Viernes, 19 de Abril 2024

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La protesta, la desigualdad y la democracia

Por: Mario Luis Fuentes

La protesta, la desigualdad y la democracia

La protesta, la desigualdad y la democracia

Una vez más se llevaron a cabo diferentes protestas en contra del gobierno del presidente Andrés Manuel López Obrador. Se trata de la quinta convocatoria en distintas ciudades de la República, con la particular característica de que, a diferencia de otras movilizaciones y protesta ciudadana, ésta se lleva a cabo a través de caravanas vehiculares que recorren las varias localidades del país tocando el claxon, con pintas en sus vehículos o con banderas con diferentes consignas.

Sin dejar de reconocer que toda persona tiene el derecho legítimo de protestar y expresarse, estas manifestaciones parten de una lógica que poco está abonando al diálogo democrático. No queda aún claro qué se buscan, más allá de la petición de la renuncia del Ejecutivo Federal, pues no se conoce aún una plataforma que proponga alternativas a las políticas públicas emprendidas por el gobierno de la República.

Sin duda alguna, en democracia, señalar los errores del gobierno es una responsabilidad, a la vez que un derecho de los gobernados. Pero en este caso es de llamar la atención que este movimiento se hace visible mayoritariamente por personas de clase media y alta.

Frente a este hecho, es importante decir que no es menor que las clases medias se movilicen y manifiesten su descontento; pero para que estas movilizaciones tengan una traducción política eficaz se va a requerir de mucho más que salir a la calle y mostrar que hay un malestar creciente.

Por otro lado, la movilización también expresa que no hay cadenas eficientes de diálogo ante el poder: los partidos políticos están fracturados y con una escasa representatividad: las élites empresariales no cuentan con los liderazgos necesarios para posicionar agenda; y hay grupos de comunicadores que exaltan posiciones y contribuyen a la radicalización del debate público, dificultando con ello la posibilidad de reencontrar el entendimiento civilizado entre las diferencias.

Lo que es un hecho es que este tipo de movilizaciones no ganan elecciones; en México, en los comicios se triunfa todavía con organización social y popular, debate público, diálogo político y en medios de comunicación, todo ello sustentado en estructuras y redes.

El país no marcha por buen rumbo en muchos sectores: en 2019 y 2020 se han contabilizado más homicidios que en cualquiera de los años de los gobiernos previos; y los feminicidios también están en niveles récord. La economía sigue colapsada y su deterioro se ha profundizado por el efecto de la pandemia; y el hecho de que haya un “exceso de mortalidad”, según los datos reportados del propio gobierno de la República, de más de 70 mil decesos durante el periodo epidémico (y esto con datos de solo 20 entidades), de ninguna manera puede ser presentado como un “éxito”.

Frente a ello, la responsabilidad ciudadana, en los sectores de mayor formación y capacidad de incidencia pública, se encuentra en la imaginación: por un lado, para convocar con eficacia al diálogo público que no se ha querido establecer por parte del Gobierno Federal; y por otro, con el propósito de generar propuestas y acciones de auténtico beneficio público.

Por ejemplo, la iniciativa que presentó el Ejecutivo Federal en materia de pensiones, con el concurso y acuerdo de los sectores empresariales, es muestra de que el diálogo en cuestiones esenciales es factible; más aún cuando el foco se centra en la reducción de las desigualdades que nos dividen y lastiman como sociedad. Por ello es importante que se apruebe pronto en el Congreso y que se envíe el mensaje de que sí pueden concretarse acuerdos que beneficien a la mayoría.

Por todo esto, hoy más que nunca se necesita de la emergencia y consolidación de nuevos liderazgos que puedan canalizar y potenciar la molestia de amplios sectores; personalidades que por su trayectoria e integridad tengan la representatividad suficiente para convocar al poder, a un diálogo honesto, respetuoso e inteligente.

Representatividad, proyecto y capacidad de diálogo, son las claves en que se cifra la posibilidad de convocar a un gobierno con un poderoso mandato popular. De otro modo, estas protestas seguirán mostrándose como meros desfiles de personas descontentas defendiendo intereses mezquinos.
 

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