Jueves, 25 de Abril 2024

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La ciudad prohibida para los jaliscienses

Por: Sergio Oliveira

Cuando comprar un Ferrari no es suficiente

Cuando comprar un Ferrari no es suficiente

Un buen amigo norteño me contó que cuando llegó a vivir a Guadalajara a mediados de los años 80, le tocó diseñar la ruta de los vendedores de maquinaria pesada de la empresa en la que trabajaba. Sin conocer la región, hizo lo que parecía lógico: tomó un mapa y empezó a repartir tiempos y entre ellos, determinó que el vendedor al que le tocaba Puerto Vallarta tenía tres horas en cada sentido para visitar a sus clientes, por lo que alcanzaría a ir y volver el mismo día. Cuando la mostró a su jefe éste se rió discretamente y le explicó que de Mascota a Puerto Vallarta no había paso real, solo “brechas” y que para llegar al local más turístico del Estado de Jalisco hay dos caminos, una curva por el Norte y otra por el Sur, pero nada directo como la lógica indicaría. Hoy, casi 40 años después, me tocó tomar la más “corta” de esas rutas y luego de seis horas de camino llego a mi hotel con mucho más necesidad de descansar de la que tenía cuando salí, pero también con la mente más fresca de las cosas que la carretera nos enseña, de la forma como ella exhibe nuestra forma de ser.

El personaje Tribilín, del genio estadounidense Walt Disney, ya mostraba el lado oscuro de la personalidad de muchos que una vez al volante pasa de ser una persona dulce y afable a un monstruo, capaz de hacer lo que sea con tal de lograr su objetivo de llegar antes. Esto lo vemos a diario en la ciudad también, por supuesto, pero en la carretera, con la mayor velocidad y la menor cantidad de autos concentrados en un determinado espacio, los más agresivos resaltan.

Corredores de recta y otros locos

En la autopista encontramos a los veloces en rectas, que parecen solo encontrar en la capacidad de su auto el límite para su atrevimiento, pero en la primera curva frenan con el miedo de un ratón al dar de cara con un gato. Otros son constantes: si van a 80 km/h en la recta también lo hacen en las curvas, sin importar que la velocidad indicada para ésta fuera la mitad, ahí van, rechinando las llantas y zangoloteando a todos con tal de mantener su paso.

La carretera de doble carril exhibe a los incrédulos, los que piensan que alguna entidad superior determinó que no viniera ningún coche en sentido contrario cuando ellos conducen y así, confiados en su pericia y prestigio con ese ser superior, rebasan en curvas y lomas, sin ninguna visibilidad más que su fe, poniendo en peligro a sí mismo y a los demás debido a su impaciencia para esperar el momento correcto de rebasar el autobús, el camión de carga o simplemente el señor de la pickup “chocolata” que conduce a 40 km/h en la carretera, jurando que ésta no es más que el patio de su casa.

Circular por la carretera entre Guadalajara y Puerto Vallarta es un ejercicio de paciencia, concentración y suerte. Porque esos y otros personajes estarán ahí invariablemente y nos cabe hacer lo posible para evitarlos, lo que no siempre se puede. Lo que sí se puede, pero aparentemente no se quiere, es darle a los habitantes de Jalisco una mejor posibilidad de disfrutar su más bella ciudad playera de una manera más fácil. Porque no es lógico que sea más rápido ir en automóvil desde Guadalajara a la Ciudad de México que se encuentra a más de 500 kilómetros de distancia, que a Puerto Vallarta que en línea recta está a 195 kilómetros, a o 330 kms por la carretera actual. Pero si las autoridades no quieren hacer la tan hablada y nunca trabajada “ruta corta”, que al menos dupliquen la carretera actual y regalen Puerto Vallarta a los jaliscienses, una ciudad que aparentemente pertenece a muchos - principalmente a los estadounidenses- menos a los habitantes de la capital del Estado.
 

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