El pasado 3 de mayo se celebró el natalicio del Raúl Padilla López, y a principios del mes de abril se cumplieron dos años de su fallecimiento. Rector de la Universidad de Guadalajara, promotor de la creación de la Red Universitaria de Jalisco, de la Feria Internacional del Libro de Guadalajara (FIL) y del Festival Internacional de Cine, entre otros emblemáticos proyectos, Padilla ha sido descrito como “el promotor cultural más importante de América Latina del siglo XX y lo que va del siglo XXI”.Aunque este texto no pretende abordar su faceta política —compleja, debatida y con múltiples aristas— puntualizo algunas acciones menos conocidas: como joven funcionario universitario creó una de las más avanzadas iniciativas universitarias de investigación científica e internacionalización académica en México y fue artífice de una nueva Ley Orgánica que le otorgó autonomía política a la Universidad de Guadalajara; conquista que años después consolidaría otro Rector, Ricardo Villanueva Lomelí, hoy Subsecretario de Educación de México, al conseguir para la institución un presupuesto de rango constitucional. No es hiperbólico afirmar que contribuyó a salvar miles de vidas: su intervención fue decisiva para reactivar, tras tres décadas de abandono, la construcción del Nuevo Hospital Civil de Guadalajara. Los hospitales civiles son co-administrado por la Universidad de Guadalajara, como escuelas que sirven a los pacientes más desprotegidos. Gracias a Raúl, la comunidad médica logró posicionarlos entre los tres más grandes y mejores de América Latina. En plena pandemia de COVID-19, apoyó a Villanueva, a implementar una campaña universitaria que previno infecciones, y dio vacunas y tratamientos médicos a más de 850 mil pacientes. Sin embargo, la brillantez de su legado cultural, social y educativo, así como su trayectoria política, han eclipsado, en parte, su papel igualmente trascendente en las áreas de medio ambiente. Durante las décadas que colaboré con él en proyectos ambientales pude constatar su amor por la naturaleza que se tradujeron en acciones concretas que lo colocan entre los grandes conservacionistas del occidente mexicano. Desde sus primeras luchas estudiantiles para salvar el Bosque de Los Colomos, su legado ambiental se extendió a cientos de miles de hectáreas de bosques, selvas, ríos, humedales y litorales protegidos —ya sea de forma directa o a través de las instituciones que él impulsó. Una novedad en el país fue su promoción de institutos de investigación comprometidos y vinculados con la resolución de problemáticas socioambientales locales, siendo el primero el Laboratorio Natural Las Joyas en la Sierra de Manantlán. Dicho proyecto fue origen también de un nuevo modelo en México de gobernanza ambiental intermunicipal a escala de cuenca en el que han participado más de 110 municipios en diversos estados. El Programa Universitario Integral de Transición Energética colocó a la Universidad entre las líderes en América Latina en producir energías limpias. Sus políticas convirtieron a la Universidad en una suerte de “ombudsperson ambiental”, una defensoría de los sectores que carecen de voz y de poder, pero que son afectados por las acciones con impacto sociales y ambientales de los gobiernos y del sector privado. Los dos últimos proyectos ambientales por los que luchó fueron el Museo de Ciencias Ambientales y el Jardín Botánico Luz María Villareal de Puga. En su constante afán de proyectar a Guadalajara como una de las mejores ciudades de América Latina, solía inspirarse en modelos que había conocido en las grandes capitales del mundo. “Guadalajara con cinco millones de habitantes, orgullosa de su cultura y de su naturaleza, merece un jardín botánico como el de Medellín o París, y un museo como los de Londres o Nueva York.”- solía decir. Por más de tres décadas elaboró propuestas para que los gobiernos municipales y estatales de distintos signos crearan ambas instituciones. Coincidentemente el año 2016 marcó un hito: inició la construcción del edificio del Museo de Ciencias Ambientales y logró que el Ayuntamiento de Guadalajara donara un predio en la ceja de la Barranca de Oblatos para construir el Jardín Botánico.Hoy, el programa extramuros del Museo de Ciencias Ambientales goza de reconocimiento internacional por su alcance, calidad y originalidad. Bajo su liderazgo, el Museo instituyó dos galardones emblemáticos: el Premio de Literatura Ciudad y Naturaleza José Emilio Pacheco y el Premio de Cine Socioambiental, que se distinguen por su calidad y enfoque. El programa educativo “Cine socioambiental en tu prepa” del Museo ha impactado a más de 150 mil estudiantes de nivel medio superior en 25 estados de la República. El paisajismo del Museo, en fase final de construcción, ha ganado cinco premios internacionales en Europa y en los Estados Unidos. El Jardín Botánico, por su parte, ya cuenta con un plan maestro para su construcción, y proyecta en convertirse en uno de los más espectaculares del continente por sus imponentes vistas panorámicas a las barrancas de los ríos Verde y Santiago y por su narrativa que entrelaza biodiversidad y cultura. Ambos proyectos han sido concebidos con componentes participativos y con el compromiso de mejorar la calidad de vida de las comunidades aledañas.Con su influencia socio-política, Raúl Padilla supo crear instituciones duraderas construidas desde lo local en Jalisco, pero que tuvieron, por su calidad, repercusiones en lo internacional. Su huella es múltiple y persistente en diversos ámbitos de la vida cultural y cívica de Jalisco. Quizá su legado más íntimo fue la construcción de una autoestima colectiva; nos convenció que desde “la provincia” podemos crear instituciones de clase mundial. No es necesario pedir permiso para soñar en grande y hacer los sueños realidad.