Señalar las inconsistencias éticas de Andrés Manuel López Obrador, que no ha sido capaz de pasar de la indiscutible legitimidad que le dieron los votos en 2018, no es sino rondar lugares comunes: sus enemigos, es decir, los que él determina como sus enemigos, conforman, en su particular código del talión tropical, una mafia, organización clandestina de criminales, según el diccionario, término que no se atreve a expresar respecto a los delincuentes que matan, desaparecen, secuestran y se adueñan de tajadas amplias de la suave patria, la impecable y diamantina -según la describió Ramón López Velarde en 1921-, con lo que cotidianamente arrastran en el lodo la investidura presidencial. Si nos atenemos a la intensidad de sus acusaciones hacia periodistas, intelectuales, opinadores, empresarios, académicos y los rivales de ocasión que se inventa, mujeres y hombres, resulta que estos conforman un conjunto peligrosísimo, no porque sus integrantes asesinen, desaparezcan, secuestren e instalen gobiernos particulares en donde se les antoje, sino porque atentan contra su cuarta transformación, la que trae al país dando tumbos.El Presidente está nervioso. No. El Presidente está enojado. No. El Presidente quiere esquiar y necesita remeros; el motor de la lancha en la que sorteaba las ondulaciones de su mar de saliva ya no anda como solía y quiere, como en el viejo chiste, que a golpe de remo lo saquen a la superficie montado en sus esquíes, que lo jalen y de este modo pueda regalarnos las piruetas electorales que son su marca personal y, digámoslo de una vez, para lo que sí es bueno. Sólo que ahora el bote está averiado y los brazos de sus galeotes están cansados, peor, estos parecen desanimados y reman desacompasadamente, por lo que busca, necesita ayuda de quien sea. Sí, el presidente está nervioso, también enojado y quiere esquiar.En vísperas del Quinto Informe de su Gobierno acumulamos zozobras, miedo, dolor, víctimas, devastación ambiental y él se escuda en indicadores económicos que son consecuencia de la acción de una de sus deidades tutelares: la chiripa, porque en el rubro de la economía, eventual pompa de jabón que, lo sabemos, dura poco, sus méritos son incidentales; y también se parapeta en su muy documentada capacidad para mentir. Asimismo, acabamos cinco años de acumular lugares comunes; podríamos parafrasear la plática que el escritor Jorge Luis Borges sostuvo con Roger Caillois, quien en algún punto comentó: el primero que comparó a la mujer con una rosa fue un genio, el segundo, un imbécil… a lo que Borges repuso: el tercero un clásico. Los lugares comunes que favorecen tantas de las actitudes del Presidente no son meros clichés, facilismos para describir, limitaciones del análisis o recurso por falta de creatividad, son muestras de un clasicismo ominoso: el que ha generado la constancia de la política nacional, la de los de antes y la de él ahora: patrimonialista, de grupo, para intereses ajenos al beneficio de la sociedad, con sus originales toques de cinismo y de hipocresía soportados por lo ya dicho: un andamiaje sólido de embustes.Al cabo, lugares comunes como valerse del chiste: el Presidente quiere esquiar, prepárense, acomedidos de los que nunca sobran, el viernes practicó la danza del Bailaviejo (popular de Tabasco) sobre la investidura presidencial -lo que queda de ella-, al alertar a un partido que en tanto Presidente no le concierne, Movimiento Ciudadano: “¿Qué quieren? Que todos se unan contra nosotros [cuando López Obrador utiliza la primera persona del plural no alude a las y los mexicanos, sólo a él y a sus socios].” Siguió el Presidente: “Como hay una resistencia de MC, que ellos dicen ʹvamos solosʹ, dicen: ʹTraidoresʹ”. Quienes según el Presidente llaman traidora a la facción de MC que quiere ir desamparada en la elección del 24, son los del Frente Amplio (PRI, PAN, PRD) que prefieren a los naranjas de su lado. Además, el primer Mandatario dio un espaldarazo a Dante Delgado y al gobernador de Nuevo León, Samuel García, que podemos traducir: Dante, Samuel, el Presidente quiere esquiar, con ustedes al remo a lo mejor tampoco lo consigue, pero gozará viéndolos sudar mientras en Morena les suenan el pandero para que no pierdan el ritmo, ni el hueso.Pero López Obrador no sólo mandó recado a la franquicia naranja, sino a cualquier político, política o partido que esté dispuesto a escuchar y entender. No sería descabellado pensar que en el tal Frente Amplio haya quien sin ser tan obvio esté dispuesto a propulsar al Presidente a brazo partido, para que construya la oposición electoral que le resulte conveniente, o sea, una que no quiera derrotarlo, oposición mansa, comparsa, que de esta manera obtendría que la espada del verdugo deje de pender sobre su pescuezo. Volver al pasado o mantener un estatus de pura simulación es sin duda transformador, aunque inútil para efectos de la calidad de vida. En los tiempos tricolores esta forma política se conocía como democracia dirigida: esquiar usando a quien esté dispuesto al sacrificio, pero sin emitir gases de efecto invernadero, su eficacia se mide al bajar a la sentina y mirar a Claudia, a Marcelo, Adán Augusto, a Fernández Noroña, Monreal (con un remo mucho más pequeño), a Dante, a Samuel y al resto de los forzados sudar la gota gorda, en tanto el Presidente flota en espera del tirón contundente que lo levante para saludar a la multitud, cada vez más ajena al espectáculo insulso, al tiempo que él esquiva la Constitución, zigzaguea entre los compromisos a los que ofreció atenerse y salta por sobre la más elemental ética con el garbo del timador consumado.agustino20@gmail.com