Viernes, 26 de Abril 2024

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La gota que derramó el vaso

Por: Gabriela Aguilar

La gota que derramó el vaso

La gota que derramó el vaso

Cuando iniciaron las administraciones naranjas en el Área Metropolitana de Guadalajara, poco a poco, los medios de comunicación y quienes ahí trabajamos, nos dimos cuenta de que el trato entre gobiernos y prensa sería complicado, por decir lo menos. La “estrategia” fue ideada y puesta en marcha por el consultor de cabecera del presidente municipal de Guadalajara y los demás alcaldes accedieron a replicarla en sus respectivos gobiernos, pero no en el mismo nivel, porque eso cuesta dinero, y mucho.

Fuimos testigos de cómo las relaciones se fueron deteriorando y el trato a la prensa fue el peor que se haya dado en muchos años. La descalificación y la censura a la orden del día, el menosprecio al trabajo periodístico como eje rector. Zapopan y Tlaquepaque tuvieron que hacer ajustes.

Pero el caso de Tlajomulco fue la excepción, la política de comunicación social fue distinta a la de los demás desde el principio, la relación con los medios lo suficientemente cordial y facilitadora del quehacer periodístico; el acceso a entrevistas con el alcalde de lo más sencillo. ¿Cuál era la diferencia?

Desde el inicio y con el respaldo de su jefe, Juan Pablo Vigueras, director del área, marcó su distancia con la empresa consultora con la que trabajan los naranjas. Al César lo que es del César. Y quizás fue ello lo que propició que poco a poco, Alberto Uribe fuera teniendo mejores niveles de aceptación que el propio Enrique Alfaro.

Cuando Uribe Camacho accedió a ser coordinador de campaña del líder del movimiento, puso una condición: reconstruir la política de comunicación y crear una nueva relación con los medios, propuso a su director para encargarse de esos asuntos. Varios lo celebramos, pues lo vimos como una señal de que por lo menos, se podría llevar la fiesta en paz y que se nos permitiría hacer nuestro trabajo sin manotazos y sombrerazos.

Sin embargo, hubo toda una batalla interna que librar, por el control de esos temas en el proyecto de Enrique Alfaro. Muchas discusiones sobre la comunicación estratégica debieron haber sostenido Alberto Uribe con “el otro círculo cercano” del líder, se habló incluso de divisiones que comienzan a calar.

Mala noticia la ruptura entre Uribe y Alfaro. Ojalá haya un proceso de autocrítica y para la campaña no volvamos a las mismas dinámicas. Pero si sucede lo que acostumbran y el nuevo encargado o encargada de comunicación resulta un soldado más de la empresa consultora, sin criterio propio, sin experiencia, sin relación con los medios de comunicación, sin proyecto independiente de las “consultorías” del estratega de cabecera, difícilmente ese movimiento será un lugar donde se escuchen los planteamientos de gente como Alberto Uribe y otros más, con sobrada experiencia en sus áreas y que han tenido que salir, poco a poco de allá, ante la falta de respeto a la que se enfrentan.

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