Viernes, 29 de Marzo 2024
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Los incendios en el Bosque La Primavera: entender el problema para resolverlo

Por: Enrique J. Jardel Peláez

Los incendios en el Bosque La Primavera: entender el problema para resolverlo

Los incendios en el Bosque La Primavera: entender el problema para resolverlo

Los incendios del Bosque La Primavera (BLP) nuevamente han despertado la preocupación legítima acerca de la conservación de uno de los últimos espacios silvestres de la Zona Metropolitana de Guadalajara. Pero parece ser que el humo de los incendios y la política entorpecen la visión del problema. Las noticias hacen pensar que la situación en el BLP es excepcional, como si fuera el único lugar donde ocurren incendios y los responsables de la protección del área no estuvieran haciendo bien su trabajo.

Hay que conocer las bases científicas de la ecología del fuego para entender que los incendios no son un fenómeno extraño, sino un componente de la dinámica de los bosques estacionalmente secos. También hay que poner las cosas en contexto: la incidencia de grandes incendios está aumentando en el mundo como consecuencia de la influencia humana. Además, para el caso del BLP, hay que reconocer que los incendios han sido efectivamente controlados considerando las condiciones adversas de calor y sequía.

Lo primero que debemos entender es que los incendios de vegetación son un fenómeno característico del planeta en que habitamos, en el cual están presentes los tres ingredientes del “triángulo del fuego”: material combustible, oxígeno y fuentes de ignición que inician la combustión. Los dos primeros ingredientes son producto de la actividad fotosintética de las plantas, un proceso fundamental para la existencia de la vida en la Tierra; el tercero, es principalmente la caída de rayos y, desde hace alrededor de un millón de años, las quemas inducidas por humanos. Los incendios de vegetación han ocurrido desde hace 400 millones de años, cuando las plantas colonizaron la superficie terrestre y enriquecieron la concentración de oxígeno en la atmósfera.

La vegetación es el combustible potencial y los incendios ocurren cuando este se convierte en combustible disponible para encenderse durante la estación seca del año; si hay condiciones de altas temperaturas, baja humedad atmosférica y viento, el fuego se propaga cuando una fuente de ignición lo enciende. Ya que no podemos controlar el estado del tiempo, el manejo del fuego se basa fundamentalmente en intervenciones sobre los combustibles y las fuentes de ignición de origen humano.

Potencialmente cualquier superficie terrestre cubierta de vegetación puede incendiarse cuando hay tiempo seco, pero la variedad de climas, formas del relieve y vegetación, da lugar a una diversidad de regímenes de fuego caracterizados por la frecuencia, estacionalidad, intensidad (fuerza física) y severidad (efectos) de los incendios. Por ejemplo, las selvas tropicales lluviosas, normalmente no se incendian, excepto en años extremadamente secos o por causa de intervenciones humanas. En zonas áridas el fuego es también raro o infrecuente, porque la biomasa combustible es escasa y está dispersa; sólo ocurren incendios después de años con precipitación mayores a lo normal, lo que aumenta la cantidad y continuidad de los combustibles. Es en condiciones de humedad intermedias, con una estación de sequía, donde se encuentran los ecosistemas propensos a incendios, como los bosques de encinos y pinos del BLP.

Estos ecosistemas están adaptados al fuego y albergan especies de plantas y animales que han evolucionado desarrollando adaptaciones para persistir bajo regímenes de fuego. Estudios científicos indican que, por sus características de clima y vegetación, el ecosistema del BLP es propenso a incendios frecuentes de baja severidad y que su flora está compuesta mayormente por especies adaptadas a ese régimen, lo que permite la regeneración natural de la vegetación en áreas incendiadas. Es por esta razón que, aunque en los últimos 10 años se han incendiado dos tercios de la superficie del área, esta sigue estando cubierta por bosques. Pero hay un problema: el régimen de incendios del BLP, al igual que en otras áreas del mundo, está siendo alterado por factores humanos, uno de los cuales es el intento de suprimir el fuego.

En los ecosistemas propensos a incendios la eliminación temporal del fuego provoca la acumulación de gruesas capas de hojarasca y material leñoso caído, lo cual incrementa su vulnerabilidad a incendios intensos y difíciles de controlar, que provocan efectos ecológicos severos. Esta es la “paradoja de la supresión”: las buenas intenciones de proteger a los bosques, pasando por alto su dinámica natural, generan un mayor peligro de incendios destructivos que tarde o temprano ocurren. Por esta razón, una de las prácticas para mitigar el peligro de incendios destructivos es imitar a la naturaleza restaurando el régimen de incendios con la aplicación de quemas planificadas para controlar la acumulación de combustibles.

En el BLP los incendios grandes de 1988, 2005, 2012, 2019 y 2021 han ocurrido en lugares donde el fuego había sido suprimido por varios años. Esto confirma la paradoja de la supresión y un ejemplo es el comportamiento extremo del fuego observado en el reciente incendio de Los Volcanes.

Estando el BLP rodeado por una gran ciudad y áreas agrícolas donde se producen numerosas igniciones, es fácil que un sólo incendio iniciado en su periferia se propague en un área extensa al entrar en terrenos boscosos con un relieve abrupto y condiciones secas y calurosas, en uno de los peores lugares para combatir incendios en Jalisco por el peligro que implica para los brigadistas.

Algo que no ha sido considerado por los medios y las opiniones acerca del fuego en el BLP, es que entre 2001 y 2020 tan sólo seis incendios grandes han producido el 63% de la superficie incendiada; son estos eventos los que captan el interés de la opinión pública y el cuestionamiento de la eficiencia de los responsables de combatirlos; pero se ignora que se trata solamente del 0.3% de total de los 1,786 incendios combatidos en el área en los últimos 20 años.

Con una incidencia promedio de 89 incendios por año en el BLP, sólo alguien mal informado o malintencionado podría cuestionar los esfuerzos realizados para proteger el área. La organización, colaboración interinstitucional y capacidad de respuesta para combatir el fuego en el BLP, han mejorado sustancialmente en los últimos cinco años y cualquiera que entienda lo que es combatir un incendio en un terreno montañoso y seco, puede afirmar que los eventos recientes fueron controlados de manera efectiva a pesar de las condiciones adversas.

Poniendo en contexto los incendios en el BLP, en el mundo actual la influencia humana ha generado condiciones que aumentan el riesgo (probabilidad) y el peligro (efectos potenciales) de los incendios. Su incidencia es favorecida por el cambio climático global, con el cual se combinan la expansión de áreas agrícolas y urbanas, la fragmentación de los bosques, la acumulación de combustibles por supresión del fuego y el incremento del número de igniciones. Esto explica por qué en los últimos años han ocurrido grandes incendios en Australia y Estados Unidos. Ahora mismo están ocurriendo incendios intensos en el Norte de la India y Nepal; en nuestro país ya se han quemado 98,800 ha. (según datos preliminares de la Conafor), un tercio de la extensión incendiada en 2020, y apenas estamos a la mitad de la estación de incendios enfrentando una creciente sequía. Lo que ha ocurrido en La Primavera no es una situación de excepción, sino parte de un problema creciente a escala global.

Lo que nos dicen el conocimiento científico de la ecología del fuego y la experiencia práctica es que, para conservar los bosques, hay que adoptar estrategias de manejo del fuego basadas en principios ecológicos. No basta con mantener la capacidad para el combate de incendios, aunque esto sea fundamental; también es necesario hacer labores de prevención física, de manejo de combustibles forestales y de concientización de la gente para evitar que los incendios originados en áreas agrícolas y en la interfaz urbano forestal penetren dentro del bosque. Esto es lo que se ha propuesto para el Bosque La Primavera y en lo que se está trabajando.

EL INFORMADOR • E. Victoria

*Enrique J. Jardel Peláez es experto con reconocimiento internacional en ecología y manejo del fuego. Profesor-investigador titular, Departamento de Ecología y Recursos Naturales, CU Costa Sur, Universidad de Guadalajara (enrique.jardel@academicos.udg.mx).

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