierno, Salvador Zamora, fue quien presentó dicha iniciativa ante el Congreso de Jalisco en el mes de abril, proponiendo modificaciones a los reglamentos municipales para prohibir todo tipo de música que hace apología del delito mediante multas, sin contemplar modificaciones al Código Penal.

Hay quienes piensan que dicha prohibición limita las libertades de las personas y otros que opinan que pudiera ser un acto de censura. Lo cierto es que cada quien canta y escucha lo que quiere, desde los espacios íntimos y privados hasta los foros públicos. Los intentos por prohibir los llamados narcocorridos datan de la década de los 70. El sociólogo José Manuel Valenzuela ha escrito mucho sobre este tema y ha señalado que los narcocorridos son letras que narran la violencia y la hacen parte de los códigos socioculturales y emocionales de una parte de la sociedad que las usa y escucha, como una suerte de legitimación social que, al mismo tiempo, permite reforzar las estrategias de reclutamiento del narcotráfico. Menciona que este tipo de letras musicales van conformando una especie de culto a los narcos, cosa que solo puede desmontarse en la medida en que desaparece la desigualdad social, es decir, no solo con multas o prohibiciones. Lo que no podemos dejar de aceptar es que este tipo de letras musicales son expresiones culturales de la violencia.

Todo este debate que ha emprendido el Gobierno de Jalisco suena más a una posición reactiva y no transformadora. Desde que comenzó todo por el concierto de Los Alegres del Barranco en el Auditorio Telmex mostrando imágenes de un líder de un cártel, la prohibición de cantar este tipo de canciones que hacen apología de la violencia y encumbran al narco se ha extendido en algunos municipios y estados, desatando la ira del auditorio que paga por dichos eventos en palenques, ferias y foros públicos porque su cantante no puede interpretar ese tipo de letras. Haría falta un análisis muy profundo sobre este tipo de reacciones sociales y conocer con mayor profundidad cómo y de qué magnitud es el consumo de este tipo de música. Según la plataforma Spotify, el 77% de la música que se escucha en México son corridos pertenecientes al género del regional mexicano, y de acuerdo con una encuesta de la empresa Parametría publicada en el año 2011, solo 2 de cada 10 mexicanos no sabían qué son los narcocorridos. Hasta hoy, no sabemos cuál es la dimensión de este mercado de consumo en el país; lo único que sabemos es que la discusión sobre la prohibición no es nueva.

Después del escándalo del concierto de Los Alegres del Barranco que desató toda esta polémica, el fin de semana pasado este mismo grupo se presentó en los municipios de Tequila y Cihuatlán con una estrategia diferente. Implementó su propio narcokaraoke, en donde proyectó las letras de las canciones mientras el grupo solo tocaba los instrumentos. Es decir, ellos tocan y que los espectadores canten; nosotros no fuimos, fueron ellos los que quieren cantar lo que nosotros escribimos. Y ante ello, ¿a quién se va a multar, si los cantantes fueron los propios espectadores? Supongo que la iniciativa del Gobierno no contempla esta estrategia del karaoke. Lo que sí podemos observar es que ese grupo y muchos otros cantantes más que han implementado la misma estrategia van más adelante de lo que las instituciones lo hacen para seguir legitimando sus acciones. No podemos decir que el narcokaraoke es una ilegalidad, pero sí puede ser considerada una “parailegalidad”, es decir, un orden social que emerge en paralelo a la legalidad y que se justifica porque esa música se ha integrado a la vida cotidiana de las personas.

Entonces, tenemos muchos problemas: la parailegalidad de estos grupos musicales y cantantes, la legitimación social que la gente que canta les otorga, la falta de entendimiento de las autoridades ante este fenómeno sociocultural y la erosión de nuestra propia comprensión y entendimiento colectivo. Por eso reitero: es grave que el Gobierno solo emita discursos de reacción y no se ponga a trabajar en estrategias de transformación.

ierika.loyo@udg.mx

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