Martes, 08 de Julio 2025

LO ÚLTIMO DE Ideas

Ideas |

Las reglas no escritas del beisbol: el alma del diamante

Por: Salvador Cosío Gaona

Las reglas no escritas del beisbol: el alma del diamante

Las reglas no escritas del beisbol: el alma del diamante

En un tiempo donde las métricas, los algoritmos y la inmediatez dictan el pulso del deporte profesional, aún sobrevive un código tácito en el beisbol que trasciende las estadísticas y los reglamentos oficiales. Se trata de las llamadas reglas no escritas, esa suerte de juramento silencioso que los peloteros se transmiten de generación en generación, y que son, en buena medida, el alma invisible que da identidad y carácter al beisbol de las Grandes Ligas.

Hablar de estas reglas no escritas no es tarea sencilla, pues no figuran en manual alguno ni se enseñan en academias. Se aprenden con los años, en el clubhouse, en la banca, escuchando a los veteranos o al recibir una mirada reprobatoria tras un acto considerado “fuera de lugar”. No son normas legales, pero violarlas puede tener consecuencias inmediatas y contundentes: desde un pelotazo lanzado con precisión quirúrgica hasta la exclusión tácita del respeto entre colegas.

¿Por qué, en pleno 2025, seguimos hablando de estas normas tácitas que parecen más propias de otra época? Porque representan algo que no debe perderse: la esencia caballerosa y competitiva del beisbol. En un juego donde el fracaso es parte inherente -basta recordar que un buen bateador falla siete de cada diez veces-, el respeto al adversario, a la historia y a los códigos compartidos cobra un valor enorme. No se trata de un simple tradicionalismo añejo, sino de una estructura ética no visible que mantiene la armonía dentro de un deporte intensamente emocional.

Entre esas reglas está la de no celebrar en exceso un cuadrangular, especialmente si tu equipo ya va ganando por mucho. No se roba base con ventaja abultada, no se toca la bola para romper un no-hitter, y no se admira demasiado un batazo largo. Se evita pisar el montículo si no eres lanzador, y se protege al receptor en jugadas en el plato. Más que supersticiones, estas reglas buscan evitar la humillación del rival y mantener el juego dentro de los márgenes del respeto mutuo.

Pero también es cierto que el beisbol, como la sociedad que lo rodea, cambia. Nuevas generaciones de peloteros, muchos de ellos latinos, han traído consigo una forma distinta de vivir y expresar el juego: más efusiva, más emocional. Bateadores como Fernando Tatis Jr., Ronald Acuña Jr. o Elly de la Cruz celebran con entusiasmo genuino, con bat flips que hacen vibrar al público, pero que a veces enardecen a los más tradicionalistas.

Esta tensión entre el “viejo orden” y la nueva sangre ha generado discusiones acaloradas, dentro y fuera del diamante. ¿Dónde termina la pasión y empieza la falta de respeto? ¿Hasta qué punto se debe permitir la emoción sin que se pierda la deportividad? ¿Es correcto castigar con un pelotazo a quien simplemente disfruta un momento de éxito?

La respuesta, como muchas cosas en el beisbol, no es blanca o negra. El código tácito no puede imponerse por decreto, pero tampoco debería ser borrado por la irreverencia. Hay momentos en que las reglas no escritas impiden que el juego se vuelva una pasarela de egos, pero también hay otros en que limitan innecesariamente la autenticidad de quienes aman y viven el beisbol con el corazón en llamas.

Lo que no se puede permitir es que las reglas no escritas se usen como pretexto para actos de violencia o para justificar actitudes antideportivas. El pelotazo como venganza es un tema espinoso: algunos lo ven como parte del ajuste natural del juego, pero la realidad es que puede provocar lesiones graves y alterar innecesariamente el curso de un encuentro. Si se quiere preservar el espíritu del juego, debe hacerse desde la sensatez, no desde la agresión disfrazada de “respeto”.

Las Grandes Ligas han intentado navegar estos dilemas promoviendo una frase que sintetiza bien el dilema actual: “Let the kids play” (dejen jugar a los chicos). Una invitación a permitir la expresión, la alegría y la emoción, sin por ello romper la fibra ética del juego.

El beisbol, como la vida, es un equilibrio entre tradición e innovación. Las reglas no escritas seguirán existiendo mientras haya veteranos que pasen su sabiduría a los jóvenes, y mientras los jóvenes estén dispuestos a escuchar, aunque también quieran dejar su sello. No hay manual que lo explique, pero hay miradas, gestos, silencios y momentos que enseñan más que mil charlas.

Que el beisbol evolucione, sí, pero sin perder su esencia. Que se celebre el jonrón, pero también se respete al rival. Porque más allá de los cuadrangulares, las rectas a 100 millas y los contratos multimillonarios, lo que hace grande a este deporte es su capacidad para enseñarnos algo que el mundo necesita desesperadamente: pasión con respeto, talento con humildad, emoción con honor.

Y eso, ni las reglas escritas ni las no escritas deberían dejarlo pasar.

bambinazos61@gmail.com

@salvadorcosio1
 

Temas

Lee También

Recibe las últimas noticias en tu e-mail

Todo lo que necesitas saber para comenzar tu día

Registrarse implica aceptar los Términos y Condiciones