Martes, 23 de Abril 2024

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La cosa cambió

Por: Pablo Latapí

La cosa cambió

La cosa cambió

Con la llegada de Trump y López Obrador la cosa cambió.

Cuando leíamos de las crisis migratorias en Europa y el intento de arribo masivo de habitantes del norte de África cruzando en balsas y lanchones el Mar Mediterráneo con aquellas escenas dramáticas de naufragios e incluso de algunos cuerpos yaciendo sin vida en la playa, siempre lo vimos como algo muy lejano, algo que difícilmente ocurriría en México, ya que de alguna forma si bien siempre hubo migración hacia Estados Unidos, y a su vez México fue lugar de paso para centroamericanos, de alguna forma las cifras estaban controladas y tanto nuestros vecinos del norte tenían la capacidad silenciosa de absorber a los que sí conseguían pasar (legal e ilegalmente) así como nuestro país absorbía a quienes se tenían que quedar en este territorio.

Pero con la combinación de Trump y López Obrador la cosa cambió.

El discurso pacifista y no represivo del presidente mexicano llegó a oídos centroamericanos y empezó la desbandada. México se entendió como un país de puertas abiertas, un “santuario”, por donde se podría transitar sin mayor problema rumbo a la frontera norte.

Empezaron las migraciones masivas que con relativa facilidad cruzaron la frontera sur y empezaron a recorrer territorio nacional sin mayor problema que el de su traslado a lo largo de miles de kilómetros.

Pero Trump, con esa habilidad casi perversa que lo caracteriza, entendió que este fenómeno, magnificado por él y por los medios, podría ser vendido al norteamericano medio como una amenaza a la estabilidad del país. Un ingrediente magnífico para promover el miedo, en un país acostumbrado a vivir precisamente de miedos.

El presidente norteamericano fue subiendo de tono tanto su discurso como sus desplantes hasta llegar a la locura de amenazar con aumentar los aranceles a las importaciones mexicanas si aquí no se frenaba la migración. Quizás involuntariamente mostró la incapacidad de los gobernantes mexicanos (no sólo de ahora, de siempre) para manejar problemas serios como éste.

A López Obrador no le quedó de otra que doblegarse, aceptar las condiciones de Trump, y virar en su discurso para pasar de ser “país santuario” a “territorio de caza de migrantes”, esfuerzo encabezado paradójicamente por el responsable de la diplomacia.

No se recuerda una presión como ésta.

Y además, el gobierno mexicano tiene la obligación de hacer bien las cosas (aquí ya no se puede simular como siempre) porque si falla la en la disminución del fenómeno migratorio en nuestro país, Donald Trump volverá a la carga y lo hará con la certeza de que lleva todas las de ganar.

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