Jueves, 28 de Marzo 2024

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La política migratoria de Biden

Por: Luis Ernesto Salomón

La política migratoria de Biden

La política migratoria de Biden

Las historias de quienes se han aventurado a cruzar la frontera para comenzar una nueva vida se han contado en las mesas de muchos hogares mexicanos por más de un siglo.

Por generaciones hemos escuchado relatos de éxito como tragedias enormes; nos hemos alegrado o sentido el nudo de la frustración en la garganta.

La emigración mexicana ha sido agridulce como la relación entre dos naciones vecinas. Ha tenido guerras, muertos e ilusiones y las sigue teniendo porque la migración está tan viva como el cactus más resistente del desierto, capaz de sostener al mismo tiempo las más afiladas espinas y las flores más delicadas. La suma de ellas forma una madeja de caminos encontrados en el tiempo; con sus rostros escondiendo la ilusión en los ojos para que nadie se las pisotee. Hoy día la mayoría de las familias mexicanas tiene su propia historia, la del pariente que decidió comenzar una nueva vida.

Las historias poco a poco se contaban también en Centroamérica y recientemente se colmaron de plomo, lágrimas y dólares. La madeja de caminos en más de un siglo nunca había soportado tan vergonzosa violencia como la de los cuatros años anteriores.

De repente, en algunas casas bajo el techo palma se escuchó de los niños detenidos en centros dotados de alambres de púas donde se les escatimaba hasta el agua. De cómo fueron separados de sus padres a rastras y jaloneos para conducirlos a la angustia de una perdición burocrática. Los relatos saltaron de las mesas a las noticias cuando los niños murieron bajo la custodia de la Policía migratoria provocando indignación expresada en español y en inglés. Se contaba de una ola de odio a la inmigración de un alguacil en Arizona y de los desplantes de un presidente socarrón que se burlaba de los mexicanos.

El agridulce se volvía más amargo al llegar a la frontera en donde sobre un muro lleno de cruces se levantaba otro. Las abuelas comenzaron a decir que es ignominia no se olvida porque la agresión a esos niños, era una ofensa a todos los que formamos esa enorme madeja de caminos entretejidos.

En alguna mesa se escuchó decir cuando el socarrón perdió la elección que el muro debía de caer, aunque se refería al nuevo, porque el otro se quedaría con sus cruces blancas y los nombres de quienes se quedaron en el intento.

El nuevo presidente de Estados Unidos sabe del peso moral y político de esas historias que se repiten por miles. Sabe que son injustas y quizá por ello, en un acto en la Casa Blanca el martes pasado suscribió una serie de disposiciones para la reunificación de las familias separadas con motivo de la migración hacia Estados Unidos revocando las disposiciones que justificaban su detención. Anunció también un plan para una migración segura, legal y ordenada en la región y la restauración gradual del sistema de asilo, actualmente cerrado en los hechos.

Anunció la intención de revocar el programa que obliga a los solicitantes de asilo a permanecer en México mientras se resuelve sus situación, congeló las deportaciones por 100 días y envió al Congreso una propuesta de ley para regularizar a 11 millones de indocumentados en un plazo de ochos años, también la intención de regularizar la situación de quienes fueron llevados de niños a los Estados Unidos.

Aunque las medianas anunciadas no impedirán que se sigan contando los relatos amargos, son buenas noticias para millones de familias en ambos lados de la frontera. Significan uno de los cambios políticos más profundos en la materia en las últimas décadas. Son como esas flores chillantes que aparecen entre las espinas de los sahuaros resecos y desconfiados.

La nueva política migratoria no borra la ignominia, pero puede ser agua fresca en la tierra sedienta para la reconstrucción de la confianza mermada que permita acometer proyectos conjuntos de largo aliento que quedaron agrietados.

La oportunidad de poner sobre la mesa los temas con una nueva actitud parece abrirse en el horizonte. Esperamos que la acción diplomática nutra de nuevo el suelo fértil de la buena voluntad y fructifique en una nueva era que erradique la violencia, el terror, y el miedo que nutren la conversación de las familias de ambos lados de un muro ignominioso condenado a caer con la fuerza de la razón y el respeto.

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