Martes, 23 de Abril 2024

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La tremenda corte

Por: Armando González Escoto

La tremenda corte

La tremenda corte

Este fue el título que tuvo un viejo programa de radio a cuyo protagonista principal le llamaban “Tres Patines”. Era ni más ni menos la expresión humorística, aguda e inteligente de la idiosincrasia cubana, donde el papel de vividor y mañoso lo representaba el actor más simpático, si bien con la pedagógica enseñanza de que hiciera lo que hiciera finalmente siempre salía condenado, pues el juez ni era tonto ni tampoco sobornable, por más que tendiera a estar imponiendo multas a diestra y siniestra.

El tema no era gratuito, en todas las naciones el ejercicio de la justicia ha sido crucial para su desarrollo y estabilidad. En el origen de las sociedades humanas establecer árbitros de recto juicio y por lo mismo inapelable fue siempre un asunto fundamental que requería de perfiles exigentes, que generaran confianza en la sociedad y en los litigantes, pero además, árbitros sujetos igualmente a leyes que castigaran con severidad cualquier desvío en el desarrollo de una función de la mayor importancia, pues estaba de por medio el valor de las leyes y el respeto a los valores asumidos.

La corrupción de los jueces genera impunidad, y la impunidad trae consigo la anarquía y el caos. México es uno de los países donde esta realidad se ha visto con la mayor crudeza, pues si la función de los jueces cae en manos de un “tres patines” agravado y aumentado ya no hay garantía alguna para las leyes ni para la sociedad.

Desde la antigüedad la importancia de los jueces a la hora de hacer justicia sobre cualquier asunto los ha hecho un blanco permanente para el soborno, el chantaje y la amenaza, incluso hace apenas algunos años en un país sudamericano, los jueces debían presentarse en la Corte enmascarados a fin de tomar las decisiones que debían sin temer represalias por parte de los afectados.

En México no es necesario, ya que muy frecuentemente las sentencias se dictan en favor de los fuertes, de los recomendados, o en acato a la línea que reciben de aquel que les dio el cargo y quien por lo mismo los protege frente a cualquier agravio.
Haber decidido que para evitar la corrupción de los jueces era necesario otorgarles un jugoso salario fue un error muy serio y costoso. Para evitar la corrupción de los jueces se debe castigar con la mayor severidad, pues a todo mundo le consta que aún los salarios más elevados no impiden aceptar sobornos, la avidez nunca ha tenido límite.

El problema es que las conductas corruptas vienen desde muy alto, ni más ni menos desde la llamada Suprema Corte de Justicia que ahora legisla y hace jurisprudencia para protegerse a sí misma frente al riesgo de la transpaerencia. Establecer como norma que por cinco años no están obligados a transparentar sus acciones es una decisión escandalosa que abre inmediatamente el universo de las sospechas ¿Qué quieren ocultar? ¿Qué hicieron mal que no desean que se sepa? ¿Es para eso que la sociedad les paga los muy onerosos salarios que reciben?

armando.gon@univa.mx

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